miércoles, abril 17, 2024
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La libertad de prensa

Es conveniente que para el posacuerdo, en las condiciones de la paz estable y duradera, se acuerden nuevas disposiciones garantistas para toda la prensa, que le ponga freno a los monopolios de la comunicación y le ofrezca condiciones a la prensa alternativa y a la prensa regional

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Editorial del Semanario VOZ

El pasado martes 9 de febrero se celebró en Colombia el Día del Periodista con los acostumbrados saludos de los poderes públicos, los editoriales que resaltan el papel de los periodistas y los comunicados del alto gobierno que proclaman que en el país existe la libertad de prensa y plenas garantías para ejercer el oficio periodístico.

Pura demagogia barata. En los últimos siete años son 142 los periodistas asesinados en el país, convirtiendo a Colombia en uno de los sitios de mayor alto riesgo para los periodistas. La mayoría de los crímenes están en la impunidad y las medidas de protección no son muy efectivas para salvaguardar la vida de los comunicadores. Es la realidad.

Los periodistas son víctimas del seguimiento, de las “chuzadas” y de la hostilidad de los organismos de inteligencia del Estado, que no ven con buenos ojos las denuncias y las investigaciones sobre los desafueros gubernamentales, en especial de la fuerza pública y de la alta oficialidad. De estos procedimientos arbitrarios y totalitarios no se salva ningún periodista, ni siquiera los que adulan al Establecimiento desde los medios burgueses. Con mayor razón lo sienten los opositores y los críticos del régimen.

En VOZ se conoce muy bien este tratamiento. Periodistas asesinados como Manuel Cepeda y Flavio Bedoya; periodistas perseguidos como Carlos A. Lozano Guillén, su director, Alfonso Pardo y Julio Avella, los dos últimos refugiados en el exterior ante la inclemente persecución judicial y del paramilitarismo. Dos bombas han sido colocadas en sus instalaciones y la persecución continúa sin cesar. El Director y varios de los periodistas reciben amenazas, que no tienen eco en las autoridades y tampoco despiertan la solidaridad de los colegas. VOZ vive bajo la sospecha porque aboga por el cambio político y reclama el derecho, inclusive de la insurgencia, a construir la nueva Colombia como es el esfuerzo que hoy se hace en La Habana.

Es lo propio de un régimen de democracia restringida en donde la prensa es sometida bajo prebendas y halagos o mediante la persecución y amenazas. Es el todo vale para defender el statu quo al cual se suman los poderosos medios al servicio del capital y de propiedad de grupos económicos y de transnacionales de la comunicación. Es pertinente recordar la frase del filósofo francés del siglo XVIII, Voltaire: “Si hubiera habido censura de prensa en Roma, no tendríamos hoy ni a Horacio ni a Juvenal, ni los escritos filosóficos de Cicerón”. Aquí no se conocen varias verdades, se falsifica la historia y se niega el derecho de la prensa opositora y de izquierda a existir en pie de igualdad.

No existe el respeto a la prensa alternativa. Se le excluye porque “piensa diferente”. Sus ideas no son las del modelo neoliberal ni las de la democracia occidental y por eso no valen ni se tienen en cuenta. “La emisión de las ideas por la prensa debe ser tan libre como es libre en el hombre la facultad de pensar”, dijo el mexicano Benito Juárez en el siglo XIX.

Otra manifestación de la ausencia de la libertad de prensa es que en Colombia no existe una legislación sobre la prensa alternativa ni las garantías para el ejercicio de la oposición. Es la discriminada de la pauta publicitaria oficial que mueve jugosas sumas anuales del Presupuesto en beneficio de la prensa aceptada, de la “gran prensa”, como la calificó Alfonso López Michelsen, la consentida del sistema dominante.

Es conveniente que para el posacuerdo, en las condiciones de la paz estable y duradera, se acuerden nuevas disposiciones garantistas para toda la prensa, que le ponga freno a los monopolios de la comunicación y le ofrezca condiciones a la prensa alternativa y a la prensa regional que no gozan de las gabelas del poder. Los periodistas de base deben fortalecer el sindicalismo de los trabajadores de la prensa, preocupado por el interés reivindicativo y no por convertir al gremio en un ente social y de apoyo al establecimiento antidemocrático e injusto.

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