martes, abril 23, 2024
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Golpes al corazón de América Latina

La destitución de la presidenta Dilma Rousseff, en un golpe de Estado parlamentario en Brasil y la movilización convocada por la derecha en Venezuela, tiene un denominador común: acrecentar la ofensiva contra los gobiernos progresistas del continente

Alberto Acevedo

El proceso político del denominado impeachment (pliego de cargos y juzgamiento) contra la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, la decisión senatorial de apartarla definitivamente del cargo, y la manifestación de la oposición venezolana, liderada por la Mesa de Unidad Democrática, MUD, convocada para el primero de septiembre, y que le apostó a la salida del presidente Nicolás Maduro del poder, no son hechos aislados, que se circunscriban exclusivamente a la política doméstica de cada país.

Ambos episodios se entrecruzan con un entramado de conspiraciones que apuntan a liquidar los procesos democráticos en América Latina, liderados por gobiernos progresistas, a todas luces incómodos a la política expansionista norteamericana en el continente.

Y es que, como lo han señalado en repetidas ocasiones sectores progresistas de América Latina, la Casa Blanca no es ajena a esta conspiración de los ahora denominados ‘golpes blandos’. Ante una crisis de retroceso estratégico de la política norteamericana en el Medio Oriente, Asia y Europa, Washington se plantea como prioridad recuperar su área de influencia en lo que históricamente denominó su patio trasero.

En esas condiciones, para los Estados Unidos un golpe en Brasil, como el perpetrado hace dos semanas, es tanto como amputar la mitad de América del Sur, asestar una puñalada mortal al proceso de integración, que es símbolo de la soberanía latinoamericana en el siglo XXI.

Moñona con Venezuela

Y si a ello agrega la posibilidad de apartar del poder también a Nicolás Maduro en Venezuela, bajo la modalidad de un referendo plebiscitario exitoso como lo pretende la oposición de derecha de ese país, el imperio haría moñona, recuperando para su esfera de intereses al país con las reservas petroleras más grandes del planeta.

En el caso de Brasil, la derecha de ese país mostró su verdadero rostro, al apoyarse en el parlamento más corrupto, descalificado y reaccionario que ha tenido en las últimas décadas, con el apoyo entusiasta, a su vez, de unos medios de comunicación sin honor, para destruir un régimen democráticamente elegido y promover un gobierno de mafias.

El objetivo era detener el proceso de reformas democráticas avanzadas bajo las dos administraciones del Partido de los Trabajadores, PT, y restaurar por una vía de facto el modelo de desarrollo fracasado en los años 90, con Fernando Collor de Melo y Fernando Henrique Cardozo. Por su parte, el programa económico que esgrime el actual mandatario, Michel Temer, fue derrotado cuatro veces sucesivas en las urnas, por cuanto los electores rechazaron cualquier opción de desarrollo neoliberal, como la que proponen los partidos tradicionales en ese país.

La integración en la mira

La estrategia de la pandilla de Temer y de sus aliados en la Casa Blanca, apunta no solo a apartar del poder al Partido de los Trabajadores en Brasil, sino a acabar con Mercosur y Unasur, y diseñar una alianza Brasil-Argentina, con Temer y Macri, subordinada a los Estados Unidos. A los círculos de poder de estos países les preocupa incluso el papel que ha venido jugando Brasil dentro de los Brics y el desempeño que la potencia suramericana ha tenido en el Banco de Shanghái, que compite con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

En el caso de Venezuela, la derecha de ese país, agrupada en la MUD, le apostó a una movilización masiva para el primero de septiembre, que de acuerdo a sus cálculos, iba a crear una conmoción tal, que sería la coyuntura precisa para provocar la renuncia del presidente Nicolás Maduro.

El proyecto golpista en líneas generales fracasó. En la tarde del primero de septiembre, en una concentración en la Avenida Bolívar, Nicolás Maduro dijo: “Hoy hemos derrotado una intentona golpista”, e invitó a varios de sus ministros a que muestren a la opinión pública las pruebas “de cómo evitamos el golpe de Estado y la emboscada violenta y fascista”.

Acusó públicamente al presidente de la Asamblea Nacional, que no fue ajeno a la preparación del complot desestabilizador: “Ramos Allup sabía de todos estos planes”, puntualizó el mandatario, quien precisó además que tiene listo un decreto, en el marco del estado de excepción, para levantar la inmunidad parlamentaria a quienes se les compruebe complicidad en los planes golpistas.

Llamamiento al diálogo

En el caso del representante de las cámaras legislativas, Maduro dijo que Allup es un “incapaz” que no ha sabido dirigir la Asamblea Nacional. Recordó que en varias ocasiones lo ha llamado a propiciar un diálogo con la oposición, pero Ramos Allup no ha querido. “A este adeco decadente no le vamos a permitir llenar de violencia a Venezuela”, precisó el mandatario.

Un indicador de la tensión que vivió Venezuela la semana pasada a raíz de la convocatoria de la derecha, fueron las palabras del anterior presidente de la Asamblea Nacional y actual vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela, Diosdado Cabello.

En una manifestación, 24 horas antes de la convocatoria del primero de septiembre, Cabello dijo: “No nos vamos a dejar tumbar”. “Si la derecha nos busca mañana, si para mañana, dicen ellos, que es el ‘día final’, que se acaba la revolución, nos van a encontrar en las calles defendiendo la revolución, defendiendo la paz (…) Lo que sí es seguro es que no nos vamos a dejar tumbar. Lo que sí es seguro, es que vamos pa’ la calle. Estamos con Maduro y estamos con Chávez”.

Coincidiendo con la toma de posición del gobierno socialista de Venezuela frente a la escalada golpista, sectores revolucionarios y patrióticos de ese país indicaron que la defensa de la obra social chavista es “una tarea histórica”, pero algunos de ellos, en medio del compromiso, llamaron a dejar de lado la incontinencia verbal de ambas partes y dar paso a la sensatez y al sentido común, que permitan un diálogo edificante que permita encontrar la salida a la crisis que vive el país.

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