miércoles, abril 24, 2024
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La historia a contrapelo: Constelación del perdón (I)

Sergio de Zubiría Samper

El filósofo Jacques Derrida ha llamado la atención sobre las múltiples dificultades del discurso y las prácticas del perdón. Apoyó a Nelson Mandela en la Comisión Verdad y Reconciliación, creada en 1995 y presidida por el obispo Desmond Tutu. Ante esta Comisión testificaron 15 mil víctimas, trasmitidas de forma pública por televisión, y se recibieron siete mil peticiones de amnistía. Una experiencia histórica bastante relevante para conocer las lógicas del perdón.

Jacques Derrida, filósofo francés
Jacques Derrida, filósofo francés

Algunas de las dificultades señaladas por Derrida hacen parte de las tensiones inherentes a las prácticas contemporáneas del perdón. El primer equívoco: con frecuencia se confunde el perdón con un gran número de conceptos cercanos, como la disculpa, el pesar, el arrepentimiento, el olvido, la confesión, la comprensión, la amnistía, la prescripción, etc., que produce la pérdida de sus límites conceptuales.

La segunda dificultad: a menudo se presenta una contaminación entre la lógica del perdón y la lógica judicial, como si la absolución o sentencia penal reemplazara la práctica del perdón. “El perdón no hace justicia, eso es indudable, no sustituye a la justicia; el valor del perdón es heterogéneo al valor del juicio jurídico”.

La tercera tensión: el lenguaje que le aplicamos actualmente pertenece a una herencia religiosa judeo-cristiana o abrahámica (cristianismos, judaísmo, religiones islámicas), que pretende universalizarse para todos los rituales del perdón.

A partir del Tribunal de Nuremberg se impuso un lenguaje homogéneo del perdón, marcado por la concepción de perdón que subyace en estas religiones. Algunas de sus características son: el perdón apunta al servicio de una meta, la exigencia de arrepentimiento, la necesidad de confesión, la autoinculpación, la acción de conversión y la función de normalización. A culturas no europeas, ni “bíblicas”, se están imponiendo escenas del perdón que no contemplan su contexto singular.

El cuarto escollo, tal vez el mayor problema ético para Derrida, nace de una paradoja: sólo si existe lo imperdonable tiene sentido el perdón. Este es uno de los problemas más discutidos actualmente de su legado filosófico. ¿Hasta dónde se puede perdonar? Si no estuviésemos dispuestos a perdonar más que lo que nos parece perdonable, en términos teológicos el “pecado venial”, la idea misma de perdón desaparecería. Hay que perdonar lo peor, el crimen despiadado, el daño imperdonable. El perdón se anuncia como lo imposible mismo, no como lo fácil y posible.

Derrida, en oposición a distintas tradiciones y autores, plantea un perdón absoluto e incondicional, el perdón sólo lo es si perdona lo imperdonable. Son complejas las constelaciones dialécticas del discurso y las prácticas del perdón. Derrida es tan sólo un buen inicio. Tenemos que enfrentar cuatro dificultades: mejor delimitación conceptual; no confundir lo jurídico con el perdón; deconstruir el monopolio conceptual de las religiones; discutir el carácter condicional o no del perdón.

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