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Los 500 años de ‘El Príncipe’ (II)

La incidencia de la obra de Nicolás de Maquiavelo en la ciencia política actual

Nicola Maquiavelio

Alfredo Valdivieso

La literatura humanista formó, conjuntamente con los ejemplos de la antigüedad, el concepto intelectual e ideológico de que los asuntos sociales, entre ellos los políticos, son meramente humanos y naturales. No obstante, los nuevos conceptos políticos no aparecen sistematizados en obras claras y precisas, sino especialmente en cartas y correspondencia diplomática, más observadoras, que abandonan el latín como lengua oficial y establecen una especie de método. F. Guicciardini y N. Maquiavelo son los principales compiladores, o mejor: tratadistas, de las experiencias y observaciones en Italia.

El análisis juicioso y riguroso, fijado hasta en el detalle, lleva a Nicolás Maquiavelo a escribir (en el retiro forzoso de su actividad política) sus tres obras que son enlace entre sí: El Príncipe, el Discurso sobre las primeras décadas de Tito Livio y El arte de la guerra, ninguna de las cuales puede entenderse separada. La primera acabada de la trilogía, El Príncipe, circula de mano en mano, y solo es dada a la imprenta y publicada en 1532 con ‘gracia y privilegio’ del papa Celemente VII; aunque sin embargo, producto de la Contrarreforma de Trento, es incluido dentro de los libros prohibidos en 1559. Las Décadas fue publicada en 1531.

No es que Maquiavelo haya ideado nada amoral en la política; simplemente puso a la luz del día lo que era la práctica de gobierno tanto de repúblicas como de monarquías. Pero lo más impugnado es que aconsejara la doblez, la apariencia, la utilización de cualquier método con tal de poner por encima de todo la razón de Estado.

Una máxima

“Todos ven lo que aparentas, pocos comprenden lo que eres” es una máxima que era ya común, aunque velada, en su época. Pone de manifiesto una particularidad de la naciente sociedad burguesa y el individualismo de ella emanado, acrecentado cada día, y recomienda al gobernante un trato que no afecte los intereses económicos de sus súbditos, ni aun sus enemigos: “Los hombres olvidan más fácilmente la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio”. A lo que liga el consejo de usar de golpe lo más impopular y administrar a cuentagotas los supuestos beneficios: “El mal se hace todo junto y el bien se administra de a poco”.

Contra sus ‘consejos’ se desata toda una oleada de críticos acerbos, comenzando, entre los más notables, por la reina Cristina de Suecia (siglo XVII) en sus comentarios; siguiendo por Federico de Prusia, quien escribió y publicó su Antimaquiavelo en 1740, con prefacio de Voltaire; y continuando con Napoleón Bonaparte. Los dos primeros (Cristina y Federico) se sabe con certeza que además de tener El Príncipe como libro de cabecera practicaban como de actualidad las enseñanzas, o mejor los desvelamientos de la obra.

De Napoleón se sabe que en junio de 1815, tras la batalla de Waterloo, en su carroza se hallaron los manuscritos de los comentarios (hoy se consigue incluso en la red con el título ‘dos obras en una’: El príncipe de Nicolás Maquiavelo comentado por Napoleón Bonaparte). Es justamente el corso quien en uno de sus apuntes o comentarios de pie de página en su libro de lectura anota: “¿Qué importan los fines con tal que se llegue?”. Y en los manuscritos de la carroza había apuntado: “el éxito (no el fin) justifica los medios”. Hay quienes afirman que los manuscritos fueron propaganda negra de los ingleses y sus aliados contra el corso.

Antonio Gramsci

Pensadores posteriores como Antonio Gramsci –ya comentado– fundador del Partido Comunista de Italia y muerto en las cárceles fascistas, escribió un pequeño opúsculo ‘El moderno príncipe’ que se ha insertado en muchas ediciones como prólogo a la obra de Maquiavelo.

“El moderno príncipe, el mito-príncipe, no puede ser una persona real, un individuo concreto; sólo puede ser un organismo, un elemento de sociedad complejo en el cual comience a concretarse una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción. Este organismo ya ha sido dado por el desarrollo histórico y es el partido político: la primera célula en la que se resumen los gérmenes de voluntad colectiva que tienden a devenir universales y totales”.

El marxismo ha considerado El Príncipe como una de las obras fundantes de la ciencia política. Maquiavelo sintetizó lo que había aprendido de los hombres, sobre todo de los detentadores del poder; no buscó enseñar a los hombres cosas que desconocieran. Las puso en negro sobre blanco; manifestó expresamente sus pensamientos y si recomendó la apariencia fue lo sistematizado de la experiencia política en sus largos años al servicio del poder.

Para los comunistas, lejanos a la imputación que se nos hace de seguir solo a los fundadores del socialismo científico, Maquiavelo es uno de los maestros de la política universal y como tal hay que conmemorar, así sea de forma sencilla, el quincentenario de uno de sus escritos.

Sus máximas tienen hoy aplicación en todos los Estados. Véase nada más la apariencia de respeto a las libertades y garantías públicas en EEUU y la práctica impuesta en especial con el espantajo de la lucha contra el terrorismo: conculcación de todas las libertades, por razones de Estado: “Las armas se deben reservar para el último lugar, donde y cuando los otros medios no basten”.

Véase a Juan Manuel Santos, solo como ejemplo: “Es central saber disfrazar bien las cosas y ser maestro en el fingimiento”. Es recomendación que siguen al pie de la letra todos los políticos burgueses del mundo: “Los hombres son tan simples, y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes, que quien engaña encontrará siempre quien se deje engañar”.

Con exactitud no se sabe de qué murió Nicolás Maquiavelo. Uno de sus hijos informa al profesor de la Universidad de Pisa, F. Nelli: “Con lágrimas en los ojos os digo que el 22 de este mes (junio de 1527) nuestro padre Nicolás ha muerto de dolores de entrañas causados por un medicamento que tomó el día 20”. De todas formas su obra sigue viva más que nunca a 500 años de haberse terminado una de las principales, y ese hecho debería al menos recordarse.

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