martes, abril 16, 2024
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Las voces de la UP

La UP reivindica su derecho a visibilizar sus banderas en los diversos campos de disputa, incluyendo el electoral, donde participará representando las propuestas de una corriente política ha resistido y que ayuda a construir hoy la fuerza unitaria necesaria para una nueva Colombia.

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Gabriel Becerra Y.

Armando Rada es un profesor de teatro del fronterizo municipio de Maicao; Sonia Nevado, una reconocida defensora de derechos humanos en Barrancabermeja y el Magdalena Medio; Carlos Andrés Pérez, un ex alcalde del Urabá que llega del exilio a su natural Chigorodó; Pável Santodomingo, un joven sociólogo de la Universidad Nacional ligado a las luchas del movimiento de derechos humanos en Bogotá; Marino Grueso, un líder del movimiento étnico popular del Pacífico en el municipio de Guapi; Imelda Daza, una valiente exiliada que no teme hablar claro a la hora de señalar a los responsables de la guerra en Colombia.

A todos ellos, en su diversidad de género, regional, generacional y étnica, los une una historia común: todos hacen parte del legado y la lucha actual de la Unión Patriótica.

Cada quien a su manera lo expresó en la más reciente reunión nacional de este movimiento realizada el pasado fin de semana en la capital de la república, junto a representantes de 25 departamentos del país, presidida por Aída Avella Esquivel.

Para la UP nunca las cosas han sido fáciles. Hoy no podría ser diferente en medio de tan compleja situación nacional. No faltan quienes consideran que la UP debería ser ante todo un movimiento político del pasado. Casi una pieza de museo. Su actualidad: reducirse exclusivamente a las exigencias de verdad, justicia, reparación y no repetición, tanto en el marco de su demanda por genocidio político contra el Estado ante el Sistema Interamericano, como en el contexto de discusión y definición de un acuerdo de paz estable y duradero. Quedarse en la remembranza a sus mártires y en la ejemplar experiencia de transparencia y lealtad a su ideario de apertura democrática y paz dialogada que caracterizó sus mejores años.

Pero no es así. Las voces de Armando, Sonia, Carlos Andrés, Pável, Mariano e Imelda, como las de otros representantes que intervinieron en la Junta Nacional, tenían un tono muy diferente. No hablaban del pasado para quedarse en él. Levantaban la voz de luchadores sociales y políticos informando, analizando y proponiendo salidas a los múltiples desafíos del momento, lo hacían con espíritu amplio, crítico y autocrítico, unitario, fraterno, fieles a las conclusiones del quinto y último congreso nacional de la organización. Ante todo, intervenían sujetos sociales y políticos de nuevas batallas, también víctimas y sobrevivientes de un genocidio, pero sobre los hombros de la memoria gigante de sus mártires, mirando el horizonte con esperanza.

Ese coro polifónico de voces políticas y sociales de la UP actual coincidía, entre otras, en dos grandes tareas: en primer lugar, defender el derecho del pueblo colombiano a la paz y por ende a la solución política negociada. ¡Parar la guerra ya! Exigir un cese de hostilidades y un cese bilateral indefinido. La UP ante todo exige verdad. Sin verdad no habrá reparación y mucho menos justicia capaz de permitir la tan anhelada reconciliación de la familia colombiana y la no repetición.

En segundo lugar unidad, empezando por los más cercanos, pero en perspectiva de un gran Frente Amplio capaz de disputar el gobierno y el poder a los de arriba, a las elites dominantes y al statu quo. Para ello, la UP rechaza las exclusiones políticas de todo tipo y reivindica su derecho a visibilizar sus banderas en los diversos campos de disputa, incluyendo el electoral, donde participará en alianzas y con candidaturas propias representando las propuestas de una corriente política que no solo ha resistido durante los últimos treinta años, sino que con liderazgos como los de Armando, Sonia, Carlos Andrés, Pável, Mariano, Imelda y muchos más, ayuda a construir hoy la fuerza unitaria necesaria para una nueva Colombia.

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