viernes, abril 19, 2024
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Francisco el hombre: la leyenda que no muere

El festival reivindica y festeja la victoria sobre el mal, y año tras año le recuerda al Diablo, quien según la leyenda aún se esconde en la Sierra Nevada, que Francisco el Hombre renace con cada rey vallenato.

Participante del Festival de la Leyenda Vallenata.
Participante del Festival de la Leyenda Vallenata.

Ivanovich Jiménez

Finalizando abril e iniciado el mes de mayo, las calles, parques y plazas de Valledupar son el templo de acordeones, cajas y guacharacas. La tarima “Francisco el Hombre”, es testigo de cómo niños, jóvenes y veteranos, en medio de duelos, piquerías y la perfecta ejecución del acordeón, buscan coronarse rey vallenato o rey de la canción inédita. Es el Festival de la Leyenda Vallenata, que en palabras del maestro Carlos Huertas es “donde los acordeones saben llorar y reír”.

Narra la leyenda que una noche, al regresar Francisco después de una parranda de varios días y al ir hacia su pueblo para distraerse en la soledad de la noche, abrió el acordeón y, sobre su burro, como era usual en aquella época, empezó a interpretar sus melodías; de pronto, al terminar una pieza, surgió de inmediato el repertorio de otro acordeonero que desafiante trataba de superarlo; de inmediato Francisco marchó hacia él hasta tenerlo a la vista; su competidor, para sorpresa, era el mismísimo diablo, quien al instante se sentó sobre las raíces de un árbol, abrió su acordeón, y con las notas que le brotaban hizo apagar la luna y todas las estrellas.

El mundo se sumergió en una oscuridad tal que sólo los ojos de Satanás resplandecían como tizones. Sus notas eran las de un gran maestro; algunos dicen que de ese encuentro nació el canto del Amor-Amor, pues Francisco, dueño de grandes virtudes y poseído de mucha fe, lejos de acobardarse con la abrasadora oscuridad, abrió su acordeón e hizo sonar tan hermosa melodía y la magia de la misma devolvió la luz a la luna y a las estrellas, infligiendo mucho temor al demonio. Después clamó a Dios y entonó el Credo al revés con la potencia de su voz, de tal suerte que el Diablo, vencido, exhaló un terrible alarido y con su acordeón a rastras huyó hacia las montañas, de donde no ha vuelto a salir.

El festival reivindica y festeja la victoria sobre el mal, y año tras año le recuerda al Diablo, quien según la leyenda aún se esconde en la Sierra Nevada, que Francisco el Hombre renace con cada rey vallenato.

El Festival Vallenato no solo se ha convertido en uno de los máximos eventos folclóricos del país. También ha sido guardián de la tradición y del vallenato del negro Alejo Durán quien participó en la primera versión después de viajar en su burro desde su pueblo natal: El Paso (Cesar); de Leandro Díaz, el ciego que enamoró a Matilde Lina y que en sus versos exponía la miseria en la que viven gran parte de los colombianos; de Máximo Móvil, quien nos cantó sobre la tragedia de nuestros campesinos; de Rafael Escalona quien nos invitó a soñar con “La casa en el aire”; de Rafael Manjarrez, quien en “Ausencia sentimental” muestra la realidad del estudiante pobre que con nostalgia anhela volver a su tierra; y como dice la canción de Hernando Marín interpretada por Diomedes Díaz, quien soñó con “traer de La Guajira el sentimiento y de las montañas guerrilleras un son de paz”.

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