jueves, marzo 28, 2024
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Flores que se exportan, vidas que se marchitan

Miles de trabajadoras de la Sabana de Bogotá han entregado gran parte de su existencia a laborar en fincas de este producto de exportación. Ahora se encuentran enfermas, desprotegidas y perseguidas por haberse sindicalizado

Juan Carlos Hurtado Fonseca
@aurelianolatino

“Llevo 17 años trabajando aquí. El problema es que ya no tenemos extras por las enfermedades, tenemos la carga laboral completa, aparte tenemos que responder por nuestro trabajo hasta las 2:30. Tengo enfermedad de túnel del carpo, del manguito rotador y columna vertebral. Las adquirí aquí porque cuando ingresé nos hacían unos exámenes y el que estuviera enfermo de algo no lo recibían. Nosotros entramos alentadas a la empresa, ahorita es que ya la empresa y Colmena decidieron que no, que la enfermedad de la columna no era por motivos laborales sino común. En Colmena me estudiaron y quedó que el manguito rotador, el túnel del carpo, los hombros, codos y manos, sí es por mi trabajo”.

“Todo se debe a que trabajé siete años en el diseño de ramos, otros siete años en cultivos, o sea sembrando, haciendo sanidad. Luego estuve en producción, cosecha, siembra y actualmente estoy en desbotone, que igual me está enfermando peor porque las manos están en la misma posición las ocho horas. Tengo una restricción: Colmena me dijo que debía estar cuatro horas en una labor, cuatro en otra; pero cuando volví dijeron que tenía que estar ahí las ocho horas, que era el mejor puesto que podía tener”, explica Blanca Luz Melgarejo, la presidenta de la Organización Nacional de los Trabajadores Obreros de la Floricultura Colombiana (ONOF) en la finca Jardines de los Andes.

Según Blanca Luz, esta empresa es de Camilo Herrera y está ubicada en el kilómetro 25 de la vía Madrid-Facatativá, en Cundinamarca. Para producir pompones, lirios, astromelias, campanulas y eucaliptos cuenta con alrededor de 1.300 empleados, en su mayoría mujeres cabeza de hogar. La mayoría de ellos vinculados por prestación de servicios o a través de oficinas temporales.

Su horario inicia a las seis de la mañana y va hasta las seis o siete de la noche cuando hay extras, algunas veces hasta las nueve. “Se pagan las extras pero no como dice la ley sino como ellos quieran”. Devengan el salario mínimo más las extras. Es decir que saca entre 380 y 400 mil pesos quincenales, de lo que le descuentan los almuerzos.

Porcentaje de enfermos

Nora Barbosa trabaja en la empresa del mismo dueño, Cartucho, donde solo se cultiva pompón: “Es una variedad muy esclavizante porque tiene que estar permanentemente todos los días sembrando, de rodillas. Los primeros cuatro años de trabajo me tocaba hacer las labores de camas o preparación del suelo para sembrar, recoger basuras, llevar al compost, regar agroabonos, nos tocaba el deshierbe, que también es de rodillas. Ya después era solo siembra, desbotone y la cosecha de los ramos”.

“En agosto cumplo 17 años de estar ahí. Hace tres años la EPS me dio restricción médica por problemas de columna. Me dieron la orden para empezar el proceso de calificación por medio de la ARL, pero por miedo a que me echaran yo no lo empecé. Después cuando lo quise hacer fue cuando me llevaron al Ministerio del Trabajo para negociar supuestamente de mutuo acuerdo. Ahorita que me reintegraron intenté hacerlo, fui y radiqué los papeles y me los rechazaron dizque porque en febrero Colsubsidio me había dado unas recomendaciones médicas por la misma patología, pero es ilógico porque yo nunca he estado afiliada a esa entidad”.

Según la ONOF más del 40% de las trabajadoras sufren enfermedades profesionales. “La misma empresa nos dijo que había 460 enfermos y que era un porcentaje muy alto. Esto no es culpa de nosotros porque ellos fueron los que no tomaron las debidas precauciones”.

“Tratan de reubicarnos, pero no se dan cuenta si es la reubicación exacta para cada uno. La reubicación que me dieron a mí en Colmena no me la respetaron, estoy haciendo las mismas labores”.

Aún a la espera

En junio próximo Martha Triana cumple 18 años en Jardines de los Andes. Es una de las negociadoras del sindicato ante la empresa por un petitorio desatendido. También está enferma de la columna, los hombros y las manos porque durante ocho años laboró de rodillas aplicando agroabonos. Desbotonando, otros siete.

Explica los temas medulares del pliego: “De lo más importante es el sueldo. Por ser antiguos, deberíamos tener mejores sueldos. Tenemos el mínimo, nos han quitado muchas cosas. Es decir nos han nivelado con los nuevos, queremos recuperar las cosas que teníamos. Nos lo quitaron porque supuestamente la empresa estaba muy mal y que por colaboración nos quitaban eso, pero que cuando el dólar subiera esas cosas las iban a reintegrar. El dólar subió, la empresa está mejor pero esas cosas no se ven”.

“En el pliego está lo de escala, prima, auxilios de estudio. Sobre la contratación estamos pidiendo que la gente que entre, esté a término indefinido porque están manejando mucha clase de contratos. Por ejemplo entra gente temporal, dura dos o tres días, se van y dejan el trabajo tirado y nosotros somos los que tenemos que responder”.

“Estamos pidiendo es lo que la empresa nos quitó hace más o menos seis años: la escala salarial, una bonificación que teníamos, la prima que nos bajaron y el sueldo que prácticamente nos lo congelaron”, anota Martha.

La empresa negoció solamente por un requerimiento del Ministerio de Trabajo luego de una queja del sindicato. Les pidió bajar las aspiraciones y las trabajadoras lo hicieron; aun así no hay negociaciones.

En la finca existe un pacto colectivo que la Administración maneja a su antojo: “Si el Gobierno aumenta el 4,5%, entonces ellos aumentan menos de la mitad. Dentro del pacto está eso de que a nosotros no nos toca lo de ley sino lo del pacto”.

Como si fuera poco, a las sindicalizadas las persiguen, las excluyen: “A quienes están de manera temporal les estaban dando 50 mil pesos por llevar gente a trabajar, 50 mil pesos por apadrinar, es decir por enseñarles. Les dan 50 mil por permanecer la extra, les hacen rifas de mercados y a nosotros no nos tienen en cuenta, nos han aislado totalmente, nos han sacado, dicen que nosotros no porque estamos enfermos y no trabajamos sino ocho horas”, concluye Martha Triana, la negociadora que sigue a la espera de que la empresa las llame a negociar.

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