jueves, marzo 28, 2024
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El movimiento estudiantil universitario amenazado de muerte

El contexto en el cual se inscribe la racha de amenazas es el de una reactivación de las dinámicas de movilización estudiantil dentro de la Universidad Nacional.

Espantapajaro - pag juvenil

Redacción Juvenil

El jueves 4 de junio se desarrolló, en la sede Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia, una jornada de protección. En un acto simbólico decenas de estudiantes, trabajadores y profesores de la institución construyeron “espantapajarracos” para ahuyentar a las Águilas Negras, que es la forma como se han autodenominado los grupos paramilitares que vienen amenazando a estudiantes y profesores de la Nacho y de otras universidades del país.

Los espantapájaros construidos fueron sembrados en el Jardín de Freud, espacio tradicional de encuentro, descanso y reflexión de los estudiantes de la Facultad de Ciencias Humanas. Ya en la noche, cientos de miembros de la comunidad universitaria se movilizaron, faroles en mano, para construir un cordón luminoso alrededor del campus con el ánimo de blindar a la universidad de la intimidación y la violencia.

Un día después, el viernes en la tarde, al despejarse un cielo nublado que era presagio de lluvia, salió el sol sobre el Jardín de Freud, donde, en medio de los “espantapajarracos” de protección, se realizó la “tercera jornada poética en defensa de la vida”. Estudiantes se reunieron a escuchar la poesía de los maestros José Luis Díaz-Granados, William Fortich y Carlos Satizábal, así como de numerosos poetas jóvenes. Todos los asistentes, con sus versos y su escucha, levantaron una sola voz de rechazo contra los pajarracos amenazantes que osan llamarse águilas.

El pensamiento crítico bajo amenaza

Desde finales del año pasado se inició una racha de amenazas de muerte contra miembros de la comunidad universitaria de la Nacional.

En diciembre, tres estudiantes de sociología fueron amenazados por teléfono; el 7 de mayo de este año, 11 estudiantes de ciencias humanas y tres profesores fueron amenazados a través de un panfleto que recibieron en sus correos electrónicos; esa misma semana dos estudiantes de agronomía recibieron una amenaza en la cual se les daba un plazo perentorio de ocho días para abandonar la universidad y, además de esto, estudiantes de las Residencias Universitarias 10 de Mayo recibieron intimidaciones; el viernes 22 de mayo una estudiante de sociología, que ya había sido previamente amenazada, fue abordada cerca de su casa por dos motorizados quienes le dijeron: “Dejen de joder, chinos hijueputas, o los jodemos”.

El contexto en el cual se inscribe la racha de amenazas es el de una reactivación de las dinámicas de movilización estudiantil dentro de la universidad. En el marco de su diversidad, el estudiantado no ha permanecido impávido ante la imposición antidemocrática del rector y ante las diferentes expresiones de la crisis financiera de su alma máter.

Durante el semestre se desarrolló en la Nacional una asamblea permanente que puede comprenderse a la luz de un proceso de emergencia de nuevas ideas-fuerza en lo profundo del sentido común de la comunidad universitaria: existe la certeza de la necesidad de un completo rediseño institucional, que amplíe la participación de los estamentos en los órganos de gobierno universitario y genere una nueva relación de fuerzas en el seno de la institución, que permita exigirle con eficacia al Gobierno Nacional un aumento sostenido de la financiación estatal a la base presupuestal de la universidad.

Este aumento de la movilización estudiantil junto con un incremento de las amenazas contra estudiantes y profesores no es un rasgo particular de la Universidad Nacional, sino que viene sucediendo de manera desigual en distintas universidades públicas y privadas del país. De forma heterogénea, emergen movilizaciones como respuesta a la crisis estructural de la educación superior. A lo largo y ancho del sistema de universidades públicas, la creciente crisis financiera viene expresándose de distintas maneras que evidencian la precarización progresiva de la educación superior.

El déficit de funcionamiento viene obligando a las universidades públicas a asumir un modelo mendicante de universidad-empresa. En algunas universidades, el Consejo Superior Universitario aprueba un cupo de endeudamiento con el Findeter por doscientos mil millones de pesos, en otras se agencia la precarización de los regímenes de contratación laboral de los trabajadores docentes. En otras se amenaza con cerrar programas insignes, y en algunas incluso se clausuran de manera definitiva las ya alicaídas residencias universitarias.

En cuanto a las amenazas, la racha cobra dimensiones nacionales. Recientemente, estudiantes del Colegio Mayor de Cundinamarca recibieron amenazas de las Águilas Negras. Durante los últimos tiempos el movimiento estudiantil de dicha universidad estuvo impulsando la idea de una constituyente universitaria. En el Politécnico de Medellín también llegaron intimidaciones contra estudiantes, acusados de ser una “coordinadora guerrillera”. En Cúcuta, en la Universidad Francisco de Paula Santander, durante un campamento nocturno en el marco de una dinámica de movilización, estudiantes recibieron intimidaciones y amedrentamientos de parte de desconocidos durante horas.

Los recientes sucesos indican una realidad más oscura. El paramilitarismo continúa haciendo presencia en las universidades de nuestro país, atentando con su existencia y accionar, no solo contra la protesta social, la movilización estudiantil y la integridad de la comunidad universitaria, sino contra el quehacer mismo de la vida académica, restringiendo el libre desarrollo de la libertad de expresión y de cátedra.

El presidente Santos, durante la Primera Cumbre Iberoamericana de Defensores del Pueblo, se refirió a los perpetradores de las amenazas contra estudiantes de sociología como “terroristas de extrema derecha” que buscan atentar contra el proceso de paz. En esa misma oportunidad ordenó a la Policía y a la Fiscalía identificar y perseguir a los autores de estos hechos. Sin embargo, a pesar de este pronunciamiento, las amenazas no solo han continuado en la Nacional y en otras universidades, sino que se han intensificado bajo la forma de amedrentamientos y seguimientos en una auténtica estrategia de terror psicológico.

Los recientes acontecimientos demuestran que los llamados retóricos a las “autoridades competentes” de parte de la presidencia de la República son absolutamente insuficientes. De igual forma, los pronunciamientos de las directivas de las universidades en sus distintos niveles se muestran insuficientes ante la evidencia del escalamiento en las intimidaciones.

Debemos luchar porque exista un compromiso institucional en función de combatir y desmontar las estructuras paramilitares que aún subsisten con la permisividad y anuencia de las instituciones del Estado. Esta debe ser una exigencia a gritos de todos los librepensadores y demócratas colombianos. Triunfar en ese propósito es una condición ineludible para construir en nuestro país una paz estable y duradera que permita hablar de una auténtica apertura democrática.

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