viernes, abril 19, 2024
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Luis Carlos Prestes, el Caballero de la Esperanza

Se formó en el ejército brasileño, como ingeniero, llamó a un sector de sus tropas a alzarse contra la dictadura y la injusticia, perdió a su primera esposa en un campo de concentración nazi y bebió en las fuentes del marxismo, que lo convirtieron en un patriota a toda prueba e histórico dirigente comunista del Brasil

Luis Carlos Prestes
Luis Carlos Prestes

Ricardo Arenales

La vida de Luis Carlos Prestes, el famoso revolucionario brasileño, seduce, conmueve, por lo dramática, por lo aleccionadora, por la vitalidad que aún hoy mantiene. No en vano, con criterio biográfico, se hicieron varias películas, una serie de televisión, y el célebre escritor Jorge Amado le dedicó uno de sus más bellos libros, “El Caballero de la Esperanza”, como finalmente se le reconoce.

Prestes nació en Porto Alegre, el 3 de enero de 1898, en el seno de una familia acomodada, y falleció en Río de Janeiro, el 7 de marzo de 1990. Este año se cumplen 115 de su nacimiento.

Fue un destacado militar. Estudió ingeniería en la Escuela Militar de Realengo, en Río de Janeiro. Se desempeñó como ingeniero ferroviario en su condición de teniente. Tenía una promisoria vida por delante en las filas oficiales.

Pero en su país se cometían muchas injusticias. En el marco de la ‘guerra fría’ se entronizaron largos períodos de dictadura, y los obreros sufrían persecuciones, los campesinos penurias y hambre. La exclusión social reinaba, de la mano de la corrupción de los altos mandos de la cúpula militar y de sus aliados burgueses.

Esto conmovió el corazón de Prestes, que venía desarrollando una especial sensibilidad frente a los sufrimientos de su pueblo. En 1924, siendo capitán del Ejército lideró en Santo Ángelo, una provincia de Río Grande do Sul, un alzamiento contra la jerarquía castrense.

En la guerrilla

Se unió a otros sublevados paulistas e integró la histórica Columna Prestes, a la que se unieron soldados, mujeres, campesinos, intelectuales, en una inédita lucha guerrillera que con una fuerza de casi tres mil combatientes, recorrió 13 estados brasileños, en una marcha de 25 mil kilómetros, a lo largo de dos años y medio.

Al cabo de su campaña liberadora, que no pudo ser derrotada militarmente por la tiranía, su capitán y líder comprendió que no estaba sin embargo cercano el triunfo libertario. Por eso se asiló con sus compañeros en Bolivia, más tarde viajó a Argentina, donde estudió marxismo con Rodolfo Ghioldi, entonces destacado dirigente de la Internacional Comunista, y más tarde viajó a la Unión Soviética.

En Moscú, Prestes entabló amistad con Stalin, quien lo orientó a que se afiliara al Partido Comunista de Brasil, se vinculara a las tareas de la Internacional Comunista y viajara de nuevo a su patria, en compañía de una destacada dirigente alemana, Olga Benario, de la cual se enamoró y fue su esposa y compañera de luchas.

Militar consecuente

Ingresó clandestino a su patria, organizó las fuerzas rebeldes contra la dictadura de Getulio Vargas y cayó en prisión, luego de arduos seguimientos de la inteligencia militar. Condenado a nueve años de cárcel, fue separado de su mujer, que con seis meses de embarazo fue deportada a Alemania, donde fue puesta en prisión y falleció en una cámara de gas en los centros de tortura nazis.

Su hija sobreviviente fue rescatada de los campos de concentración, gracias a una ardua campaña internacional de solidaridad, liderada por la madre y una hermana de Prestes. Caída la dictadura, Luis Carlos fue amnistiado, se hizo senador y más tarde secretario general del Partido Comunista, cargo que desempeñó a lo largo de 40 años.

En segundas nupcias, Prestes tuvo ocho hijos, que por los avatares de la lucha clandestina, sólo supieron quién era su padre muchos años después. Lo heroico de su trabajo político, intelectual, militar, hicieron que en su época lo llamaran ‘El Caballero de la Esperanza’. Su legado es ejemplo de patriotismo, de sacrificio, desprendimiento por la causa de los humildes. Y muestra ante todo, que los militares pueden hacer causa común con los hijos de su pueblo y rebelarse contra la tiranía. Un ejemplo que siguieron otros militares en América Latina años después. En contraste con la actitud pusilánime de quienes se colocaron al servicios de las dictaduras y la opresión, nacionales y extranjeras.

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