miércoles, abril 17, 2024
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¿El futuro sin agua?

En todo el país se prenden las alarmas por la sequía que sufren varias regiones. La naturaleza pasa cuenta de cobro por los abusos del modelo económico

Juan Carlos Hurtado F.
@aurelianolatino

Cada vez son más las escenas que el país conoce sobre la sequía en algunos departamentos de la Costa Atlántica. Imágenes que contrastan con datos como que Colombia es muy rico en agua, o tiene un promedio tres veces mayor que América Latina y seis veces más que el promedio del mundo.

La ambientalista y coordinadora de la ONG Censat Agua Viva, Tatiana Roa, habló con VOZ para explicar lo que sucede y las posibles salidas a una problemática que puede dejar a todo el país sin agua en el futuro cercano.

–¿Por qué hay unos cambios tan acelerados que provocan estás sequías?

–Es evidente un gran deterioro ambiental. El Caquetá es una de las regiones del mundo donde los procesos de deforestación van a un ritmo muy acelerado. Hace unos años estábamos entre los primeros en el mundo en gestión ambiental, hoy estamos como de 85. Durante los últimos gobiernos se ha ido desmontando el sistema nacional ambiental, hay debilidad institucional y el modelo basado en el extractivismo permite exploración minera en zonas de alta montaña. Todo esto es lo que produce que la población esté sufriendo de falta de agua.

–Y hablando solo de agua, ¿es mucho lo que se ha afectado?

–En 1992 contábamos con 2.680 hectáreas de humedales, 743 cauces de agua y 15.519 kilómetros de longitud fluvial. Ahora tenemos mucha más población pero con un deterioro profundo de los ecosistemas. Acabo de llegar de Córdoba y vi regiones sin agua. Está empezando el fenómeno de El Niño, se supone que las lluvias serán muy pocas o prácticamente ninguna, es decir que para enero del próximo año, cuando se sienta el verano, la situación será muy grave. Si así es ahora sin verano, ¿cómo será en seis meses? En Córdoba hay zonas donde la temperatura está por encima de los 40 grados. Lo mismo en La Guajira.

Se ha denunciado la muerte de miles de reses. Según Fedegán, en los últimos meses han muerto más de un millón de reses por la sequía, y la Defensoría del Pueblo dice que la sequía afecta a 117 municipios. Estas poblaciones sufrirán en los próximos años, no solo ahora.

–¿Qué se ha hecho para tratar de frenar esto?

–Entre el 2007 y el 2010 impulsamos el referendo del agua y uno de sus puntos era la protección a los ecosistemas que garanticen el ciclo hídrico; fue uno de los más polémicos porque implicaría suspender algunas actividades productivas en regiones. Pero, por ejemplo, hoy nos llegó una queja de pobladores de zonas de Melgar, quienes dicen que las petroleras están afectando los acuíferos. En La Guajira -según instituciones del mismo Estado- han muerto miles de niños de hambre y sed. Sin embargo, la empresa minera de El Cerrejón consume 17 mil metros cúbicos de agua diarios para regar vías.

Los responsables

–Cuando suceden estos fenómenos se achacan responsabilidades a todo el mundo: transnacionales, Estado, campesinos. Pero ¿tienen alguna responsabilidad los campesinos que deforestan?

–Achacar toda la culpa a estos fenómenos es una irresponsabilidad. El Estado debe prever qué hacer frente a esto. Pero, por el contrario, vemos cómo la sísmica avanza; en Lebrija pobladores nos informan que un gran lago alrededor del aeropuerto de Palonegro está siendo secado por infraestructura que se construye desde la Aeronáutica.

No es un problema del campesinado sino de cómo las instituciones promovieron este tipo de modelo de producción agropecuaria; es un modelo que implica la deforestación y la implantación de monocultivos, de la utilización de agroquímicos. También hay que entender que el campesino no tiene la tierra, la tienen los terratenientes, gente que ha implantado modelos como la ganadería en latifundio, que son quienes han causado la mayor deforestación. Además, ha habido políticas de gobierno que la han promovido porque para que se le titulara tierra a un campesino tenía que haber tumbado monte.

Veamos los procesos de colonización donde el colono ha sido expulsado de su tierra y ha tenido que meterse a las selvas a tumbar monte para que luego ganaderos por la vía económica o por la fuerza se apropien de esos terrenos. Se le echa la culpa al colono pero no se miran las causas subyacentes de la deforestación, que está detrás de la deforestación.

En el Bajo Sinú hay campesinos que tienen mil metros cuadrados de tierra y con eso deben subsistir. Lo mismo pasa con el campesino que está en los páramos, quien fue expulsado de las zonas bajas, pero hoy que los páramos comienzan a tener valor económico por el precio del agua, empiezan a señalarlos o a estigmatizarlos como los causantes de los problemas de los páramos. No podemos echarle la culpa al último eslabón de la cadena en la que están incorporados sectores políticos, económicos y militares.

La esperanza, la gente

–¿Cuál es la responsabilidad de nosotros como ciudadanos?

–Tenemos que trabajar para transformar las relaciones sociedad-naturaleza que nos han hecho sentir que debemos dominar a la naturaleza, desconocer sus ciclos, desconocer el papel que juegan ciertas especies. Tenemos que entender los ciclos de los ecosistemas, los ciclos de materia, los ciclos de energía. Saber eso nos ayuda a cambiar esas relaciones. También tenemos que trabajar por una cultura en la que el agua juegue un rol fundamental, donde el agua sea determinante en la ordenación de nuestros territorios.

–¿Qué debe hacer el Estado?

–Hoy es la gente quien toma la iniciativa de plantear los caminos, solo ellos tienen la fuerza de cambiar el modelo económico. En los territorios es la gente la que está encontrando las salidas, hay más esperanza en el trabajo de la gente que en las instituciones que están profundizando el modelo, desmontando la legislación y las instituciones ambientales, dando beneficios a las transnacionales y dejando sin presupuesto instituciones.

Hay que ver lo que hace la gente para proteger la laguna de La Cocha; organizaciones campesinas que con trabajo comunitario recuperan los bosques de galería en el río Sinú. Es la gente que conoce su territorio quien genera las posibilidades.

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