sábado, abril 20, 2024
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Elección de rector en la UN: apuntes para sembrar la paz y la democracia

Lo que sí hay que lograr es eliminar la politiquería de la UN, la que llega inoculada por los gobiernos nacionales y las administraciones ilegítimas y alejadas de la comunidad, que crean nóminas paralelas y compran muebles ostentosos mientras la universidad que gobiernan se cae a pedazos.

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María Alejandra Rojas
Representante estudiantil Facultad de Medicina, Universidad Nacional
Secretaria general de la FEU Colombia

El pasado 18 de marzo la Ciudad Blanca volvió a brillar con el esplendor que la dignifica como el hogar privilegiado de la ciencia, la tecnología y la cultura. La comunidad universitaria rompió el silencio institucional que mantiene una barrera entre lo constituyente y lo constituido.

Lo constituyente, nosotros y nosotras, la comunidad universitaria activa y deliberante, que enseña, aprende, reflexiona y actúa. El lugar común para hacer posible lo imposible en el país de los cambios imperceptibles y el conformismo. Lo constituido, el actual gobierno universitario de la universidad, coloquialmente enunciado como «los directivos», tan lejanos como ausentes de la comunidad que gobiernan y que aparecen a veces como forma de despotismo ilustrado, a veces en forma de corruptela y clientelismo.

Ese último fue Mantilla, a tal punto que casi logra el mérito de invisibilizar la enorme desfinanciación de la universidad por parte del gobierno con el tristemente célebre escándalo de los sofás de plumas de ganso que compró para su oficina particular en el contexto de una universidad que aún se cae a pedazos.

El 18M, como le llamamos en la histórica Nacho, se realizó la consulta para designar un nuevo rector en la UN. Fue elegido ampliamente el profesor Mario Hernández (le sacó nueve mil votos al actual rector Ignacio Mantilla, quien quedó segundo en la ponderación). Sin embargo, este proceso de designación lo finalizará un Consejo Superior tutelado por el gobierno nacional quien maneja su mayoría (¿cuál autonomía universitaria?). Es evidente que la comunidad educativa de la UN compuesta por profesores, estudiantes, trabajadores, egresados, no determina los rumbos de la universidad.

Quienes están en la actual administración de la universidad, es decir: quienes la gobiernan, esgrimen cuatro argumentos para deslegitimar la consulta e invalidar la democracia. Vale resaltar que la consulta es un mecanismo institucional establecido por los propios estatutos de la UN.

1. “La validez de la consulta reside en la eliminación de los dos candidatos que quedan con menos votos”.

Este primer argumento es irrespetuoso con cualquier mecanismo democrático. ¿Se imagina usted que en el país las elecciones a presidencia de la república sirvieran para eliminar a los dos candidatos que quedan con menos votos? De por sí el sistema electoral colombiano es bastante antidemocrático y desigual, montado sobre la corrupción y la violencia, como para configurar peores mecanismos de exclusión.

Si en una universidad la utilidad de una consulta es eliminar a los dos candidatos con la peor votación, la consulta no debería señalar a quién quiere usted de rector, sino quién cree que no debería ser rector bajo ninguna circunstancia. Si así fuera seguramente la consulta la habría ganado el profesor Mantilla.

2. “En una universidad la meritocracia está por encima de la democracia”.

Este enunciado es muy común y tiene parte de verdad. Pero, ¿quién y cómo se mide el mérito en una universidad? Agravado por el hecho de ser una universidad en crisis como la Nacional, y como las 32 universidades públicas del país. La respuesta que los actuales directivos han dado de manera cómoda es que el CSU tiene mejores elementos de juicio que la comunidad para medir el mérito. No es cierto, nunca lo ha sido.

En la pasada ocasión el profesor Leopoldo Múnera le ganó de manera contundente la consulta al actual rector Ignacio Mantilla. La trayectoria y formación académica y administrativa, y el programa de gobierno que presentó Leopoldo Múnera eran por mucho superiores a los de Ignacio Mantilla. Esto fue reconocido por la comunidad educativa, a través de los diferentes escenarios de debate. Múnera tenía mucho más mérito que Mantilla para ser rector de la Universidad. Pero, si la definición es por mérito, ¿por qué no fue Leopoldo Múnera el rector de la Universidad Nacional? La relatoría en audio evidencia contundentemente el argumento matriz para que el profesor perdiera la rectoría seis votos a dos en el CSU, y consistía en que no era amigo del gobierno nacional.

¿Qué pasó entonces con la autonomía universitaria? ¿Acaso no era la herramienta para la autodeterminación? ¿Dónde queda la autonomía en una universidad cuando el gobierno nacional tiene todo el poder sobre la definición de su gobierno universitario?

Es claro que la definición en ese momento no fue meritocrática, fue una decisión política del gobierno para no cederle a una perspectiva crítica y legítima ante la comunidad, la universidad más importante del país. Es decir, seguir implementando con la connivencia de los directivos universitarios una política de recortes y desfinanciación.

3. “La democracia es sinónimo de politiquería”.

Este argumento se desprende del anterior. Se propugna por una suerte de falsa aristocracia universitaria que estaría más capacitada que los demás e impediría la entrada de «los vicios de la política» a través de la democracia.

Pues bien, con el ejemplo anteriormente mencionado entre Múnera y Mantilla se ve claramente que no es así. Los intereses del gobierno nacional sobre la UN son enormemente políticos (y politiqueros), en el peor de los sentidos: buscan alguien que administre la peor crisis presupuestal de la historia de la universidad sin alborotar el avispero, es decir, sin aunar fuerzas de la sociedad para recuperar el presupuesto público que la Universidad Nacional, y la universidad pública necesita y merece. El aporte en ese sentido de Mantilla fue la estampilla.

Entonces bien: ¿Cómo impedir que la política ingrese a la Universidad Nacional? ¿Bien sea por cuenta de un cuerpo cerrado y tutelado por el gobierno nacional como el CSU, bien sea por cuenta de una democracia abierta? En realidad no hay forma de evitarlo. No es posible ni deseable que la UN esté despojada de política, que es inherente a la disputa por el saber, la construcción del conocimiento y la construcción de comunidad. En la universidad han estado y estarán todas las perspectivas políticas, las formas de ver el mundo, las ideas, los sueños. Eso la hace un hogar para la utopía que mantiene viva.

Lo que sí hay que lograr es eliminar la politiquería de la UN, la que llega inoculada por los gobiernos nacionales y las administraciones ilegítimas y alejadas de la comunidad, que crean nóminas paralelas y compran muebles ostentosos mientras la universidad que gobiernan se cae a pedazos.

4. “La abstención es tan alta en la Universidad, que lo expresado en la consulta no es válido”

Este argumento expresado por quienes esperan reproducir el modelo de Universidad que hasta ahora tenemos, y hacer de ella una casa de la intolerancia, la ausencia de debate y discusión, refleja en efecto una realidad no solo de la Universidad sino de nuestro país. Es completamente cierto que el nivel de abstención cuestiona por completo cualquier mecanismo democrático y su legitimidad, pero es necesario analizar a fondo cuáles son las razones de ésta situación:

1. La cultura de participación se construye a partir de garantías reales para la misma, de lo contrario el cuestionamiento siempre va a ser el mismo: ¿participar para qué si no va a tener incidencia y finalmente el CSU va a designar a quien quiera el gobierno? 2. Algunas formas de hacer política al interior de la Universidad no logran incentivar para participación y en ocasiones traen los mismos vicios de la política tradicional propios de la limitada democracia representativa colombiana. Sin embargo, y pese a las realidades anteriormente expuestas, la pasada consulta de rector tuvo la mayor participación de toda la historia, y el índice de abstención estuvo muy por debajo del que se presenta tradicionalmente en el país.

Para ambas razones la respuesta no puede ser seguir reproduciendo lo mismo y polarizando la Universidad, por el contrario es necesario pensar en propuestas, esquemas y formas que permitan abrir la UN a la democracia para recuperar la autonomía. Posibilitar que la comunidad elija directamente su rector y sus decanos privilegiando unas reglas de juego claras dentro del marco de la deliberación y la democracia que hagan de la participación algo con sentido. Los elementos de meritocracia allí vienen de unas reglas de juego claras, de las hojas de vida de los candidatos, de las veedurías y el control político que debe ejercer la comunidad con mecanismos claros y precisos.

A la par de esto, es necesario incentivar que la democracia se organice, que la comunidad se organice para retroalimentarse y hacerse parte de la universidad y su destino. Darle vida al consejo estudiantil, a la deliberación y a la asamblea. Darle vida a una dinámica de participación que en vez de generar una ruptura radical entre la comunidad y sus directivos, le abra la puerta al diálogo y el entendimiento, a la vida en comunidad. La UN debe abrirse a la democracia.

Por eso es tan importante que se respete la decisión de la comunidad en torno a la definición de su nuevo rector. Por eso es importante llamar a un gran Congreso UN que instituya nuevas formas de participación en democracia en nuestra alma mater y amplíe esa participación desde los escenarios más básicos de cada programa.

Mientras tanto es claro que la comunidad va a ejercer su participación con movilización y diálogo, con creatividad e inteligencia. Para volver a hacer pedagogía sobre la democracia, que debe ser la infraestructura de la paz en Colombia, y que estamos dispuestos a construir como comunidad y a hacer respetar frente al despotismo que busca una nueva imposición en el hogar del saber.

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