jueves, marzo 28, 2024
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El sindicalismo colombiano: Una radiografía necesaria

Factores como las formas de contratación laboral y la persecución a los sindicatos son determinantes a la hora de examinar el inmovilismo de estas organizaciones. Pero también, hay que ver errores y prácticas burocráticas y personalistas de muchos de sus dirigentes

Movilización del Primero de Mayo del 2011, en Bogotá. Foto Juan Carlos Hurtado.
Movilización del Primero de Mayo del 2011, en Bogotá. Foto Juan Carlos Hurtado.

Juan Carlos Hurtado Fonseca

La sociedad colombiana ha sido permeada por una “cultura antisindical” impuesta de manera soterrada desde el poder hegemónico. Medios de comunicación, líderes políticos de derecha, empresarios, académicos y en ocasiones hasta la Iglesia, no escapan a argumentos con los que tratan de culpar a los sindicatos de la necesidad de privatizar empresas del Estado o de la baja productividad de las mismas en el sector privado.

Pero además, el movimiento sindical colombiano atraviesa una larga crisis de carácter estructural, producida por factores de carácter exógeno y endógeno. En primer lugar, la persecución de que es víctima desde hace dos décadas por parte del capital mundial y el exterminio físico sufrido gracias a grupos armados ilegales que responden a estructuras del poder político y económico. El país cuenta con un vergonzoso record en cuanto a asesinatos de dirigentes sindicales en el ámbito mundial. En segundo lugar, grandes deficiencias de carácter ideológico, político y organizativo.

Colombia es el país del mundo donde más se asesinan dirigentes sindicales. Según el departamento de derechos humanos de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, hubo 2.903 muertos desde 1986 hasta 2012, y solo el último año se produjeron 377 violaciones contra dirigentes sindicales: 18 asesinatos, cinco atentados y tres desapariciones forzadas; indicadores de la persistencia de una intención de exterminio del sindicalismo.

Baja afiliación

Los componentes mencionados han generado consecuencias que afectan el normal desarrollo de estas organizaciones y una muy lenta reconstrucción de los tejidos sociales. Solo el 4% de los trabajadores está sindicalizado; elemento atribuible a diversas causas como la estigmatización, la guerra sucia, el alto índice de desempleo y la flexibilización laboral. Puntos que se combinan dentro del contexto de la aplicación del actual modelo económico.

Según el economista e investigador Nelson Fajardo, “La puesta en marcha del modelo de acumulación neoliberal, transnacional y supraestatal. Son cerca de 25 años de su dominio cuya relación con el trabajo es crecientemente agresiva y violenta. La agresividad es manifiesta, no solo en la amenaza tradicional de romper el contrato laboral, sino que toma ribetes depredadores que atentan contra la dignidad humana”.

Otro punto a tener en cuenta en las nuevas relaciones obrero patronales, es el impacto del nuevo ciclo de revolución científica, técnica y tecnológica sobre el mundo del trabajo asalariado. Característica ligada con los problemas de la composición orgánica del capital.

“Efectivamente, la tercera ola de la revolución científica, técnica y tecnológica que se desata a finales del siglo XX, soportada en la revolución de la información, la biotecnología y la robótica; así como la ‘irrupción’ de los problemas ecosistémicos, han modificado sustancialmente los escenarios del trabajo. Los conceptos de tecnologías limpias, ciencia sustentable, efecto marginal de la productividad por innovación, entre otros, indican que las condiciones de trabajo tienden, contradictoriamente, a mejorar; pero siguen siendo enajenadas, con efectos absurdos sobre la espiritualidad humana”, explica el profesor Fajardo.

Prácticas para retroceder

Procedimientos como el pragmatismo y el individualismo, aportan en gran medida a la crisis del movimiento sindical. Sumadas al burocratismo, el caudillismo, el canibalismo interno, el tráfico de influencias y puestos, el trabajo sindical por los viáticos y las prebendas, los vanguardismos, el frío cálculo del beneficio personal, han hecho metástasis en dirigentes en los que las bases creyeron al elegirlos.

La descomposición ética de algunos dirigentes llega al punto de poner sindicatos en función de los patronos para romper movimientos huelguísticos y posicionar un sindicalismo que denominan “democrático, moderno o de concertación”. Solo basta con ver los casos de las huelgas de trabajadores petroleros de Pacific Rubiales en el departamento del Meta, Fenoco en el norte del país o las explotaciones de carbón, palma africana y azúcar, por mencionar solo algunos. En la mayoría de estos sectores las indignas condiciones laborales y de sobreexplotación continúan, con unas formas tercerizadas de vinculación.

Elecciones: un paso

Las próximas elecciones en la CUT, son una oportunidad para empezar a revertir este panorama e iniciar la reconstrucción de un sindicalismo clasista, que esté a la altura de los retos políticos que se avizoran en el marco de un proceso de paz, con el que el sindicalismo no ha estado comprometido de manera decidida.

Un sindicalismo a la altura de las demandas de sus bases, que entienda además que trabajo formal e informal corresponden a formas de explotación diferentes, pero ambos al servicio del gran capital.

Que esté en permanente discusión ideológica, para tener capacidad de negociación y movilización, pero que enfrente las corrientes conciliadoras y oportunistas que han paralizado a estas organizaciones. En conclusión, un sindicalismo a la altura de un país donde el movimiento social abre cada vez más espacios de discusión y movilización para la construcción de una verdadera democracia con justicia social.

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