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Madres comunitarias con derechos laborales

Estas mujeres que en el país atienden a casi un millón y medio de niños, por fin lograron que el Estado las reconozca como trabajadoras. Una larga pelea que entrega sus primeros frutos

Magdalena Camacho en una movilización por sus derechos laborales en el año 2011, en Bogotá. Foto archivo.
Magdalena Camacho en una movilización por sus derechos laborales en el año 2011, en Bogotá. Foto archivo.

Juan Carlos Hurtado F.

Gracias a una acción de tutela presentada por una madre comunitaria del Valle del Cauca, desde hace cuatro años la Corte Constitucional decidió que ellas tuvieran derecho al salario mínimo. Días después de la sentencia, la demandante falleció.

Desde ese momento hasta la actualidad, el salario se les ha pagado como una bonificación, es decir, sin las prestaciones de ley.

Con diversas movilizaciones y paros, las madres comunitarias por fin lograron la semana pasada un contrato indefinido con todas las prestaciones sociales, que regirá desde el primero de abril 2014. “Es una ganancia de nuestra persistencia, lucha y unidad para que no sigan violando nuestros derechos”, explicó Magdalena Camacho, quien desde 1990 es madre comunitaria y preside la Unión Sindical de Trabajadoras de Hogares de Bienestar, Ustrabin, con 3.200 afiliados.

Fruto del esfuerzo

Son 77 mil madres comunitarias en todo el territorio nacional, contentas porque lograron un contrato a término indefinido con el Estado; que aunque no es claro quién será el patrón, ellas dicen que debe ser el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF. Entidad que ha ejercido un control y una permanente fiscalización de sus labores, lo que en la práctica configura una relación de subordinación.

Lograron quedar incluidas las mayores de 55 años de edad, quienes nunca han cotizado porque tendrían que estar pagando seguridad social, salud, pensión y ARL, para la formalización. “Pero por la edad no las recibe el sistema en pensión. Por consiguiente, no tienen derecho a riesgos laborales. Pero logramos que las contraten mientras se soluciona el retiro para la vejez”, anotó Magdalena.

Las madres comunitarias, lograron en plenaria del Senado un presupuesto que les diera garantías en 2014 y así levantar el paro, aunque al cierre de esta edición faltaba la firma del Ministerio de Hacienda.

Por ahora, queda la discusión del tema pensional y el retiro de las adultas que no cotizaron. Retiro que debe ser digno y con base en el salario mínimo. “A ellas les pidieron también pensión por servicios y edad. Tenemos la propuesta que se les reconozca el subsidio con base en el salario mínimo, garantía en salud en el régimen contributivo y que se retiren los criterios de priorización para recibir el subsidio…”

Para las que sí cotizan y son mayores de 55 años, exigen el cálculo actuarial y el reconocimiento del tiempo de nueve años y siete meses para las antiguas. Así saldría un gran número de madres pensionadas.

Lo que viene

Entre las tareas pendientes de las organizaciones de madres comunitarias, está una demanda al Estado para que les reconozca el retroactivo por su labor como trabajadoras. Ya han demostrado que todo el tiempo han tenido un contrato realidad; que cumplen órdenes y que les pagan. Quieren cobrar desde diciembre de 2013 hacia atrás para que les paguen prestaciones, salario, pensión. Es decir, si en 1990 pagaban 100 mil pesos de salario mínimo y una de ellas recibía 25 mil, se tendrá que pagar el restante. “Tenemos cómo comprobar que hemos trabajado porque tenemos visitas de la regional, de salud pública, de hospitales. Se demuestra subordinación”.

A sus 57 años de edad, Magdalena tiene cuatro hijos mayores de edad, es madre soltera cabeza de familia, pero ha cuidado a más de 600 niños como un servicio no remunerado prestado a la sociedad, especialmente a la localidad de Suba, en Bogotá.

A ellos los ha atendido como si fueran sus propios hijos. Han sido años de dedicación, por lo que al igual que muchas se siente cansada en el ejercicio de una desinteresada, desgastante y malagradecida labor, en la que la sociedad y el Estado tienen una gran deuda con ellas. Quiere retirarse pero con dignidad. Que la reemplacen en la dirección del sindicato; que otras tan o más aguerridas que ella tomen las riendas para guiar las peleas que se avecinan en el largo proceso de dignificación y reconocimiento de su labor. Quiere dedicarse a leer y escribir; porque “le apasiona”. Ha tenido que trabajar desde los 16 años de edad aunque como madre comunitaria hace 24 años. Dice que ya es justo.

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