martes, abril 23, 2024

Mafia policial

En este país el pecado mortal es ser homosexual, mientras que la delincuencia mafiosa policial no pasa de ser un pecado venial.

Foto: Camila Ramírez, El Turbión via photopin (license)
Foto: Camila Ramírez, El Turbión via photopin (license)

Nixon Padilla Rodríguez

A pesar de intentar hacer pensar que los escándalos de la Policía Nacional son piezas independientes, queda claro que cada vez más cobra la forma de una organización criminal mafiosa, vinculada con una diversidad de negocios como el contrabando, extorsiones, corrupción, narcotráfico, asesinatos, espionaje, proxenetismo, paramilitarismo, entre otros, que a su vez genera pugnas entre diversos cárteles internos, como el de los “carruseles de reintegros” al cual se le vincula con manejo de ollas de microtráfico como la del Bronx en Bogotá, y el de la “comunidad del anillo” que manejaría la red de prostitución masculina, cuyos pupilos serían reclutados en las escuelas de la institución.

En todas estas historias, hay el común comportamiento mafioso y una organización jerarquizada que llena las manos de sus protagonistas, de sangre y dinero. Además de una alta capacidad de penetrar las instituciones judiciales, legislativas, de control administrativo y fiscal, y por supuesto de las autoridades políticas.

La forma como el General Palomino se ha mantenido en el cargo da cuenta de su poder sobre el poder, y la historia del viceministro Carlos Ferro, que tiene encima una investigación de asesinato en compañía de propios policiales, es muestra de su amalgama con la corrupción del poder político.

La arrogancia de la oficialidad intocable de la mafia policial queda expuesta tras cada escándalo, donde los involucrados suelen pasar por encima de la ley y simplemente son trasladados a mejores cargos, cobijados con un pacto de silencio que envidiaría las mafias más grandes del mundo y plenamente rodeados por una unidad de cuerpo, propia de las pandillas mafiosas más reconocidas.

En el marco de un nuevo momento político en la historia del país, con la firma de acuerdos entre el gobierno y las insurgencias y la demostrada podredumbre de la institución policial, el paso a seguir es rehacer el cuerpo policial, otorgándole el carácter civil que necesita en las nuevas condiciones políticas y que siempre ha debido tener, dependiente del Ministerio del Interior y desbaratar de raíz la organización mafiosa en que se ha constituido la Policía Nacional. La organización mafiosa denominada Policía Nacional debe desintegrarse y a sus principales jefes deben ser retirados y judicializados.

A pesar que lo dicho es de público conocimiento, el debate se ha centrado en un video del viceministro Ferro, en un dialogo íntimo con quien se apresta a disfrutar de una faena sexual. El morbo periodístico, salvo contadas excepciones como el de Yolanda Ruiz en RCN Radio, ha conducido a despreciar el debate sobre la corrupción mafiosa de la institución policial y centrarlo en las relaciones homosexuales de los protagonistas, en donde el procurador, quien, dicho sea de paso, ha pasado de agache frente a la crisis policial, ha hecho un énfasis inquisitorio en el tipo de relaciones sexuales de los protagonistas.

En este país el pecado mortal es ser homosexual, mientras que la delincuencia mafiosa policial no pasa de ser un pecado venial.

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