viernes, abril 19, 2024
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Malala: ¿un cuento de hadas?

Es oportunista pretender reivindicarla como un trofeo como lo hace la matriz mediática hegemónica. Lo que sí podemos es, a propósito del caso de Malala, llamar la atención sobre la forma como se suele presentar la realidad a través de los medios.

Malala Yousafzai. Dibujo de Calarcá.
Malala Yousafzai. Dibujo de Calarcá.

Roberto Amorebieta,
Especial para VOZ

El conglomerado mediático nos ha presentado el penúltimo símbolo de la iconografía del buen rollo global: Malala Yousafzai, la joven paquistaní de 17 años quien este año ha sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz. Si todavía había alguien en el planeta que no estuviera al tanto de las aventuras y desventuras de la joven heroína, los medios de comunicación hegemónicos (comenzando por las agencias que controlan las noticias a nivel global como AP, France Press, EFE, etc.) se han encargado los últimos días de recordarnos su historia con lujo de detalles.

Nos contaron que en 2012 Malala había sido víctima de un ataque a bala por parte de miembros del Talibán paquistaní cuando salía de su escuela y cómo tras haber sobrevivido de milagro atendida en un hospital de Birmingham (Inglaterra), el atentado la había convertido en un símbolo de la libertad y de la lucha de las mujeres por el derecho a la educación.

¿Cómo resistirse a la seducción que provoca una causa como esta? ¿Cómo oponerse a que las niñas en el mundo, y en especial en los países musulmanes, puedan educarse y mejorar sus condiciones de vida? ¿Cómo no aplaudir la valentía de una joven capaz de enfrentarse al fundamentalismo de los terroristas y luchar por su derecho a ir a la escuela?

En este caso, y como ya es costumbre, el relato de los medios de comunicación sobre los hechos noticiosos ha sido simple, en blanco y negro, más parecido al de una telenovela (con villanos, héroes, doncellas indefensas, malvadas brujas, perversos conspiradores y abuelos bondadosos) que al de una realidad siempre compleja y muchas veces contradictoria. Así, ha sido más la información que se ha ocultado y omitido al público que la efectivamente transmitida, distorsionando la percepción de la realidad y construyendo un mito mediático que tiene más visos de propaganda que de información.

Lo primero que viene a la cabeza es ¿por qué ella? ¿Por qué, si hay centenares de víctimas en Pakistán producto de la violencia doméstica pero también a causa de los bombardeos de los drones estadounidenses, el caso de Malala logra tan exitosamente atraer la atención de los medios de comunicación? Una explicación plausible es el victimario. En este caso son miembros del Tehrik o Taliban Pakistan (TTP), una organización vinculada al movimiento Talibán y que tiene presencia en su región, el valle de Swat, es decir, los “fanáticos”, los “terroristas”. Pero también es posible que el propio perfil de la joven haya sido funcional a su instrumentalización.

Por lo que se puede colegir de la información disponible en internet, Malala ha sido cercana a redes de influencia occidentales. En 2009 fue la protagonista del documental Pérdida de clases. La muerte de la educación de la mujer, dirigido por los periodistas del New York Times Adam Ellick e Irfan Asharaf, que explicaba la dificultad de las jóvenes del valle para ir a la escuela. Ese mismo año, el ejército de Pakistán ganó el control del valle tras una ofensiva brutal que produjo más de 130 mil desplazados civiles.

Al año siguiente, contando 13 años de edad, ya Malala escribía bajo el seudónimo de Gul Makai un blog en internet reproducido por la BBC, en el que denunciaba los atropellos que había cometido el TTP entre 2003 y 2009 cuando ejerció el control de la zona. En 2013, Adnán Rashid, un comandante Talibán declaró que Malala no había sido atacada por defender el derecho a la educación sino a causa de su campaña mediática contra el TTP.

Visto así, podría pensarse que Malala ha sido únicamente un instrumento propagandístico del complejo mediático global. No obstante, hay una faceta de la joven que los medios hegemónicos se han negado repetidamente a publicar: Su origen revolucionario. No hablan de su padre y de su tío materno, militantes de la Corriente Marxista Internacional, quienes han ejercido gran influencia en la educación de la niña y no mencionan que Malala ha participado en seminarios de formación política como la Escuela Nacional de la Juventud Marxista del valle de Swat en julio de 2012.

Y no lo hacen porque el símbolo que conviene crear debe ser vaciado de un contenido verdaderamente transformador. Debe ser ligero, simple y fácil de digerir. Por ello nos venden una Malala descafeinada, una Malala inofensiva que más parece la protagonista de un melodrama. En cualquier caso, debe reconocerse que la muchacha es muy joven y que ya tendrá tiempo de definir por sí misma su postura política.

Por eso es oportunista pretender reivindicarla como un trofeo como lo hace la matriz mediática hegemónica. Lo que sí podemos es, a propósito del caso de Malala, llamar la atención sobre la forma como se suele presentar la realidad a través de los medios. Allí se ve simple y sin contradicciones. Nos la venden como un cuento de hadas mientras parece más una novela truculenta, siempre compleja, llena de matices y muchas veces con contradicciones.

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