jueves, marzo 28, 2024
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Falta de conciencia política

La lucha que la humanidad debe emprender hoy es la de convencer a los sectores que consiguen sobrevivir con dignidad a que se unan a los que no lo consiguen, para combatir a ese 1 por ciento que detenta una cantidad de recursos que si fueran mejor distribuidos harían del mundo un lugar mucho mejor.

Manifestación de europeos contra las medidas de la Troika.
Manifestación de europeos contra las medidas de la Troika.

Gerardo Esteban Vargas*

La explotación humana y de recursos materiales de existencia por parte de las oligarquías sobre los pueblos es un hecho y el poder entender esta situación como derivada de la lógica de la oposición fundamental de clases es conciencia de clase. Su opuesto es la alienación; la imposibilidad de ver la explotación capitalista en la propia vida cotidiana.

Un modo de tener conciencia de clase, es entendiendo la distribución del capital, como lo explica Frei Betto[1. Betto, Frei. Teólogo brasileño y uno de los máximos exponentes de la Teología de la Liberación. Es el autor del libro “Fidel y la Religión”. http://www.cubadebate.cu/opinion/2015/10/25/si-la-clase-media-despertara/#.Vj5g-LcvfIU (Consultado el 6 de noviembre de 2015).]. A partir del 2016 el 1 por ciento de la población mundial, que alcanza hoy en día 7,200 millones de personas, tendrá una fortuna superior a los ingresos del 99 por ciento de esa población. La riqueza mundial alcanzó en el 2013 US$241 billones. Eso significa que 72 millones de personas tendrán en sus manos el 46 por ciento de dicha fortuna, estimada en US$110 billones. Y la gran mayoría de la población mundial, o sea 7.128 millones de gentes, tendrá que sobrevivir con los US$131 billones restantes.

Bajo los datos anteriores, si toda la riqueza de la humanidad fuera dividida por igual entre los 7.200 millones de personas, cada uno tendría un patrimonio de US$33.472 (Con un dólar a $2.895 pesos colombianos, esta cifra rondaría los $96.901.440 anuales, $8.000.000 mensuales). Todos tendrían lo suficiente para vivir con dignidad y por tanto no existiría esa situación de pocas personas con mucho dinero comprando y corrompiendo conciencias y por otro lado, muchos seres con pocos recursos, vendiendo su fuerza de trabajo a bajo costo y sirviendo y obedeciendo a los intereses de los oligarcas, de forma laboral, mercenarios militares e intelectuales, políticos corruptos y población sin educación y falta de conciencia social. No habría hambre, criminalidad, migraciones, mendigos, favelas, mortalidad infantil y quizás hasta ni guerras. Viviríamos en un mundo de equidad e igualdad común entre los seres humanos, una sociedad de prosperidad y paz una gran utopía comunista.

Como el reparto del 54 por ciento de la riqueza mundial entre el 99 por ciento de la humanidad tampoco es ecuánime, se reproduce la desigualdad. Los que tienen lo suficiente para vivir no desean cuestionar a los que integran el selecto grupo del 1 por ciento más rico; prefieren pensar que forman parte de ese contingente microscópico.

En Brasil la renta familiar se triplicó entre el 2000 y 2014. Gracias al gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) pasó de US$7.900 a US$23.400 por año. Sin embargo creció la desigualdad. En la lista del 1 por ciento de los más ricos del mundo hay 296 mil brasileños.

Es común ver a la clase media, que sobrevive con dignidad, hablar contra la distribución de la renta, porque cree que acarrea pérdida de sus recursos. No se da cuenta de que con esta postura, en vez de ayudarse a sí misma, favorece al 1 por ciento que se apropia de la riqueza mundial.

La gran lucha política e ideológica que la humanidad debe emprender hoy en día es la de convencer a los sectores que consiguen sobrevivir con dignidad a que se unan a los que no lo consiguen, para combatir a ese 1 por ciento que detenta una cantidad de recursos que si fueran mejor distribuidos harían del mundo un lugar mucho mejor. El 1 por ciento controla los gobiernos, las comunicaciones, las iglesias y hasta la enseñanza escolar, de tal modo que diseña el pensamiento del 99 por ciento desde la infancia.

La miseria es humillante. Causa revoluciones, estimula la criminalidad, provoca migraciones, favorece el trabajo esclavo, disgrega a las familias y lleva a unas personas a optar por la violencia para conseguir lo que no puede ser obtenido con el trabajo, pues las condiciones para alcanzar buenos cargos en el mercado son absurdamente desiguales.

* Economista Investigador del Centro de Estudios e Investigaciones Sociales (CEIS).

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