miércoles, abril 24, 2024
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El drama de ser joven en Colombia

La juventud colombiana libra una batalla descomunal contra las trampas que el capitalismo le coloca para que no salga adelante, ni sea feliz y libre como sucede en los países socialistas.

Sandra Liliana Lombana Prada celebra los 15 años. Foto María Paula Cardona
Sandra Liliana Lombana Prada celebra los 15 años. Foto María Paula Cardona

Nelson Lombana Silva

No hay que hacer mucho esfuerzo intelectual para llegar a la fatal conclusión de que la existencia de la juventud colombiana se constituye en un verdadero drama permanente. Ser joven en este país sudamericano más que ser una ventura es una desventura, sobre todo en la inmensa mayoría que camina silenciosa por los avatares de la vida.

El drama es latente. Sin embargo, poco se sabe de las causas. Hay hermetismo absoluto. Se tergiversa de la forma más burda y todo se presenta como simple suceso aislado y circunstancial que se presenta como producto del azar.

Los aparatos ideológicos y represivos del Estado se unen para colocar a la juventud y al pueblo en su conjunto de espaldas a la realidad. Todo aparece como normal. Durante lo que va corrido de este año, se han presentado 47 suicidios en Ibagué, siendo la mayoría jóvenes que oscilan entre los 13 y 25 años de edad.

Lo que sería escándalo nacional en un país medianamente civilizado, en Colombia solo aparece como noticia entre líneas, tapado totalmente con un titular a cuatro columnas como “Shakira nuevamente embarazada” o “James Rodríguez conquista el corazón futbolero de los europeos”.

La juventud colombiana libra una batalla descomunal contra las trampas que el capitalismo le coloca para que no salga adelante, ni sea feliz y libre como sucede en los países socialistas. Inventa de todo para mantenerla dividida. Usa hábilmente armas mortíferas, tales como: alcoholismo, prostitución, drogadicción, consumismo y distintos grupos que contribuyen a la división permanentemente.

Con motivo de los onomásticos de mi hija Sandra Liliana, nada más y nada menos que las 15 primaveras, el pasado 26 de octubre, le explicábamos la dictadura infernal de los medios de comunicación y la sociedad de consumo. Le decíamos: “Si le dijera que por necesidad económica tenía que colocarse el jean roto, seguramente me haría la protesta más fenomenal y se resistiría a colocárselo, afirmando que sería la más desgraciada del mundo; pero como se lo está recetando la publicidad (especialmente la televisión), usted y millones de jóvenes obedecen sin protestar. Por el contrario, se recrean con su jean roto. ¿No ha reflexionado sobre este fenómeno?”.

La publicidad moldea la conciencia y la coloca al servicio del patrón. Y la conciencia que no se deja moldear así, se ve precisada a padecer los rigores de los aparatos represivos: Las leyes, las cárceles, la militarización, la paramilitarización, etc.

Ese es el panorama de la juventud colombiana contado a groso modo. El desempleo alcanza índices dramáticos, la calidad de la educación cede y las posibilidades de llegar a un centro educativo son difíciles y complejas. Además, no hay expectativas, éstas se mueven en el escenario frágil de las excepcionalidades. Casos aislados y singulares, como el pobrecito James Rodríguez, que seguramente muchas hambres pasó de niño a ser hoy un gran adinerado. Gabo poder conquistar el Premio Nobel de Literatura. Elkin Patarroyo, coronar la cima de la medicina en su área, etc.

No debes castigar ni hacer trabajar

El Estado, siempre con su doble moral, de dientes para afuera se declara defensor y admirador de la juventud. En consecuencia, legisla supuestamente a su favor. Por ejemplo, a los niños no hay que “castigarlos”; por el contrario, hay que dejarlos hacer y deshacer a su antojo. Un niño de 8 años le decía a su amiguito de tertulia: “Si mi papá me pega lo demando”, y señalaba la oficina de la fiscalía.

Tampoco hay que hacerlo trabajar. Como quien dice: “Si se le enseña a trabajar se está traumatizando”.

Así las cosas, ¿qué tipo de juventud se está levantando en Colombia? El Estado hábilmente ata las manos de los padres de familia y después se va lanza en ristre contra ellos acusándolos de ineptos, irresponsables y complacientes. Es decir: malo porque boga, malo porque no boga.

Ciertamente, no resulta fácil interpretar la jugada maquiavélica de la burguesía para mantener rendida y de espalda a la realidad a la juventud. Incluyendo a los jóvenes que en medio de la tempestad tratan de romper ese embeleco y asumir una posición crítica y propositiva. Ellos son amenazados de muerte y tratados de terroristas.

Desde la perspectiva materialista, sabemos perfectamente que quien hizo evolucionar a la especie humana fue el trabajo. El trabajo no se aprende de la noche a la mañana, es un proceso complejo con avances y retrocesos. Entonces, ¿por qué va a ser dañino enseñar al niño desde pequeño a trabajar?

De otra parte, ¿por qué va a ser traumatizante corregir oportunamente al niño? ¿Acaso el ser humano nace aprendido? ¿Acaso el deber de los padres no es corregir a sus hijos?

De todo esto, se podría intuir el interés malsano del Estado capitalista de tener una sociedad light, amorfa, sin brújula, sin metas y sin proyección, pues así resultaría más fácil para manipular y explotar. Un pueblo educado se organiza, lucha y cambia; un pueblo ignorante es fácil manejo de los intereses de la oligarquía, se congratula defendiendo estos intereses, sacrificando los suyos. La juventud está en el laberinto y el único general es la esperanza en un cambio de sistema. De lo contrario, estaríamos condenados a otros cien años de soledad, como bien lo dijera Gabriel García Márquez.

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