martes, abril 16, 2024
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Los doce apóstoles, investigación de Olga Behar

Se trata de una historia bien contada con pretensiones de reconstrucción histórica y despliegue de narración; en una sentada se puede leer el texto de cabo a rabo.

Portada libro 12 apostoles

Rosendo López González
rlopezg@udistrital.edu.co

Que alguien pueda quitarle la vida a otro, siempre genera en mí una actitud de rechazo, sentimiento de repudio que se aviva al leer la nueva obra de Olga Behar. Esta narradora excepcional, reconstruye un pedazo de la historia de Colombia asida en la geografía del nordeste antioqueño en un sitio conocido con el nombre de Yarumal.

Olga Behar, en 326 páginas, plasma unas historias de criminales en las cuales el olvido y la memoria emergen del pretérito con pinceladas de palabras; el protagonista, y a su vez antagonista es el mayor de la Policía Juan Carlos Meneses, asesino confeso.

Protagonista: porque, en un acto de osadía conjugó miedo con contrición y decidió contar la historia de su obrar en Yarumal, donde su abigarrado pensamiento lo llevó actuar, servilmente, al lado de los dueños de la finca La Carolina. Antagonista: ante los principales protagonistas, Santiago Uribe Vélez y su ubérrimo hermano el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, como también el grupo de paramilitares nombrados como Los Doce Apóstoles, pues entre ellos se cuenta un sacerdote

Para Olga Behar: el 2 de marzo de 2007, la entonces secretaria de la Cámara de Comercio de Medellín, Gloria María Espinosa, expidió un certificado que resume de manera fidedigna la propiedad de la familia Uribe Vélez sobre la hacienda La Carolina. Allí se aclara que Santiago Uribe Vélez actuó como liquidador de la Sociedad Agropecuaria La Carolina Ltda. En La Carolina, narra Olga Behar, por boca del mayor Meneses, se cometieron crímenes y se ampararon paramilitares.

Antes de Meneses, en Yarumal, actuó el coronel Pedro Manuel Benavides quien según el relato de Behar, tuvo la suficiente frialdad y cinismo de salir de La Carolina con un cadáver amarrado al bumper de un carro de la Sijín con un letrero que decía: “Muerto por extorsionista”. El calendario marcaba el 16 de Julio de 1993 y el muerto había estado listado por Santiago Uribe Vélez dentro de su directorio de malandros. Al coronel Benavides le abrieron una investigación pero al final lo exoneraron.

Entre todos los protagonistas, llama la atención el sacerdote católico, Gonzalo Palacio, quien llegó a Yarumal el 1 de octubre de 1960, tres semanas después de ser ordenado como sacerdote, con veintisiete años a cuestas, no usaba sotana, generalmente andaba en traje de civil. En sus confesiones le sacaba información a los parroquianos sobre las guerrillas para pasársela a los paramilitares.

Forma extraña de ejercer el sacerdocio pues, después, él mismo afirmó orgullosamente ser informante del ejército. Así se expresó: “Las gentes acudían a mí para decirme planes que tenía la guerrilla…entonces yo le trasmitía al ejército estas informaciones. Yo era el puente entre la sociedad civil y las fuerzas del orden” (p.118). Cuando las autoridades allanaron la casa cural encontraron un revólver dentro de la biblia, y un número reducido de municiones.

En los interrogatorios, el sacerdote Palacio siempre afirmó que el grupo de Los Doce Apóstoles, fue un producto de la imaginación… “que yo sepa, el grupo denominado Los Doce Apóstoles fue una especulación dada por los medios de comunicación en abril 1993… más que una existencia real, tiene un carácter de ficción y de imaginación” (p.124).

Finalmente, el 17 de noviembre de 1997 el párroco Palacio fue beneficiado con la libertad condicional. Más adelante, la sombra de Los Doce Apóstoles reaparece, se reactiva el proceso y lo llaman nuevamente a declarar, pero sale absuelto definitivamente por preclusión. Hoy, sin rubor, sigue siendo ministro de Dios y ejerce su santo oficio en la iglesia de San Joaquín, al occidente de Medellín.

Meneses está arrepentido y habló desde Buenos Aires, pero sobre todo muy dolido con la familia Uribe Vélez que lo dejó abandonado, porque además -según, sus propias palabras- los más connotados representantes de la estirpe Uribe: Santiago y Álvaro lo persiguen ostensiblemente.

En fin, se trata de una historia bien contada por Olga Behar con pretensiones de reconstrucción histórica y despliegue de narración; en una sentada se puede leer el texto de cabo a rabo. Ahora bien: la Fiscalía colombiana, el 29 de junio de 2010, después de las denuncias de Meneses, envió a unos de sus hombres a Buenos Aires para que tomaran sus declaraciones. El final de película, es conocido por todos, terminó con la captura de Santiago Uribe Vélez.

De mi parte aprovecho esta corta reseña para abogar por la terminación del conflicto armado en Colombia. Los hogares colombianos necesitan un respiro, da náusea sentir la indiferencia. Y mientras esto ocurre, en las universidades las voces críticas de la academia miran hacia otros lugares menos complicados y con más rédito social.

Amigo lector, qué bueno que no te quedes con esta escueta reseña y puedas leer el libro. La escritura, en este caso, busca darle connotaciones de permanencia en el tiempo a las palabras.

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