miércoles, abril 17, 2024
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Honduras: Golpe de estado electoral

Observadores internacionales constataron un gigantesco fraude electoral sin precedentes. Partidos de izquierda señalan a la embajada de los Estados Unidos y al asesor J.J. Rendón, como artífices del sablazo

Xiomara Castro ganó en las urnas pero perdió en los computadores del registro electoral.
Xiomara Castro ganó en las urnas pero perdió en los computadores del registro electoral.

Alberto Acevedo

En las elecciones del pasado 24 de noviembre en Honduras, muchos muertos fueron a votar, mientras a los vivos de les impidió hacer uso de ese derecho. Así lo constatan las actas hasta ahora revisadas por presión de los sectores de oposición, que aseguran que les robaron el triunfo electoral, en favor del candidato del oficialista Partido Nacional, Juan Orlando Hernández, a quien el Tribunal Supremo Electoral ratificó el triunfo, con un 36.8 por ciento de los votos.

Con esta decisión del máximo tribunal electoral, la voluntad mayoritaria del pueblo hondureño de cambiar las estructuras obsoletas del país e introducir un paquete de reformas sociales que modernicen y democraticen a Honduras; esa decisión fue cercenada por las élites políticas y económicas. Todo ello en medio de un alto nivel de intervención de la embajada de los Estados Unidos, interesada en mantener el control de un territorio que es fundamental a ese país para el control del istmo centroamericano.

Xiomara Castro de Zelaya, candidata opositora a quien el conteo a boca de urna daba como real ganadora, pero que las autoridades electorales reconocieron apenas un 28.79 por ciento de la votación, habló de “un fraude electoral de proporciones incalculables”.

Y es que el delito no se redujo solamente a la compra de votos, al ofrecimiento de mercados y dinero, de tarjetas de crédito o de cupos para adquirir mercancías en almacenes de cadena, como lo refirió este semanario en su anterior edición.

Los hilos del fraude

En realidad se urdió una trama más compleja, en donde la compra de votos fue lo menos importante. El Tribunal Supremo Electoral, antes de terminar el conteo, en las horas siguientes al cierre de la jornada electoral, ratificaba las actas donde -con fraude incluido-, ganaba el candidato del Partido Nacional, mientras en los lugares donde ganaba la oposición, ordenaba de inmediato la auditoría de las actas electorales. Este auditaje afectó al menos 400 mil votos de la oposición, suficientes para otorgar el triunfo a Xiomara Castro. En al menos el 75 por ciento de las actas auditadas, ganaba la candidata opositora, de acuerdo al reporte de los jurados de votación.

El otro nivel de fraude fue el territorial. Hay mesas donde no apareció ni un solo voto por cuatro candidatos presidenciales diferentes al del Partido Nacional. Desparecieron inclusive los votos de testigos y jurados electorales de esos partidos. Fue a este nivel donde aparecieron votantes con cédulas de personas que habían fallecido, y en donde, por el contrario, se impidió el derecho al sufragio de muchos vivos, a quienes se les dijo que no aparecía su registro, que se trasladó su cédula a otro puesto de votación mucho más lejano, inclusive en el exterior, o simplemente que ya alguien había votado por él unos minutos antes.

Santos, el inoportuno

Este entramado fraudulento se refuerza con un muy bien pensado montaje mediático, con los principales medios de comunicación al servicio de la candidatura oficialista, con censura a los medios independientes y cuyo clímax fue el anuncio de que el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, hacía un extraño e inoportuno reconocimiento al candidato de la burguesía golpista, cuando apenas se contabilizaba el 40 por ciento de las urnas y faltaba un millón de votos por escrutar.

Tan burda fue la maniobra del fraude, que al día siguiente a las elecciones, la sede del Ministerio Público (Fiscalía) fue tomada por tropas del ejército, que notificaron a cientos de funcionarios del ente investigador, que por orden gubernamental deberían regresar a sus casas. La noche anterior, los funcionarios de la Fiscalía habían realizado allanamientos a sedes del Partido Nacional, donde encontraron a funcionarios de esa corporación llenando, firmando y escaneando actas electorales, con resultados a favor de su candidato, Juan Orlando Hernández.

Intervención gringa

Voceros de la oposición, no solamente del Partido Libertad y Refundación, Libre, de Xiomara Castro, sino otros sectores, incluido el Partido Anticorrupción, PAC, que se convirtió en la tercera fuerza política, coincidieron en señalar que la embajada de los Estados Unidos en Tegucigalpa, estuvo estrechamente vinculada al entramado del fraude electoral.

El alto grado de articulación y planificación de la diplomacia americana en el robo de las elecciones en Honduras, es directamente proporcional a la ofensiva contra las fuerzas y los gobiernos populares en la región, lo que contradice las recientes afirmaciones del vicepresidente de los Estados Unidos, John Kerry, en el sentido de que la ‘doctrina Monroe’, de funestas consecuencias en el desarrollo de América Latina, habría llegado a su fin.

Por el contrario, lo que se perfila es un escalamiento en el nivel de interferencia y dominación norteamericana en los destinos de los pueblos de América Latina. En el caso de Honduras, Estados Unidos planificó el golpe de estado contra el presidente constitucional, Manuel Zelaya, hace cuatro años. Fue el primer golpe de estado triunfante bajo la administración de Barack Obama.

La última palabra

En el pasado reciente, Honduras sirvió de base de operaciones de grupos terroristas alentados y financiados por Estados Unidos contra la revolución sandinista en Nicaragua y contra los movimientos de liberación nacional en Guatemala y El Salvador.

En esta ocasión, las de Honduras no eran unas elecciones cualquiera. No solamente eran las primeras después de la crisis política de 2009, con el golpe de estado, sino que por primera vez la hegemonía de más de 100 años de los partidos tradicionales se veía amenazada ante la opción real de que una coalición de fuerzas de izquierda llegara al poder.

El partido Libre, de Xiomara Castro, defendió una plataforma política similar a la que levantó Manuel Zelaya antes del golpe, que plantea reformas a la constitución nacional y otros cambios democráticos. Además, el Partido Libre tiene una poderosa base social de masas, que nació al fragor de la lucha callejera contra el golpe de hace cuatro años. Y Estados Unidos no iba a permitir otro experimento político triunfante en el istmo, como el del Frente Sandinista o el Frente Farabundo Martí. Suficiente tiene con el ejemplo liberador de la Revolución Bolivariana en Venezuela.

En estas condiciones, consumado el fraude, a las fuerzas de oposición sólo les queda el camino de la restructuración de sus fuerzas, de un nuevo reagrupamiento y convocar a las masas a la acción callejera. Son los trabajadores, los campesinos, los estudiantes y los indígenas los que tienen la última palabra en esta dramática coyuntura.

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