jueves, marzo 28, 2024
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Harriet Tubman, conductora en las vías férreas clandestinas

Conocida también como la “Moisés del pueblo negro”, a la edad de 25 años se escapó de sus amos en el estado de Maryland y dedicó el resto de su vida a la liberación de los esclavos.

Harriet Tubman.
Harriet Tubman.

Juan Evangelista Duque

Harriet Tubman, una de las heroínas estadounidenses más distinguidas en la lucha contra la esclavitud, “conductora” en las vías férreas clandestinas que partían de los estados esclavistas, en el lejano sur, y que llegaban hasta el Canadá, sirve hoy en día de inspiración y ejemplo en la lucha contra el racismo y la opresión. Pero aquellas vías, realmente no eran ferroviarias, se trataba de una alegoría.

Las vías férreas clandestinas (en inglés, The Underground Railroad), eran en verdad una amplia red de extensos caminos secretos que los afrodescendientes, después de escaparse de las plantaciones de algodón, de sus amos esclavistas, utilizaban para alcanzar, después de larga travesía, los estados norteños de Estados Unidos y Canadá, territorios en donde la esclavitud estaba prohibida. La expresión vía férrea, se refería a las rutas liberadoras de los esclavos.

Podían localizarse en la nación, incontables rutas que cubrían, en dirección norte hasta el Canadá, distancias de más de 1.500 kilómetros, y que los fugitivos recorrían la mayor parte a pie durante la noche, en ocasiones durante el día, en trayectos cortos, escondidos en carrozas y carretas, eludiendo las autoridades sureñas y los cazadores de esclavos que, por elevadas recompensas, intentaban capturarlos y devolverlos a sus amos. La estrella polar durante la noche o la dirección norte de los montes Apalaches durante el día, servían de orientación en el éxodo de los esclavos hacia el Canadá, en el recorrido de “Egipto hacia Canaán, la tierra prometida”, como lo expresaban figurativamente los afrodescendientes en sus cantos espirituales.

Las vías férreas clandestinas tomaron este nombre simbólico de los fugitivos y abolicionistas quienes las comparaban con los ferrocarriles que se construyeron en los Estados Unidos desde los años veinte del siglo XIX. Las rutas hacia la libertad contaban con “estaciones”, en realidad casas, cabañas, iglesias, granjas, cuevas, refugios, etc., localizadas a lo largo de variados e intrincados caminos, en donde los esclavos fugitivos, llamados “pasajeros” descansaban, se aprovisionaban de alimentos y vestidos; de estación en estación realizaban el prolongado viaje.

Los dueños de las estaciones, conocidos como los “jefes de estación”, pertenecían a múltiples sectores sociales, afrodescendiente libres, indígenas, blancos abolicionistas, y religiosos, metodistas y bautistas. Papel de gran importancia desempeñaron las numerosas estaciones de los cuáqueros, organización religiosa que repudiaba la esclavitud.

Los “conductores”, ayudaban y orientaban a los grupos de fugitivos en su viaje, de una estación a otra, les indicaban por donde evadir los rastreadores de esclavos, les mostraban los caminos a seguir en los bosques y notificaban al “jefe de estación” la llegada de los “pasajeros”.

La red de “estaciones secretas”, el apoyo de sus “jefes”, la guía de los “conductores” y al amplio respaldo del movimiento abolicionista en el norte, eran la única manera de sortear la persecución y de recorrer tan largo y peligroso trayecto hacia la libertad, a través de bosques inhóspitos y ríos caudalosos. Entre los años de 1810 y 1850, más de cien mil afrodescendientes se fugaron de las plantaciones.

Harriet Tubman, excepcional conductora, conocida también como la “Moisés del pueblo negro”, a la edad de 25 años se escapó de sus amos en el estado de Maryland y dedicó el resto de su vida a la liberación de los esclavos. Empleando las argucias más ingeniosas, burlaba la vigilancia de los esclavistas, preparaba y lideraba los escapes en las plantaciones. Luego, recorría de sur a norte las rutas completas, escoltando los grupos de esclavos en su marcha hacia la libertad.

Llegó a realizar diecinueve viajes, desde los estados de Maryland y Georgia hasta el Canadá. Regresaba a las plantaciones, después de completar cada travesía, a liberar más esclavos. Los amos esclavistas llegaron a ofrecer una recompensa hasta de doce mil dólares, fuerte suma en aquel entonces, por la captura de Harriet Tubman, mujer afrodescendiente que constantemente los dejaba sin esclavos. Nunca pudo ser capturada.

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