viernes, marzo 29, 2024
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Edith Piaf, el ‘Pequeño gorrión de París’

Considerada una leyenda de la música popular francesa, Piaf dio un enorme salto, de mujer autodidacta a figura de la canción, que todavía hoy, cien años después de su nacimiento, recuerdan muchos de sus fans en el mundo entero

Edith Piaf.
Edith Piaf.

Ricardo Arenales

La vida de Edith Piaf fue tan intensa como accidentada. Muchas de sus canciones adquirieron tanta notoriedad, que más tarde fueron interpretadas por gigantes de la canción como Louis Armstrong, Areta Franklin, Ella Fitzgerald y Luciano Pavarotti, entre otros.

Si alguna persona en la vida ha pasado por diversos sufrimientos, por los rigores de la pobreza y la humillación, antes de quejarse, debería conocer primero la vida de Edith Piaf, y después opinar sobre la suya propia.

Registrada con el nombre de Edith Giovanna Gassion, nació el 19 de diciembre de 1915, en Belleville, uno de los distritos más deprimidos de París, literalmente en la calle. Hija de padres alcohólicos, cuando su madre, apurada por los dolores del parto, pretendía llegar hasta un hospital de maternidad, vio precipitar el nacimiento, que se llevó a cabo, en las escaleras de una casa, en una esquina de barrio, asistida por dos agentes de policía.

Su madre, separada del marido, en condiciones de extrema pobreza, y entregada a la bebida, renunció a la crianza de su hija. Decidió entregarla a la abuela de la niña, que para entonces administraba un prostíbulo de mala muerte.

Muy joven se convirtió en una estrella

De hecho, la pequeña Edith fue criada por prostitutas. A los cuatro años padeció meningitis, que le provocó una ceguera temporal. Por esa época, el padre de la niña regresó, para ‘rescatarla’, y con ella se fue a trabajar en un circo, donde la niña cantaba. Más tarde, ambos cantaron en las calles, procurándose algunas monedas para sobrevivir.

A los 16 años quedó embarazada de su novio, pero su hija Castelle, murió de meningitis a los 24 meses de nacida. Volvió a las calles a su oficio, donde la conoció el empresario Louis Leplée, quien quedó fascinado con su voz y la contrató para trabajar en un bar. Fue él quien la bautizó como la Piaf, utilizando una palabra del idioma francés que significa ‘pequeño gorrión’, haciendo alusión no solo a su portentosa voz, sino a su baja estatura.

Leplée la convirtió en una estrella. A su cabaret llegaba gente famosa; pero al poco tiempo el empresario apareció asesinado en su despacho. Piaf no solo había perdido a un amigo, sino que para la policía aparecía como sospechosa del crimen.

No fue cualquier mujer

A partir de ese momento comenzó a beber, a drogarse de manera desaforada, la palabra exceso no hacía parte de su vocabulario. Se acostaba con cualquiera, disfrutaba de cada uno de sus amantes. A finales de los años 30 conoció al arreglista Raymond Asso, quien la sacó del pantano.

Volvió a cosechar grandes éxitos, que le proporcionaron enormes sumas de dinero, que derrochaba con sus amantes o ayudando a gente pobre, a quien le solicitara ayuda. Jamás olvidó su origen humilde.

Tras la invasión a Francia por parte de las tropas fascistas alemanas durante la segunda guerra mundial, Edith Piaf siguió cantando y asumió una posición antifascista. Prueba de ello es que protegió a artistas judíos perseguidos por las tropas alemanas. Asistía a conciertos en plena guerra y ayudaba a escapar a prisioneros de los campos de concentración.

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