miércoles, abril 24, 2024
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El lenguaje poético anima el proceso revolucionario

La poesía enseña a amar y a sentir el dolor del otro como propio. Quien no ama no es revolucionario, es un simple charlatán producto de la frustración y del analfabetismo político.

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Poeta comunista Édison Peralta González. Foto Nelosi

Nelson Lombana Silva

El lenguaje poético humaniza y dinamiza el proceso revolucionario. La poesía enseña a amar y a sentir el dolor del otro como propio. Quien no ama no es revolucionario, es un simple charlatán producto de la frustración y del analfabetismo político. Es decir, no gusta de la poesía y del manejo correcto del idioma.

La poesía es un arma quizás más potente que un misil, sobre todo si se logra dimensionar su importancia y entender que la revolución socialista apunta a la construcción del hombre nuevo, del cual hablara el guerrillero Ernesto Che Guevara. El hombre humano, demasiado humano, como diría Federico Nietzsche, con capacidad de asombro y de vivir y convivir en comunidad.

Ese es el sentido del proyecto revolucionario. Revolución es cambio en todos los campos posibles que le son inherentes al ser humano. Implica romper con el personalismo, el egoísmo, la petulancia, la imponencia, el sectarismo, el analfabetismo político. Implica acabar con los antivalores del capitalismo y dimensionar la sencillez, el trabajo colectivo, la unidad, la fraternidad, el respeto y la admiración mutua. Una persona que lee poesía se humaniza y se vuelve menos “tosca”. Se entiende así mismo y, sobre todo, entiende a los demás.

Por supuesto que la poesía revolucionaria es teoría y práctica. Es acción y movimiento, compromiso y disciplina revolucionaria, es decir, consciente. Es tolerancia, unidad, alegría y esperanza.

El Tolima cuenta con poetas de versos libertarios oceánicos que aportan al proceso de transición del capitalismo al socialismo. Sus versos vibran unos en el desierto y otros en tierra ubérrima anunciando libertad, paz y justicia social para todos, sin privilegios de ninguna naturaleza.

Ellos no pueden callar. Tampoco quedarse inmóvil esperando ver pasar el cadáver del capitalismo. La voz y la acción deben retumbar con infinita esperanza hacia los cuatro puntos cardinales de la ciudad de Ibagué, el Tolima y Colombia durante las 24 horas del día. La coherencia debe primar por encima de todo. La convicción debe hacer a la conciencia una roca férrea e inquebrantable. Reírle a las dificultades y asumir los elogios con nobleza, sencillez.

Recordamos ahora una vez más al poeta Édison Peralta González. Sus versos son lanzas, misiles, terremotos contra este régimen oligárquico. De las entrañas de Villarrica, uno de los tantos municipios tolimenses golpeados por el terrorismo de Estado, emerge este gladiador comunista con ímpetu demoledor haciendo hablar el pasado y fortaleciendo el presente con la fuerza que da la esperanza en la construcción de una sociedad justa y humana.

Solo dos poemas nos pueden ilustrar y hablar con más exactitud:

He vuelto

He vuelto henchido de versos libertarios
Por estos caminos oscuros y maltrechos
A recoger los pedazos ajados de las venas,
Los cuerpos picados por los buitres,
A denunciar la muerte y los verdugos
Acobardados en los búnker y los medios.
He vuelto: Soldado, policía, mercenario,
Guerrillero, camarada. Te lo digo al oído,
Igual que yo, tú eres esclavo,
Arrastrado por la misma suerte
En las calles, veredas y cuarteles,
La misma bandera de cepos y grilletes.
Somos hijos de Hunahpu – Vuch,
Del sonido del árbol y la lluvia,
Del sol y la utopía de ríos y barrancos.
Ven. Amigo mío, a luchar
Contra el despojo y los lacayos
Que acuchillan la paz desde sus trinos
Y se hartan de sangre
Desde sus cómodos sillones.

Ibagué, mayo de 2015

Elegía – A – 2

Soy uno de los hijos de los hijos de los Cuindes,
Del cielo taimado de todos los verdugos,
Siento en mis costillas el peso de la muerte
Vagando en los espacios de mi espíritu astillado.
No tengo otra cosa que escribir
Que la miseria del árbol desangrado,
Las lágrimas henchidas de los rorros
Entre los pastizales y empedrados,
Del agua que se muere en los atajos,
El vientre de la savia huyéndole al veneno,
El amor atragantado de Cristo en los rituales,
La sangre que brota a borbotones
En el filo de las motosierras,
La rabia de los siglos
Acumulada en la garganta de los héroes,
El horror de la muerte y el miedo a la paz
Apostadas en las pantallas de los topos y los áulicos,
Y el humo negro que recorre
Las paredes aciagas de mi infancia.

Ibagué, mayo 18 de 2015

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