miércoles, abril 24, 2024
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Las brujas de Salem: Una historia de racismo y misoginia

Decenas de inocentes terminaron en la hoguera, o en el cadalso, bajo la historia general de Las brujas de Salem. Muchos años después, los jurados de los famosos tribunales reconocieron haber cometido un grave error. Pero el daño ya estaba hecho.

Ricardo Arenales

A lo largo del siglo XVII, en Europa se vivió una tenebrosa época de persecuciones contra gentes de condición humilde, especialmente mujeres, a las que se acusó de brujería, en medio de una ordalía de señalamientos, mezcla de fanatismo religioso, racismo y misoginia, y centenares de ellas fueron a parar a la hoguera, a la horca o a crudelísimas penas de prisión, en condiciones infrahumanas.

En el caso del Viejo Continente, después de la tenebrosa noche de persecuciones religiosas, se vino a establecer que, en no pocos casos, decenas de mujeres, activistas sociales de la lucha por sus derechos, por la emancipación de yugo patriarcal y contra la explotación social y sexual de la que eran objeto, fueron acusadas injustamente de brujería para castrar esa lucha social incipiente.

Al finalizar esa etapa oscura, durante un período que los historiadores estiman en algo más de un año, en la pacata población de Salem, en Massachusetts, en Estados Unidos, se repitió una historia similar, en la que un puñado de dirigentes religiosos blancos acusaron de brujería a mujeres negras, la mayoría de ellas de procedencia antillana, y que servían en condición de esclavas, bajo diferentes motivaciones, pero con el mismo sesgo de la discriminación racial y de un no disimilado odio hacia la condición de mujer.

Desde su fundación, el pueblo de Salem estuvo dirigido por un grupo de colonos, de convicciones puritanas, entre quienes se destacaba el reverendo Samuel Parris. Este fanático religioso tenía una esclava de nombre Tituba, que también adoptó el apellido Parris, pues entonces se acostumbraba que los esclavos llevaran el apellido de sus amos.

Libertinos

Lo paradójico es que, con el tiempo, se estableció una familia Parris, de color blanco, adinerados, de convicciones políticas y religiosas conservadoras, y una familia Parris de color negro, descendientes de esclavos y políticamente liberales y libertinos. Pues mientras los blancos eran colonos descendientes de Irlanda, los negros eran descendientes antillanos, del Caribe centroamericano.

Hay quienes afirman que la negra Tituba practicaba el vudú y algunas pericias religiosas extrañas a las creencias de sus amos. Se dice que los negros eran díscolos en sus relaciones sexuales, y esa condición terminó enfrentando a los amos blancos con los negros. En medio de esas contradicciones, una hija y una sobrina del viejo Parris empezaron a sufrir una especie de convulsiones, que se mezclaron con expresiones de rebeldía y malacrianza en las dos niñas, que para no dar explicaciones de lo que sufrían, convinieron en acusar a la vieja Tituba de hechicería y de provocarles un diabólico encantamiento.

Perdura el estigma

Los amos de Tituba terminaron acusándola de brujería ante un tribunal eclesiástico que existía en Salem, y finalmente fue condenada a suplicios y a la hoguera. Otras mujeres de igual condición sufrieron el mismo destino. Se ha establecido que entre el 18 de junio y el 22 de septiembre de 1692, el año fatídico de Salem, al menos 19 personas fueron colgadas, torturadas o quemadas en la hoguera. Pero la lista fue más larga. Y en todos los casos, el racismo y la misoginia fueron el común denominador.

Los habitantes de Salem, en esa época, no creían, en el fondo, el cuento de la brujería. Que para ellos resultó siendo un excelente negocio, pues desde entonces creció una próspera industria turística de gentes que iban hasta el pueblo a conocer a las brujas de Salem. De esta circunstancia nació un pacto de silencio, en que los blancos y los más pudientes, no certificaban a ciencia cierta la existencia de prácticas de brujería, pero tampoco las negaban.

Y en la que terminó siendo una historia de fascinación pero al mismo tiempo de vergüenza, decenas de inocentes terminaron en la hoguera, o en el cadalso, bajo la historia general de Las brujas de Salem. Muchos años después, los jurados de los famosos tribunales reconocieron haber cometido un grave error. Pero el daño ya estaba hecho. Sin embargo, la estigmatización y la persecución de tinte racista se siguen expresando con fuerza en la patria de Abraham Lincoln.

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