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Lástima que sea tan breve la vida

Yira Castro: Su risa permanecía entera después de los allanamientos en contra de la libertad de prensa, en un país donde se la prédica falsamente, matando periodistas y sus mejores hombres y mujeres.

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…¡Arrancad lo viejo del corazón!
Las calles son nuestros pinceles,
las plazas son nuestras paletas.
En el libro del tiempo
aún no han sido cantadas,
las páginas de la revolución,
a las calles futuristas
tambores
y poetas.
V. Maiacovski

Armando Orozco Tovar

Todavía descuadernado conservo un tomo de la obra de la Editorial Losada del poeta de la Revolución Rusa, Vladimiro Maiacovski. Prestado por Manuel Cepeda. Es el volumen II, que hacía parte de su arsenal poético, cargado con sus muchos otros libros llevados siempre en sus permanentes mudanzas en arriendo de uno a otro sitio, que con Yira su compañera y sus dos hijos Iván y María habitaban en la clara y lúgubre Bogotá de los sesenta.

Los militares llegaban a cada rato a su casa a las 6 a.m. Y muchas veces se llevaron a Manuel o a Yira. Pero ella a pesar del atropello del sucumbido DAS, seguía estudiando y escribiendo sin pausa en medio del infierno de la pobreza y la constante persecución, siendo capaz de seguir haciendo noticias, reportajes, y de preparar clases para los obreros. Su risa permanecía entera después de los allanamientos en contra de la libertad de prensa, en un país donde se la prédica falsamente, matando periodistas y sus mejores hombres y mujeres.

Sus escritos los publicaba en boletines sindicales, volantes y en la Voz Proletaria, el semanario del Partido Comunista, donde desde muy temprano hizo parte de su redacción. Desde allí hacía conocer, como aún ocurre después de tantos años de haberlos publicado, la situación crítica de los destechados y las mujeres solas de los barrios populares, abandonadas, que morían con sus hijos acorraladas por las múltiples necesidades, que los gobiernos nunca solucionan. Eran denuncias hechas por una joven militante de la Juventud Comunista, casada de diecisiete años por lo civil con Manuel Cepeda Vargas, poeta, artista y dirigente político del PCC, matrimonio denunciado con edictos por todas las capillas por apóstata.

Yira llegó a la dirección del Círculo de Periodista de Bogotá (CPB), intentando sacar al gremio de la pasividad tradicional para que se incorporaran diligentes a la batalla de ideas, que con debates inteligentes y necesarios siempre promovió en torno de los acuciantes problemas nacionales aún sin resolver por la oligarquía parlera de paz pero asesina de dirigentes populares sin un plan de desarrollo social, político y económico en beneficio de las grandes mayorías desamparadas.

En veces la risa de Yira se tornaba irónica, sobre todo al referirse al idiotismo de la clase gobernante, y sus reiteradas falacias, que afortunadamente descree cada vez menos el pueblo organizándose y luchando, como ella lo anunciaba. En plena juventud y alegría por lo que hacía, la llama sincelejana, nacida en el 44 un 20 de febrero, paulatinamente se fue apagando con la enfermedad repentina, que la cercó como antes lo hizo el Estado burgués y sus cuerpos represivos que ella combatió con convicción, estudio e persistencia. Yira Castro -la risa revolucionaria- sigue existiendo hoy en su hija María e hijo Iván Cepeda, senador del poder institucional donde ella con seguridad hubiera llegado…

Momentos antes de partir aquel 9 de julio del 81, dijo: “Lástima que fuera tan breve mi vida para seguir luchando…”.

Alegría de Pío 2/14/2015 3:00 a.m

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