viernes, marzo 29, 2024
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Jaime Pardo Leal y Carlos Gaviria soñaron con transformar a Colombia

Los dos fueron miembros del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos. Ambos fueron candidatos presidenciales y cada uno, desde su trinchera ideológica, luchó por la ética y la dignificación del ejercicio político

Luis Jairo Ramírez H.

Escuchando la noticia del fallecimiento del doctor Carlos Gaviria Díaz, pensé que después de la candidatura del tribuno liberal Jorge Eliécer Gaitán, asesinado el 9 de abril de 1948 por la intolerancia liberal-conservadora, solo dos hombres, también juristas, poseían la decencia y el temple para cambiar realmente este país y avanzar hacia una paz integral: Jaime Pardo Leal y Carlos Gaviria Díaz.

Pardo Leal, brillante jurista, magistrado, fundador de Asonaljudicial, sindicato de los jueces y la rama judicial, lideró 15 huelgas, que paralizaron las actividades de la Justicia, con las que pretendía reclamar mejores condiciones laborales. Pardo se convirtió en un personaje inconveniente para otras esferas del poder judicial; en 1985 no fue reelegido como magistrado del tribunal superior de Bogotá, sala penal, por sus propios colegas; su pecado era ser sindicalista, militante comunista y reclamar la equidad al momento de impartir justicia.

Jaime Pardo Leal y Carlos Gaviria Díaz integraron el Comité Permanente de Derechos Humanos (CPDH) y fueron candidatos a la presidencia en dos momentos particulares de la vida nacional. En 1986 estaba en pleno apogeo la Unión Patriótica (UP), coalición de izquierdas que acogía en su seno a los primeros comandantes de las FARC, que en cumplimiento de los acuerdos de paz de La Uribe habían tomado la decisión de comenzar a explorar el ejercicio político.

Para acompañar este esfuerzo de paz y reconciliación nacional llegaban al seno de la UP sectores de la izquierda liberal, el FAM, el ADO, sectores de la Anapo, el Partido Comunista Colombiano e infinidad de organizaciones sindicales y sociales, regocijados con el nuevo ambiente de paz; entonces Pardo Leal lidera un programa de cambios democráticos y justicia social para el país. Sus denuncias de los nexos del paramilitarismo con políticos, empresarios y militares lo convirtieron en el hombre más amenazado del país; es asesinado el 11 de octubre de 1987 por una alianza macabra del Estado y grupos paramilitares asociados al narcotráfico.

Carlos Gaviria trabajó durante 25 años en la academia y fue vicerrector de la Universidad de Antioquia. En esa institución alcanzó enorme simpatía entre sus alumnos y encontró una trinchera para la defensa de los derechos humanos en tiempos del Estado de Sitio y de la lucha contra el narcotráfico. Integró el CPDH de Antioquia durante una década y en 1987, tras el asesinato del entonces director del Comité, Héctor Abad Gómez, tuvo que exiliarse en Argentina durante dos años.

De la academia pasó a integrar la primera Corte Constitucional a la que llegó de una terna liberal conformada por el Consejo de Estado; allí Gaviria pudo desarrollar su visión profundamente defensora de la autonomía individual, notoria sobre todo en sentencias como la que despenalizó la dosis personal o la que permitió la eutanasia. Apoyó igualmente la diversidad sexual, la ética pública, las libertades, el derecho a la rebelión, el Estado laico y el aborto, entre muchas otras. Seguramente murió afectado por lo que ocurre con la Corte Constitucional que ayudó a forjar como crisol jurídico.

Convencido de que en Colombia no hay democracia y de que la ignorancia y la pobreza hacen difícil la posibilidad de desarrollar la individualidad, Gaviria se convirtió también en un defensor acérrimo de la igualdad efectiva, como presupuesto para disfrutar las libertades. Pocos dignificaron tanto el Derecho como Carlos Gaviria.

Con la conformación del Polo Democrático Alternativo en 2005, Carlos Gaviria brilló con luz propia. Se convirtió en un luchador por el rescate de la decencia en el ejercicio de la política, tan escasa en Colombia; le repugnaba que los políticos tradicionales se hicieran elegir no para ponerse al servicio de la gente, sino para llenar sus bolsillos con la corrupción. Pregonó la tolerancia, el pluralismo y el respeto a las ideas ajenas, sin perjuicio de defender las propias; fue un gran luchador por la unidad de la izquierda, la democracia y la paz. Eso le costó el estigma de “terrorista” por parte del entonces presidente Álvaro Uribe.

Cada que en la escena política surgen hombres como Pardo Leal o Gaviria, las elites dominantes activan sus artificios represivos y usan los medios masivos de prensa para estigmatizar, calumniar y convertir en blancos a las fuerzas del cambio, para imponer una nueva sensación de frustración en la población.

Como reflexionó alguien: “Qué vergüenza con las generaciones futuras, decirles que este país pudo elegir a humanistas y brillantes juristas como Jaime Pardo Leal o Carlos Gaviria Díaz y escogió a politiqueros mediocres como Virgilio Barco, César Gaviria, Pastrana o Álvaro Uribe, que terminaron de hundir al país en la crisis”.

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