viernes, marzo 29, 2024
InicioOpiniónEditorialGuerra, política y medios

Guerra, política y medios

En el campo de la política, que es otra forma de guerra, la información sigue siendo un arma, máxime cuando la propiedad de los grandes medios está concentrada en manos de los consorcios económicos, nacionales y extranjeros, como ocurre en Colombia.

monopolios

Carlos Antonio Lozada
integrante del Secretariado de las FARC-EP
@Carlozada_FARC

El artículo publicado en la revista The Economist en el cual se asegura que las FARC-EP tienen una fortuna calculada en 10.500 millones de dólares terminó costándole el cargo al director de la Unidad de Información y Análisis Financiero (UIAF), Luis Edmundo Suárez; ya que días después se conoció que dicho artículo fue elaborado con información obtenida por un periodista de la revista en conversación informal con el funcionario.

Como siempre que se trata de despotricar contra las FARC-EP, una vez conocido el artículo no se hizo esperar la seguidilla de los detractores de oficio respaldando la información publicada por la revista, sin detenerse a analizar las bases que sustentaban la veracidad de la misma.

La más elemental noción de ética debería ser suficiente para que por lo menos después de conocerse la veracidad de los hechos, los autores y propagadores de estas mentiras se sintieran obligados ante la opinión pública a reconocer sus yerros. Pero no, viven seguros de que, en medio de la avalancha de información diaria, sus falacias, sus calumnias y su falta de ética quedan impunes.

Que la información es un arma en la guerra es algo que todo el mundo sabe, al igual que en una guerra la primera víctima es la verdad. Pero es igualmente cierto que en el campo de la política, que es otra forma de guerra, la información sigue siendo un arma, máxime cuando la propiedad de los grandes medios está concentrada en manos de los consorcios económicos, nacionales y extranjeros, como ocurre en Colombia.

Así las cosas, no se puede desconocer la intencionalidad de las campañas mediáticas que, obedeciendo a cada momento del proceso de paz, al igual que en las campañas militares dirigidas dentro del marco de una estrategia, en este caso una estrategia comunicacional, buscan derrotar al contrario, ya no en el campo de combate sino en la arena política, que finalmente viene siendo el más despiadado de los campos de batalla.

Ilustran lo anterior las sucesivas ofensivas mediáticas dirigidas a posicionar determinadas matrices en la opinión, en correspondencia con cada momento del proceso de paz. Así, cuando se anunció el inicio de la fase pública de las conversaciones, no se hizo esperar la gritería que exigía el paredón contra las FARC-EP expresado en un proceso de sometimiento y rendición incondicional, previo arrepentimiento por los pecados cometidos y el paso directo de la dirigencia insurgente a la prisión.

Consecuente con lo anterior, cuando en la Mesa se discutía el tema de Desarrollo Agrario Integral, el calificativo dentro de la matriz rectora fue: las FARC son los mayores despojadores de tierra; durante la discusión del punto 4. Solución al problema de las drogas ilícitas, graduaron a las FARC-EP como el mayor cartel del narcotráfico; y para el momento de la discusión del punto 5. Víctimas, fuimos presentados como los únicos victimarios, responsables de los crímenes más abominables.

Ahora, en momentos en que se discute el punto 3. Fin del Conflicto y se vislumbra la posibilidad real de la firma de un acuerdo final, comienzan a despuntar las ideas fuerza que buscan posicionar en el imaginario colectivo para deslegitimar el actor político que está a punto de incursionar en el escenario de la política abierta.

Artículos de opinión, noticias y hasta seriados de televisión que se promocionan, son verdaderas declaraciones de guerra contra un movimiento político alternativo que apenas está en gestación, y las entendemos como sentencia categórica de las élites: la reconciliación y la convivencia pasan por el sometimiento al establecimiento y sus políticas; de lo contrario, recibirán todo el peso del poderío mediático.

Durante la discusión del punto 2. Participación política, la delegación gubernamental le hizo el esguince a la discusión sobre la democratización del espacio radioeléctrico, la información y la comunicación, que impida la monopolización de los medios masivos de comunicación.

Ahora que debemos abordar el paso de las FARC-EP de movimiento político-militar a organización política abierta es pertinente volver sobre el asunto de la concentración de la propiedad de los medios, una de las expresiones más chocantes de la antidemocracia que impera en Colombia.

Sabemos perfectamente que nuestros detractores no escatimarán esfuerzos en su intento por aplastarnos en la arena política recurriendo a las armas más bajas y al poder de sus medios; pero estamos seguros de que, al igual que lo hicimos durante sus campañas de exterminio militar, al final la verdad terminará por imponerse.

Pero claro, esa historia aún está por escribirse…

RELATED ARTICLES

Most Popular

Recent Comments