martes, abril 23, 2024
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El no griego, ejemplo moral para los pueblos

El tema para debatir en este momento no es hacia dónde va Grecia, qué será de la moneda única o si la Unión Europea se salvará. Más bien es urgente preguntarse cuál es el camino que está tomando Europa, y sobre todo a dónde la está llevando su clase dirigente.

El pueblo griego lucha por asumir el control de su propio destino.
El pueblo griego lucha por asumir el control de su propio destino.

Gustavo Tabares Ramírez
Profesor Universidad Distrital FJC

Grecia, maniobrando para evitar el colapso de su sistema financiero, anunció el lunes 29 de junio el cierre de los bancos luego de que el Banco Central Europeo congelara un préstamo de emergencia. El abandono de las negociaciones con la Comisión Europea por parte de Tsipras ha develado la irreconciliable distancia entre la ciudadanía, el establishment europeo y las clases políticas nacionales.

Del llamado al referéndum del 5 de julio pasado por parte del primer ministro griego lo que queda es la indignación que ha provocado esta medida en toda la clase dirigente europea, el silencio de sus intelectuales y las acusaciones a Grecia por gran parte de los medios.

Déficit democrático y distancia que se encuentran también en la así llamada “emergencia” migrante en el Mediterráneo, una crisis humanitaria donde lo que más se destaca es la falta de voluntad de una solución compartida por parte de los socios europeos y revela la pérdida de los ideales que deberían caracterizar a Europa. Así como la deuda de Grecia representa un porcentaje mínimo del presupuesto de la Unión Europea, así la “carga” de los migrantes representa sólo un 0.1% de la población europea.

Tras unas negociaciones con sus acreedores-prestamistas (la Comisión Europea, el Banco Central Europea y el Fondo Monetario Internacional), que duraron 4 meses, éstos presentaron un programa de austeridad por valor de 8.000 millones de euros. Ultimátum, que Tsipras calificó de “extorsión”.

En él se pedía a Grecia que aceptara un (nuevo) plan de rescate “exprés” que incluyera recortes de los salarios de los empleados públicos, recorte de las pensiones, incremento del IVA, liberalización total de las relaciones laborales, incluyendo el permiso de despedidos masivos en el sector privado y toda una serie de medidas antisociales. A cambio, los acreedores ofrecieron una cantidad de capital suficiente para que Grecia pagara todas sus deudas en 2015 y prometieron un acuerdo ulterior en unos meses. En realidad, de esta manera, los acreedores lo ofrecieron todo a cambio de nada.

Ningún Gobierno habría aceptado algo así. Tsipras, de hecho, comprendió la dimensión histórica del momento: “Nuestro objetivo es poner fin a la crisis de la deuda pública griega pero, en estos momentos, nuestra responsabilidad primera e histórica es en defensa de la democracia y la soberanía nacional. Y precisamente esa responsabilidad es la que nos obliga a responder al ultimátum con la voluntad del pueblo griego”.

Tsipras convocó el referéndum y pidió a la UE y al Banco Central Europeo la liquidez suficiente hasta que el pueblo vote. Pero la UE y BCE no se la concedieron, arguyeron que Grecia no la “merecía”.

Al Gobierno griego, entonces, no le quedó más opción que establecer un control de capitales y esperar al referéndum, que se celebró con el resultado ya conocido.

¿Qué significa el ultimátum dado por los acreedores?

Más de lo mismo. Es parte de lo que han traído aparejados los anteriores planes de austeridad, memorandos y otras especies: caída del 25 % del PIB, 26% de desempleo, 52% de desempleo juvenil (el más alto de Europa y tres veces superior al índice anterior a las medidas de austeridad), 45% de pensionados pobres y 40% de los niños bajo el umbral de la pobreza.

Como es de conocimiento público, las demandas financieras hechas por la troika europea han aplastado la economía griega, producido un desempleo masivo, un colapso del sistema bancario, empeorando aún más la crisis de la deuda externa, con un aumento del problema de la deuda a impagables 175 por ciento del PIB. La economía ahora yace arruinada, con una caída precipitada de los ingresos tributarios, una depresión de la producción y del empleo, y con las empresas privadas de capital.

Es difícil entender por qué los acreedores insisten en medidas que claramente ningún gobierno aceptaría porque condenan a más miseria y pobreza. Parece que la auténtica razón que les mueve es la voluntad de castigar políticamente al pueblo griego por haber escogido un Gobierno de izquierda y poner en jaque al Gobierno de Syriza.

En el caso de Grecia, la situación es especialmente sangrante, recientemente una Comisión de Auditoría ad hoc, nombrada por el actual Gobierno, concluyó que parte de la deuda del país heleno es, no ilegítima, sino ilegal. Se trata de deuda que fue contraída por particulares, con instituciones de crédito extranjeras que, conocedoras del riesgo que ello implicaba, concedieron créditos a personas que no podían pagarlos. Parte de esa deuda de entidades financieras privadas fue posteriormente asumida por el Estado, una operación que precisamente no siempre es legal.

Además, diversas estimaciones señalan que poco más de la cuarta parte de la deuda pública griega se originó en compromisos contraídos para equipar sus fuerzas armadas

La troika ahora golpea las puertas con la misma catadura moral del usurero y se enfurece ante la desobediencia griega. Pero tropezó con un obstáculo inesperado: un pueblo que decidió asumir el control de su propio destino y que, tal vez, con ese reflejo de supervivencia, abrió una nueva etapa en la historia del capitalismo mundial. A partir de su ejemplo cualquier política de ajuste podría ser sometida al veredicto de una consulta popular. Malo, muy malo para los capitalistas. Se comprende el odio que generan Alexis Tsipras y Yanis Varoufakis.

El resultado de la consulta puso en evidencia la necesidad de replantear profundamente una situación de quiebra. El caso contrario hubiera significado continuar con las maniobras de austeridad, afectando la sostenibilidad y el gasto fiscal. Además de revueltas sociales y muy posiblemente la elección de un gobierno de extrema derecha.

El tema para debatir en este momento no es hacia dónde va Grecia, qué será de la moneda única o si la Unión Europea se salvará. Más bien es urgente preguntarse cuál es el camino que está tomando Europa, y sobre todo a dónde la está llevando su clase dirigente, tanto la que está en sus capitales como en Bruselas. Se conjuga la tragedia de Grecia con el desplome del mercado de valores en la China; situación que vuelve a dar anuncios de una posible depresión mundial, a más corto plazo, si se genera simetría y simultaneidad en los tiempos de manifestación de la crisis estructural y de largo alcance.

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