El ‘partido’ mayoritario en la vida política del país azteca es el de los no votantes.
Una notoria abstención, que supera el 55% de los ciudadanos convocados a participar en las elecciones municipales del pasado 7 de junio en México, en las que se eligieron alcaldes y gobiernos regionales, hacen que el ‘partido’ mayoritario en la vida política del país azteca sea el de los no votantes.
Si a esto se suma que un 10% de los sufragantes votaron en blanco, y otro 5,5% lo hicieron con la intención de que se anulara el voto, se puede interpretar que el sentimiento mayoritario de los votantes fue manifestar su repudio o desinterés por un gobierno que tras esos resultados es deslegitimado y actúa, hacia futuro, en condición de fracción minoritaria. Esto sin contar con que el partido de gobierno acudió a la compra de votos, al fraude y a la intoxicación mediática del electorado, como es tradicional en la práctica política mexicana.
En este escenario, el gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) alcanzó el 29% de los votos y se mantiene como principal fuerza electoral. En segundo lugar, el Partido Acción Nacional (PAN), con el 20% de los votos. El Partido de la Revolución Democrática (PRD), que levanta un programa reformista, alcanzó el 10% de las papeletas, seguido de la agrupación Morena con el 8%.
La jornada electoral estuvo además salpicada de una serie de protestas del magisterio, sectores estudiantiles, de familiares de los estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, y de otros sectores sociales, que se movilizaron en Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Chiapas. En varias localidades la población declaró el boicot electoral, incluyendo la quema de urnas. Fruto de ese malestar, al menos 603 puestos de votación no fueron abiertos.
El PRD, aunque obtuvo una significativa votación del 10%, sufrió un notable retroceso como fuerza de izquierda. El PRI y el PAN deberán llegar a acuerdos de gobernabilidad. En general, todas las fuerzas políticas que participaron en el proceso, vieron disminuidas sus caudas electorales.
