viernes, marzo 29, 2024
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Juan Manuel Santos: Mermelada y doble discurso

El camino para los acuerdos de la mesa de La Habana no ha empezado a construirse en Colombia

Para salvar el proceso de paz, una coalición de fuerzas de izquierda fue decisiva en la reelección de Santos.
Para salvar el proceso de paz, una coalición de fuerzas de izquierda fue decisiva en la reelección de Santos.

Hernán Camacho

Mermelada. Esa es la palabra que adornó la dinámica política en los albores del primer mandato de Juan Manuel Santos y su reelección. Pero a la mermelada se le suma el doble discurso, porque un gobierno que busca la paz en La Habana hace todo lo posible por ahondar las causas del conflicto social en el país.

En un año cargado de dinámica electoral, el mapa político del país cambió en favor del discurso de paz, pero sigue en disputa cuál es el contenido de la misma: la paz que lleva consigo cambios para una apertura democrática o la que simplemente pretende acallar las armas. Toda la agitación política del año 2014 en las calles y con los votos estuvo alrededor de definir la perspectiva de la empresa más importante para el país.

Las contradicciones

En la contienda electoral, por ejemplo, se eligió un Congreso de la República. Una derecha encarnada en la figura del expresidente Álvaro Uribe conquistó diecinueve curules con la bandera de la guerra, la deslegitimación del proceso de paz que se adelanta en Cuba, entre las FARC-EP y el gobierno nacional, y la defensa de sus encartados alfiles políticos por fuera del país. La fascinación uribista tomó vuelo en importantes regiones del país y consiguió un número significativo de representaciones a la Cámara. Su disputa con el bloque de poder representado en Juan Manuel Santos y Germán Vargas Lleras se mantuvo, así como ahondó su instigación divisionista al interior de las Fuerzas Militares.

Por su parte la izquierda se reacomodó con una menguada presencia parlamentaria a la cabeza del Polo Democrático Alternativo. El protagonismo que ganó con una bancada unida se perdió por la división entre las fuerzas de izquierda. No alcanzaron las importantes votaciones de Jorge Robledo e Iván Cepeda para mantener las curules de Senado y Cámara obtenidas en el pasado. Un sector de la izquierda colombiana: el progresismo, se fusionó con el Partido Verde y allí disputaron curules que a la postre resultaron no obteniendo lo calculado. En esa llamada lista de la paz participó el Partido Comunista Colombiano, a la cabeza de Carlos Lozano Guillén, sin lograr la continuidad comunista en el parlamento.

La unidad de la izquierda

En esas elecciones, y después de una década de ausencia, la Unión Patriótica participó tras haberle restituido su personería jurídica. Su última participación había sido en año 2002 en condiciones de desventaja sin que hubiese terminado el genocidio político sobre su militancia. En su V Congreso en el año 2013, la colectividad abordó el tema de su reconstrucción apalancado en la campaña electoral a la Presidencia con Aída Avella, y una lista de candidatos aspirantes a Cámara de Representantes en 19 departamentos. Se obtuvieron casi cien mil votos. Una cifra nada despreciable para un movimiento político que no contó con igualdad de condiciones para su participación política.

Luego llegó la campaña presidencial donde la unidad marcó un punto de partida importante para la izquierda. La Unión Patriótica tomó la decisión de convertirse en fórmula vicepresidencial de Clara López Obregón, candidata del Polo Democrático. Ese hecho político fue bien recibido por la opinión y permitió que la izquierda colombiana, representada en esas dos mujeres, llegara a obtener dos millones de votos, una cifra que reflejó el buen mensaje de unidad.

Ya para la segunda vuelta y decantado el escenario político con la victoria del candidato de la derecha colombiana, Óscar Iván Zuluaga, el ajedrez de la política se movió y de nuevo la paz fue el tablero. El candidato presidente ocupó el segundo lugar, a una considerable distancia del uribismo. Ese hecho advirtió al país la posibilidad real de ver en Casa de Nari a la derecha reaccionaria, pero lo más grave, que el proceso de paz se rompiera en mil pedazos así como los puntos de acuerdo a los que habían llegado las partes.

Allí la izquierda colombiana toma otra decisión audaz, esta vez atendiendo el criterio aquel que señala: la paz por encima de todo. Es así como sectores de la izquierda, y en especial la Unión Patriótica, el Partido Comunista Colombiano y el Polo Democrático Alternativo, anunciaron que votarían por la reelección del presidente Santos, sin más argumento que el de llevar al final del puerto el proceso de paz, ante la inminente amenaza de ser acabado por el uribismo.

Esa decisión le entregó un respaldo a la campaña oficial que le valió sacar una ventaja suficiente en segunda vuelta y reelegirse presidente. Ese hecho cambió el panorama electoral y le entregó un respiro importante a la Mesa de La Habana para continuar sus deliberaciones en un decantado escenario favorable a la salida política del conflicto.

A distancia de La Habana

No obstante, y luego de los primeros cien días de mandato, las miradas se volcaron a la agenda legislativa que emprendía el reelegido presidente. Un panorama nada favorable a la paz. La reforma a la Justicia castrense para ampliar el fuero penal militar es la primera concesión otorgada por el gobierno nacional a sectores militares que se consideran vulnerables ante la Justicia ordinaria por hechos criminales como los falsos positivos.

“Este proyecto de ley contiene una noción distorsionada del derecho internacional humanitario que, en vez de promover su aplicación como marco de protección mediante prohibiciones para la guerra, tal y como lo prevén los Convenios de Ginebra y sus protocolos adicionales, promueve privilegios a favor de una de las partes en el conflicto –las Fuerzas Militares y la Policía– y se utiliza como marco de referencia para justificar o exculpar comportamientos que pueden implicar responsabilidades penales, lo que va en contravía del propio derecho internacional humanitario”, explicó el representante a la Cámara Alirio Uribe.

Otro de los embates legislativos contra la paz es el proyecto de ley 133 de 2014, por medio del cual se permite legalizar el acaparamiento de tierras baldías con destinación campesina, que empresarios, multinacionales y amigos del gobierno han venido obteniendo de manera ilegal para emprender agronegocios. A este respecto, han señalado senadores de la bancada de izquierda, el proyecto de ley será un palo en la rueda para el primer punto del acuerdo suscrito entre las FARC-EP y el gobierno nacional en Cuba.

“Es violatorio y contrario a lo que proponen las organizaciones campesinas, contrario a la ley, a la Constitución, y es un obstáculo a la paz. El acuerdo de Cuba plantea un fondo de tierras constituido por predios baldíos, entre otros, para un desarrollo agrícola en beneficio del campesinado y no del gran capital”, le dijo a VOZ Alberto Castilla, senador del Polo Democrático.

Los TLC

La firma de los tratados de libre comercio con Corea y los acuerdos comerciales con la Alianza del Pacífico conducirán al país a un detrimento aun mayor de la industria colombiana y el agro. En lo que tiene que ver con Corea, le permitirá a la producción industrial de ese país ampliar su presencia en el mercado que hoy se encuentra en un 60%, en la producción de electrodomésticos y en el sector automotriz.

Por otro lado, la configuración de la Alianza Pacífico con México, Chile y Perú pretende contrarrestar la unidad latinoamericana que emerge en multilateralidades como la de Unasur. Por vía de la Alianza Pacífico se pretende oponerse a los intercambios económicos de las naciones del sur que se aspira a extender en todo el continente.

Queda en los colombianos la sensación del doble discurso del presidente Santos, su ausencia de gestos de paz, sus concesiones a la derecha recalcitrante para atacar el proceso de La Habana. Su férreo compromiso por atender las necesidades de las multinacionales por encima de los intereses campesinos y sociales. Y desde la izquierda colombiana se reclama unidad para las batallas políticas que se avecinan. Sin ella, difícilmente se conquistarán los cambios.

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