viernes, marzo 29, 2024
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Ludovico Silva y el debate sobre la superestructura

Para Ludovico Silva, el uso del término superestructura no supone dificultad “siempre y cuando se tenga en cuenta su carácter de metáfora (arquitectónica)”

Ludovico Silva.
Ludovico Silva.

Miguel Espinosa Ardila y Alejandro Blanco Zúñiga

Hemos querido contribuir a la recuperación del pensamiento de José Luís Silva Michelena, conocido como Ludovico Silva, con el debate sobre la metáfora de superestructura. Los aportes de Ludovico, como le llamaron sus estudiantes de la Universidad Central de Venezuela, son más fecundos en el debate sobre la ideología, por lo que esperamos tener una entrega sobre este tema en poco tiempo. No obstante de su amplio conocimiento de la obra de Marx, su pluma crítica contra el dogmatismo terminó relegándolo a los anaqueles del olvido. Por fortuna, el hermano pueblo de Venezuela está haciendo justicia desempolvando sus trabajos. Esperamos que la publicación de las obras completas de este gigante teórico den a la luz prontamente.

En el famoso Prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política, publicado por Karl Marx en 1859, encontramos esta afirmación:

“en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real [Ludovico Silva lo traduce directamente del original por “basamento real”] sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política [L.S. lo traduce por “edificio jurídico y político”] y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social” (El subrayado es nuestro. Usamos la asequible traducción de la Editorial Progreso de Moscú).

De lo anterior se ha hecho una tendencia casi incuestionable, según la cual existe una estructura económica de la sociedad que determina la superestructura jurídica, política, ideológica, etc. Por ejemplo, la marxista chilena Marta Harnecker, en el manual Los conceptos elementales del materialismo histórico, conceptualiza lo siguiente: “La noción de superestructura designa […] dos niveles de la sociedad: la estructura jurídico-política y la estructura ideológica. A la primera corresponde el Estado y el derecho, a la segunda, las llamadas “formas de consciencia social”” (Ed. 34ª, p. 88).

Por su parte, Nelson Fajardo Marulanda, interpretando el Prólogo citado, indica que por formación socioeconómica se entiende “la relación dinámica que se da entre la base material, la estructura, la materialidad de la sociedad y la superestructura que se levanta sobre la base material; relación dinámica en la que es la base material la que determina en última instancia, lo que sucede en una superestructura determinada […]” (Reestructuración de la democracia. En: semanario VOZ, 24 de septiembre de 2014. Sección Teoría y Crítica. p. 18. Tiene la errata de 1852 respecto al Prólogo, siendo éste de 1859).

Ludovico Silva

Contrario a lo anterior, Ludovico Silva, con la aguda crítica que le caracteriza, considera que el término superestructura en Marx no es un concepto científico, sino una metáfora. El teórico marxista sabe a lo que se enfrenta:

“Presentar como metáfora –o más propiamente como analogía que fundamenta una gran metáfora- un término que para la inmensa mayoría de marxistas, marxólogos y marxianos es toda una explicación científica cumplida, es cosa que suena fácilmente a herejía o a “sutileza burguesa” destinada a minar el edificio teórico de Marx” (Teoría y práctica de la ideología, en adelante, TPI; todo lo concerniente al análisis de ésta metáfora es repetida en forma exacta en El estilo literario de Marx; por lo tanto, citaremos el primer trabajo para el tema en concreto).

Los argumentos para sustentar esta tesis no son fáciles de desdeñar. Ludovico Silva, amplio conocedor de la obra de Marx en sus idiomas originales, comenta que lo que nosotros repetimos hasta el cansancio como superestructura, en Marx se usa escasamente: emplea una vez la etimología latina Superstruktur; y tres veces el sustantivo alemán Überbau. El último término de manera literal es “la parte superior (über) de un edificio, construcción o estructura (Bau)” (TPI).

Pero, si desde el punto de vista arquitectónico, el edificio se concibe como una totalidad, no habría una parte superior; en realidad, el término germano indica aquellos “andamios o tableros que se van superponiendo a un edificio, pero que lógicamente desaparecen cuando el edificio está ya terminado” (TPI).

La ideología alemana

En La ideología alemana, cuando Marx y Engels usaron el término Superstruktur, no fue para explicar las relaciones concretas entre la forma material por un lado y las ideológicas, jurídicas, etc., por el otro; cuando ello sucedía, abandonaron la metáfora para explicarlas de manera científica.

El popular Prólogo de Marx, “al cual se aferran como osos todos los que, con vocablo de García Bacca, llamaremos “dogmatiqueros”” (TPI), utiliza la metáfora de superestructura para hacer fácilmente entendible que la estructura económica de la sociedad, comparada con los cimientos o base (Basis) determina la fachada del edificio (Überbau); el ideólogo, al momento de analizar la sociedad, confunde la fachada y su base, creyendo que esa fachada sostiene la estructura.

La dificultad de esta tendencia indiscutible que hace pasar una metáfora (superestructura) como una explicación científica, es que “el vocablo […] casi nos obliga a imaginar el mundo de la ideología como algo superior, aparte de un reino independiente y flotando por encima de la estructura social” (TPI). El criterio del venezolano dista del anterior: estos aspectos se producen, reproducen y funcionan dentro de la estructura social, y no fuera de ella (no supera, en realidad, esa “relación dinámica” de la que habla el camarada Fajardo).

Si para Marx, tal como recuerda Lukács en Historia y consciencia de clase, la categoría de totalidad es la esencia de su método (recuérdese la Introducción de los Grundrisse), no hace justicia a su concepción el dividir la “sociedad […] en compartimentos estancos, en regiones separadas” (Anti-Manual para uso de marxistas, marxólogos y marxianos; en adelante, Anti-Manual). Lo anterior no quiere decir que no existan las formaciones ideológicas, jurídicas, estatales, etc.; todo lo contrario: su existencia no está por fuera o por encima de la estructura económica, sino dentro de ella.

Tal es la razón por la que critica a Marta Harnecker: la chilena divide el modo de producción en “estructuras regionales”: la económica, la jurídico-política, y la ideológica. No obstante, el teórico venezolano recuerda que la sociedad, en la concepción de Marx, es una “estructura global real” y no meramente teórica. Una visión mecánica como la anterior, sólo puede resultar de una “interpretación forzada de ciertos textos de Marx y del olvido de otros”, así como del “empeño althusseriano de esquematizar la concepción marxista de la sociedad dividiendo a ésta en “regiones y niveles”” (Anti-Manual).

Para Ludovico Silva, el uso del término superestructura no supone dificultad “siempre y cuando se tenga en cuenta su carácter de metáfora (arquitectónica)” (Anti-Manual). Ahora bien, si lo que queremos expresar realmente es que la estructura económica establece una “relación dinámica” (como comenta Fajardo) con los aspectos ideológicos, jurídicos, políticos, estatales, etc., y que la primera determina en última instancia a la segunda, debemos establecer de manera concreta cuáles son esas relaciones entre una y otra; no impide nada de lo anterior el uso del término superestructura, siempre que lo entendamos como metáfora.

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