viernes, abril 19, 2024
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La historia a contrapelo: III pleno nacional UP

Sergio de Zubiría Samper

En una sociedad como la colombiana, donde los dispositivos de olvido y represión son tan eficaces, constituye una reivindicación política de la memoria la realización el 15 y 16 de marzo de 2013, en la ciudad de Bogotá, del III Pleno de la Unión Patriótica. La “peste del olvido”, tan agudamente descrita en la obra de García Márquez, pretende no dejar ningún rastro para que nadie pueda recordar y nadie pueda jamás pedir justicia. La reunión de más de un centenar de personas, víctimas del genocidio de la UP, está colmada de enseñanzas para nuestro presente.

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La primera lección que se desprende de este encuentro es el reconocimiento de la hostilidad hacia el derecho a la memoria, como si todo trabajara contra su restablecimiento. Para algunos, es una simple acción de “nostalgia”; para otros, el pasado ya es irrecuperable; también existen los que quieren hablar exclusivamente del presente.

Por tanto, para evitar esta relación hostil, debemos plantearnos la necesidad de crear una cultura de la memoria. Crear lugares, hábitos y prácticas para cultivar la memoria en Colombia, lo cual supone escuchar las voces de los testigos. “El valor del testimonio no está en la emoción sino en la revelación de un secreto. La mirada de la víctima ve algo que escapa incluso al ojo del paseante más atento” (Reyes Mate).

La segunda enseñanza es modificar nuestra relación con el pasado, para evitar desfigurar el presente. El pasado no equivale a los hechos acaecidos, ni tampoco es tiempo irrecuperable. Siempre el pasado de las víctimas formará parte del presente, exige rememorar las injusticias pasadas y cuestiona el presente al constatar las promesas aún incumplidas. El filósofo Theodor Adorno expresa con agudeza la necesidad de valorar el pasado, al afirmar: “el sufrimiento es la condición de toda verdad”.

La tercera lección es que la historia tiene interpretaciones diferentes. Existen distinciones entre la historia narrada por los vencedores y la vivida por los oprimidos. Lo que para unos es “progreso” y prosperidad, para otros es muerte y catástrofe. La disputa simbólica y cultural entre esas interpretaciones de la historia es parte del derecho a la memoria. Para los vencidos siempre habrá que guardar memoria de las injusticias cometidas.

La cuarta enseñanza remite a evaluar el legado de la UP a la historia política contemporánea. Una investigación que aún está por hacerse y que otras políticas de la memoria algún día exigirán. La UP es la primera propuesta hacia un proceso colectivo de paz y justicia social. La UP es el antecedente inmediato de la necesidad de transformar la moribunda Constitución de 1886. Es el cuestionamiento más serio a la democracia “formal” colombiana. Es la muestra vital de un pueblo digno, dispuesto siempre a luchar contra el olvido. El debate apenas se inicia.

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