miércoles, abril 24, 2024
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El duro precio de la dependencia

Nelson Lombana Silva

En alguna oportunidad un alto personaje norteamericano señalaba sin sonrojarse que para invadir a la hermana República Bolivariana de Venezuela era necesario tomar posesión de Colombia, lo cual de he hecho es ya una realidad, por cuanto junto con Panamá, son los países donde más los Estados Unidos han instalado bases militares.

santos usa

También se ha venido denunciando que los gobiernos colombianos vienen convirtiendo su territorio en el Caín de América, para atacar no solamente los países latinoamericanos que adelantan procesos democráticos y de independencia de la férula imperialista, sino otras partes del mundo.

Esto se corrobora con la base militar gringa instalada en Palanqueros, que a criterio de expertos en la materia es una de las más potentes, sin desconocer la potencialidad militar de las seis bases adicionales que se encuentran regadas por todo el territorio nacional y que los militares colombianos no tienen acceso a ciertas oficinas de esos complejos militares. Una expresión suprema de dominación imperialista y de sumisión de las fuerzas armadas nacionales.

De otro lado, hay que denunciar una vez más la presencia en aguas marítimas colombianas de la IV Flota norteamericana con actitud amenazante y agresiva. A pasos agigantados los Estados Unidos vienen cercando a Latinoamérica, convirtiéndola en un verdadero polvorín que, incluso, por simple error de cálculo se podría desatar un conflicto bélico de vastas proporciones en cualquier momento.

Sin embargo, los Estados Unidos no atacan exclusivamente desde la orilla militar, también lo hacen desde la orilla económica, social, política y cultural. Es todo un paquetazo que reivindica el pensamiento del presidente James Monroe de “América para los americanos” (Léase mejor: para los estadounidenses). En ese oscuro proyecto los movimientos insurgentes son entendidos como “una piedra en el zapato”, quizás por eso el interés de desmovilizarlos.

Por estos días estuvo el presidente Barack Obama de gira por República Dominicana planteando la necesidad de revivir el ALCA, hablando maravillas de los TLC y de la necesidad de profundizarlos. A eso hay que sumar el siniestro y antiambientalista proyecto de la reprimarización de la economía de los países tercermundistas, periféricos o subdesarrollados como Colombia y que el presidente Juan Manuel Santos lo presenta con el nombre pomposo de la “locomotora minero-energética”. No hay que ser experto en el tema del medio ambiente para dimensionar lo catastrófico para la naturaleza y para la humanidad de iniciativas de este talante.

El siniestro proyecto imperialista de los Estados Unidos es integral. La crisis en las alturas de estas potencias las pretende hacer caer sobre los hombros de los países subdesarrollados con todo el ímpetu del dictador desalmado.

También estuvo por Bogotá el señor Biden, vicepresidente de los Estados Unidos. ¿A qué vino? Se podría intuir a ordenarle varias cosas al presidente Santos, entre otras, que recibiera al neofascista y golpista Henrique Capriles. Es el precio que hay que pagar por la dependencia y la falta de soberanía nacional.

A los Estados Unidos no le conviene que Colombia mantenga relaciones diplomáticas respetuosas con la hermana República Bolivariana de Venezuela. No le conviene que el proceso revolucionario que se viene dando en ese país se conozca en Colombia. Teme. Siente pánico. Entonces, ordena hechos grotescos como los que se han presentado en los últimos días, con la complicidad de un gobernante pusilánime, dócil a sus dictámenes y unos medios de comunicación cooptados exclusivamente para dividir y publicitar la mentira y el espíritu guerrerista.

Henrique Capriles es un monigote que manipulan los Estados Unidos y tratan de lavarle su oscura imagen presentándolo como adalid, cuando en realidad es un adinerado que lucha para que su clase social recupere el dominio total en la patria de Bolívar y vuelva la miseria, la explotación del hombre por el hombre, los niños a dormir en las calles, los ancianos a morir sin la protección del Estado, las mujeres a prostituirse por necesidad económica y los jóvenes a retirarse de las escuelas, los colegios y las universidades por falta de recursos económicos.

Quiere además el señor Capriles que los Estados Unidos vuelvan a llevarse el petróleo a precio de huevo, es decir, regalado como sucedía en administraciones anteriores como la de Carlos Andrés Pérez y tantos otros.

Ante la complejidad del accionar oscuro del imperialismo en su ocaso, el desafío de las nuevas fuerzas democráticas y progresistas es inmenso y debe estar a la altura de las circunstancias. Es nuestro deber robustecer el internacionalismo proletario, convocar una conferencia latinoamericana de los movimientos de izquierda y democráticos para asumir posiciones unificadas y consecuentes con el momento histórico. Solo la unidad nos salvará, diría el libertador Simón Bolívar.

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