jueves, marzo 28, 2024
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Domenico Losurdo. Radiografía de 20 años de la oposición en la URSS

Miguel A. Montes

Domenico Losurdo en Stalin historia de una leyenda negra (Ed. Viejo Topo 2008) nos sumerge en la lucha de oposición interna dentro del partido bolchevique durante 20 años. Sin pelos en la lengua Losurdo cataloga nada menos que de “guerra civil” a la pugna entre la oposición y la mayoría del partido bolchevique y del gobierno soviético. Término que utiliza tanto por los métodos de terrorismo individual, como de amenaza de golpe de estado e infiltración en el aparato estatal, que desde 1918 existieron en la URSS.

Foto: seriykotik1970 via photopin cc
Foto: seriykotik1970 via photopin cc

Las tres guerras civiles

Losurdo indica que, en el período histórico que va de 1918 hasta la invasión nazi, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) es arrastrada de un estado de excepción a otro, de una guerra civil a otra: la guerra de intervención imperialista (1918-21), la guerra contra la colectivización agraria, y la guerra de la oposición dentro del partido bolchevique, guerra atravesada por sabotajes, actos terroristas, complots, injerencia y conspiración de las potencias capitalistas, contrarrevolucionarios blancos, etc.

Este es el contexto de formación de la URSS bajo la dirección de Stalin en el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), contexto que en la lucha de clases contempla lo más importante de los triunfos de la revolución, la colectivización del campo, la industrialización socialista, la alfabetización de las masas, pueblos y naciones enteras, la creación de un bienestar social gratuito, la creciente popularidad de la URSS en el movimiento obrero internacional y la intelectualidad progresista, la participación creciente de las masas en la defensa y construcción de la nueva civilización socialista y la victoria sobre el nazismo donde las potencias capitalistas europeas fracasaron.

Es en este contexto y entre bastidores donde se dirimía el conflicto con la oposición dentro del propio partido bolchevique.

La oposición permanente

Las diferencias no eran puramente ideológicas, sino fundamentalmente políticas, tanto en la estrategia como en la táctica del partido, en todos los frentes: sindical, cuestión agraria, política internacional, cuestión nacional y colonial, política de bolchevización de los partidos comunistas europeos y papel de la Internacional Comunista. La oposición cristalizó tanto a izquierda como a derecha en torno a una minoría de la dirección bolchevique en todos los debates.

En el desarrollo de los debates permanentes oposición / línea general del partido, sorprende en estos debates la incoherencia mostrada por Trotski respecto a sus posiciones anteriores. Lo cual da la impresión de que en realidad más que divergencias de principios eran cuestiones de correlación de fuerzas dentro del propio partido lo que se dirimían.

Defendió la existencia de corrientes en el partido, pero hacia los sindicatos les deparaba la militarización contra la opinión de Lenin y de la mayoría del Partido bolchevique, atacó la NEP, pero cuando años más tarde se inició la colectivización agraria y la industrialización socialista con los primeros planes quinquenales, también cuestionó a la dirección del partido y se alió con la ¡oposición de derecha! contraria a la colectivización (Bujarin, Rikov y Tomski), y qué decir de la tesis de Lenin erróneamente atribuida a Stalin sobre el “socialismo en un solo país”, que fue uno de los blancos preferidos no sólo de Trotski, sino de líderes socialdemócratas como Bauer y Kautski.

Gramsci contra el Bloque de Oposición

Frente a esta pugna permanente que se extendía de forma fraccional más allá de las discusiones de los congresos del partido, uno de los dirigentes comunistas que más ha aportado al desarrollo de la teoría marxista-leninista, Gramsci, tan manoseado, manipulado y tergiversado, fue bien claro y dialéctico en este debate de “ideas”. En una reunión del comité central de febrero de 1925 del Partido Comunista de Italia (PCI) condenó la oposición de Trostki dentro del partido bolchevique, catalogándola de ser objetivamente un “movimiento contrarrevolucionario”[1. ¡Manos fuera del camarada Antonio Gramsci (José Antonio Egido) (pág. 86) Ed. Templando el Acero. 2013.].

Como secretario general del PCI escribió una carta al comité central del PCUS (octubre 1926) advirtiendo de que los enemigos de clase, el imperialismo, lógicamente deseaban que la crisis interna conduciese al fin del Estado obrero. Alarmó sobre las repercusiones negativas tanto para el PCUS como para la Internacional Comunista “si la minoría de oposición no acepta con la máxima lealtad… la disciplina revolucionaria del partido” y más grave aun si este bloque de oposición rechaza la democracia como medio de lucha[2. Carta al Comité Central del PCUS (Antonio Gramsci). http://www.gramsci.org.ar/3/31.htm].

Apoya sin titubeos a la mayoría del partido bolchevique: “La actitud de la oposición afecta a toda la línea política del comité central…consideramos… justa la línea política de la mayoría del comité central del PCUS… la actitud de la oposición… hiere, por tanto, el corazón mismo de la doctrina leninista y de la acción política de nuestro partido de la URSS… y se ponen en peligro…, los pilares del Estado obrero y de la revolución”[3. Carta al Comité Central del PCUS (Antonio Gramsci). http://www.gramsci.org.ar/3/31.htm].

Gramsci también toma posición en el debate, advirtiendo que el proletariado no puede llegar a ser clase dominante ni mantener su hegemonía y su dictadura si no supera sus intereses corporativos, estrechos, si no sacrifica sus intereses inmediatos a los intereses generales de clase y a la alianza obrero-campesina, considera necesaria la Nueva Política Económica (NEP) como periodo de transición para garantizar la hegemonía de la clase obrera sobre la mayoría del país.

En consecuencia, “desde el punto de vista del espíritu corporativo y no desde el leninista… se encuentra la raíz del error del bloque de oposición… En la ideología y en la práctica del bloque de oposición renace plenamente toda la tradición de la socialdemocracia y el sindicalismo… Sólo una firme unidad y una firme disciplina en el partido que gobierna el Estado obrero puede asegurar la hegemonía proletaria… Los camaradas Zinóviev, Trostki y Kámenev… A ellos especialmente nos dirigimos, como a los mayores responsables de esta situación”[4. Carta al Comité Central del PCUS (Antonio Gramsci). http://www.gramsci.org.ar/3/31.htm].

Y en el III Congreso del PCI en 1926 (Tesis de Lyon), Gramsci condenaría que puedan existir fracciones dentro del partido[5. Tesis de Lyon (Antonio Gramsci). http://www.gramsci.org.ar/3/26.htm], aclarando además que “la lealtad de todos los elementos del partido al comité central debe ser no sólo un hecho puramente organizativo y disciplinario, sino un verdadero principio de la ética revolucionaria”[6. Informe de Gramsci sobre el III Congreso del PCI. http://www.gramsci.org.ar/3/27.htm].

De golpes de estado y apología del terrorismo individual

La cristalización de esta “guerra civil” interna ya apareció cuando la oposición de izquierdas, encabezada en esta ocasión por Bujarin en 1918, perfila la idea del golpe de estado para evitar la paz de Brest-Litovsk. Bujarin en aquella ocasión contemplaba incluso la posibilidad de la pérdida del poder soviético. Cinco años después revelaría que, tras la crisis de Brest-Litovsk, existía un plan de la “oposición de izquierdas” para dividir al partido, derribar a Lenin y establecer un nuevo gobierno ruso[7. La gran conspiración contra Rusia, Michael Sayers y Albert E. Khan, pág. 23. Ed. Templando el Acero 2013.].

Salvando las distancias, el asesinato de Kirov en 1934, que Losurdo destaca como miembro del politburó de entera confianza de Stalin, desmontando todos los mitos desatados por Kruchev en su informe “secreto” sobre el supuesto complot de Stalin en su asesinato, coincidió con la apelación de Trostki, ya en el exilio, a la juventud soviética llamándola a una nueva revolución que presentía cercana.

El propio Trotski, después de haber señalado sin compasión su desprecio por Kirov, preguntándose sobre las causas de su asesinato, relatadas por Losurdo, dice: “Si supiésemos que Nikolaev ha golpeado intencionadamente en un intento de vengar a los obreros cuyos derechos pisoteaba Kirov, nuestras simpatías irían sin reservas para el terrorista”.

El propio Trotski, como bien indica Losurdo, dice que este terrorismo individual no tiene nada que ver con los atentados de los kulaks, que el terrorismo más reciente no se apoyaba en las viejas clases dirigentes, y que los terroristas de “última generación” se reclutaban exclusivamente entre la “juventud soviética”, que las viejas clases ya fueron despachadas en la revolución de octubre y en la colectivización agraria, se habían resignado, pero no así el proletariado “bloqueado y oprimido por la burocracia estalinista”, y apuntilla: “el atentado contra Kirov y la difusión del terrorismo entre la juventud soviética son el síntoma del aislamiento y de la hostilidad que rodean y alcanzan a los usurpadores del poder soviético”.

Esta argumentación, que es una clara apología del terrorismo individual nada menos que contra el Estado soviético, abría un campo de esperanza en la oposición, una base material, para la lucha por el poder, para desplazar a “los usurpadores del poder soviético”. Una vez Trotski fundara la IV Internacional opuesta a la Internacional Comunista, ésta enarbolaría en sus proclamas constantes una “lucha mortal” contra el “estalinismo” para acabar con “una facción condenada por la historia”.

Un partido dentro del partido para derrocar al gobierno

Siguiendo a Losurdo, Boris Souvarine (ex comunista francés colaborador de la patronal francesa y de los nazis) describía, sin dejar equívoco, a la oposición en la URSS como una organización clandestina dentro del partido, con su estructura dirigente, sus agentes, sus grupos de base, etc. Ruth Fischer, miembro del presídium de la Komitern (1922-1924), en sus memorias confesaba haber participado en la organización en la URSS de la “resistencia contra el régimen totalitario”. El bloque de oposición constituido a mediados de los años 20 encabezado por Zinoviev y Kámenev se acerca a Trotski y desarrolla una red clandestina que se extiende hasta Vladivostok.

En todo el país se establecieron imprentas clandestinas y se crearon células en el ejército, el cuerpo diplomático, las instituciones del Estado soviético y en el partido[8. La gran conspiración contra Rusia, Michael Sayers y Albert E. Khan, pág. 176. Ed. Templando el Acero 2013.]). Un partido dentro del partido. La oposición a pesar de que fuera combatida por el Estado soviético sobrevivió y creció en los años 30 en el ejército, la administración, el partido, las ciudades y el campo. Fischer señala sin complejos el recurso al golpe de estado con apoyo militar como táctica del grupo dirigente de oposición para derrocar al gobierno.

Esta situación descrita puede hacer parecer que en el partido bolchevique no existía el debate, la libertad de expresión en las posiciones, la crítica y autocrítica, etc. Nada más lejos de la verdad. Prueba de ello es que incluso tras la muerte de Lenin, desde 1924 hasta 1927, se produjo una incesante controversia pública, debates en los órganos del Comité Ejecutivo del Congreso de la URSS y el Comité Central del partido, discusiones acaloradas en los soviets locales y órganos locales del partido, vasta literatura oposicionista de libros y folletos no impedida por la censura.

Este debate público entre miembros del partido se cerró en octubre de 1927, en el XV Congreso. Los resultados de la discusión fueron desastrosos para el bloque de oposición, votaron a favor de la política del Comité Central 724 mil afiliados y en favor de la “plataforma de los 83” encabezada por Kámenev, Zinoviev y Sokolnikov, y apoyada por Trotski, cuatro mil, es decir, menos del 1%. A partir de entonces la oposición pasaría a la organización clandestina como método de lucha principal.

Curzio Malaparte en 1931 (Técnica del golpe de estado) indica que Trotski en el exilio no renuncia a su objetivo de derrocar a Stalin, y destaca la proliferación de los actos de sabotaje en vías de ferrocarril, centrales eléctricas, telégrafos, etc., y que los agentes trotskistas se infiltran por todas partes. Según Losurdo, incluso en la GPU se refugia un núcleo de fieles a Trotski, muchas octavillas de la oposición se publicaban en la imprenta de la GPU, y un historiador yanqui contemporáneo señala a Yagoda, responsable de la NKVD (1934-1936), como doble agente.

El comunista suizo Humbert Droz, dirigente de la Komitern, relata que en 1929 Bujarin, que rompe con Stalin tras el abandono de la NEP y el inicio de la colectivización en el campo[9. Decisión tomada en el XV Congreso del PCUS para resolver la falta de abastecimiento de alimentos a las ciudades en el invierno 1927-1928 a raíz de la cristalización en el campo de los kulaks que especulaban con el suministro y el hambre, y por la necesidad de iniciar las bases de la industrialización socialista.], le puso al corriente de los contactos de su grupo con la fracción Zinoviev-Kámenev[10. La oposición de izquierdas, inicialmente constituida por Trotski y Preobrazhenski, en torno a la construcción del socialismo en la URSS consideraba, igual que Kaustky y Otto Bauer, la imposibilidad de la revolución socialista en un país en el que los campesinos medios y pobres constituían la mayoría de la población mediante medidas transitorias (NEP). Este grupo, al contrario de Lenin, negaba la posibilidad del socialismo en un solo país, la única alternativa para el sostenimiento del poder soviético era la revolución en Occidente.]), para coordinar la lucha contra Stalin, una lucha en la que no se descartaba el recurso al terrorismo individual para eliminar a Stalin (aquí ya no se habla de simple apología). Mientras tanto, Bujarin dirigía el órgano de expresión del gobierno soviético Izvestia, combinando trabajo legal con el ilegal, como método “leninista”, para derrocar al gobierno soviético.

Losurdo nos sitúa a un Trotski en el exilio siguiendo con las proclamas que preveían la inevitable caída del régimen estalinista, y concretamente, coincidiendo con el ascenso al poder en Alemania del nazismo en 1933, escribiría que la liquidación del “régimen de Stalin” es inevitable y no muy lejano. Este dirigente menchevique, ex bolchevique, y ex soviético, recibe ese mismo año el visado del gobierno francés de Daladier. La ya citada Ruth Fischer revelaría la creencia del gobierno francés de que la posición de Stalin era débil, que contemplaba la reagrupación de la oposición y la posibilidad del retorno de Trotski a Moscú como dirigente de primer nivel.

Juicios de Moscú y revuelta en el ejército

Pero aún hay más. Los juicios de Moscú denunciados de punta a punta, desde Soljenitsyn[11. Antisemita partidario del zarismo, admirador del régimen franquista, etc.] hasta Trotski, pasando por Kruschev (informe “secreto”), como meras purgas sangrientas, dejan de tener rigor cuando un historiador trotskista (Rowogin) cita una octavilla que en los años 30 llamaba a barrer del Kremlin “al dictador fascista y su claque”. El mismo historiador también señala la conspiración “antiestalinista” del mariscal Tujachevski. Entre los círculos diplomáticos europeos circula el rumor del golpe, en 1937 al presidente checoslovaco Benes llegan informaciones de “negociaciones secretas” entre el gobierno nazi y el mariscal Tujachevsky, Rikov y otros.

Paralelamente el “Boletín de Oposición” trotskista anuncia una revuelta del ejército. Por esta época, anticipándose a los juicios de Moscú, Trotski señalaba que dejaba de tener sentido el lema de la “reforma del PCUS” y que había que pasar a la “lucha frontal”, que los “auténticos revolucionarios no pueden inspirarse prácticas de los pacifistas pequeño burgueses” (sic), que sólo por la violencia puede verse obligada la burocracia a “devolver el poder a la vanguardia proletaria”, o sea a él y su bloque de oposición.

El 6 de enero de 1937, en una entrevista realizada por el magnate de prensa Willian Randolp Hearts (el ciudadano Kane de Orson Welles) en el New York Evening Journal, Trotski declararía: “…Stalin se ha colocado por encima de toda crítica y por encima del Estado y es imposible desplazarlo a menos que se le asesine. Cada oposicionista se convierte ipso facto en terrorista”[12. La gran conspiración contra Rusia, Michael Sayers y Albert E. Khan, pág. 195. Ed. Templando el Acero 2013.]. Con esta declaración pública, Trotski desprendía una clara fijación obsesiva de su lucha por el poder a cualquier precio, y no precisamente contra los capitalistas, sino contra la “burocracia estalinista”.

En provecho de las superpotencias capitalistas

Ante esta situación de pugna interna clandestina por el poder, no es descabellado pensar, como ya lo hizo Gramsci en su carta al PCUS en 1926, que las superpotencias capitalistas intentasen sacar tajada.

Ya en 1918 los socialistas revolucionarios promovieron sublevaciones contrarrevolucionarias contra el gobierno soviético (además del atentado contra Lenin, Volodarski, comisario de prensa del Soviet, fue asesinado por un socialista revolucionario), e incluso desde dentro del Estado soviético se filtró el terrorismo individual, el atentado contra el embajador alemán Mirbach se haría desde las propias filas de la Cheka, por el provocador socialrevolucionario Yakov Blumkin, con el objetivo de reanudar la guerra con Alemania, lo cual era de interés para las potencias capitalistas occidentales con el claro objetivo de derribar el poder surgido de la revolución socialista de Octubre.

Los responsables chekistas fueron fusilados, sin embargo Blumkin escaparía, convirtiéndose en persona de entera confianza y miembro de la guardia personal de Trotski[13. La gran conspiración contra Rusia, Michael Sayers y Albert E. Khan, págs. 23 y 173. Ed. Templando el Acero 2013.], y encargándose de la correspondencia que éste mandaba desde Turquía a sus aliados en la URSS[14. http://en.wikipedia.org/wiki/Yakov_Blumkin]. Trotski, en 1937, revelaría que Blumkin fue miembro de la oposición social-revolucionaria y que había tomado parte en la insurrección contra los bolcheviques[15. La gran conspiración contra Rusia, Michael Sayers y Albert E. Khan, págs. 23 y 173. Ed. Templando el Acero 2013.].

¿Qué papel jugó Trotski en el citado conflicto de Brest-Litovsk como comisario de exteriores del gobierno de los soviets? En las propias negociaciones de paz con Alemania, contravino la orientación del partido negándose a la firma del tratado, con la esperanza de que que los soldados y obreros alemanes realizaran su revolución y reclamaran espontáneamente la paz impidiendo solo así la invasión de la URSS, decisión que permitió que el imperialismo alemán reanudara la ofensiva militar y, tras ser frenado su avance sobre Petrogrado, en Narva y Pskov, se impusiera una paz mucho más vergonzosa con la pérdida de Ucrania, Bielorrusia y los países bálticos.

Lenin con toda razón catalogó el papel que Trotski había jugado en las negociaciones de paz como ayuda a los imperialistas alemanes.

La prensa amarilla y los servicios secretos hacen eco de “la revolución traicionada”

Como es lógico, las posiciones de Trotski contra el “régimen de Stalin” se hicieron eco en la prensa reaccionaria y amarilla. Fue un hecho corriente que lord Rothemere o Hearts, magnates de la prensa inglesa y yanqui, acusaran a Stalin de nada menos que “traicionar la revolución” (sic), y que incluso la autobiografía de Trotski (Mi vida) se convirtiera en el manual preferido de los servicios secretos antisoviéticos. La policía japonesa lo hizo de lectura obligada a los presos comunistas chinos y japoneses para quebrantar la moral y convencerlos de que la revolución soviética les había traicionado[16. La gran conspiración contra Rusia, Michael Sayers y Albert E. Khan, pág. 193. Ed. Templando el Acero 2013.].

El propio Gramsci, en la citada carta dirigida al PCUS en 1926, se escandalizaba por la utilización que hacían los periódicos fascistas de las propias declaraciones del bloque de oposición del PCUS acerca de la conversión inexorable de los soviets en un estado capitalista, y del triunfo del fascismo sobre el bolchevismo, proclamas que el propio régimen fascista italiano utilizaba para quebrar la aversión de la clase obrera al gobierno de Mussolini[17. Carta al Comité Central del PCUS (Antonio Gramsci). http://www.gramsci.org.ar/3/31.htm]. El “mosqueo” del camarada Gramsci no carecía de rigor de clase.

Invasión imperialista para tumbar al gobierno

El citado boletín de oposición no se cansaba de pintar el desastre inminente del régimen soviético, de predecir la crisis industrial, la guerra civil, el desplome del ejército rojo al primer ataque extranjero, etc.[18. La gran conspiración contra Rusia, Michael Sayers y Albert E. Khan, pág. 194. Ed. Templando el Acero 2013.]). En un artículo de la revista yanqui American Mercury en marzo de 1937, a la pregunta de si la URSS saldría invicta de la guerra que se aproxima, Trotski diría: “…si la guerra se mantiene como tal, la derrota de la URSS será inevitable, pues desde el punto de vista técnico, económico y militar el imperialismo es incomparablemente más fuerte. Si la revolución en el Occidente no lo contiene, el imperialismo barrerá el presente régimen”[19. La gran conspiración contra Rusia, Michael Sayers y Albert E. Khan, pág. 195 Ed. Templando el Acero 2013.].

En tal sentido, remitiéndose metafísicamente al binomio que había llevado a los bolcheviques al poder (derrota militar del zarismo-victoria de la revolución), pero ignorando las contradicciones internas (burguesía-proletariado) sin las cuales no hubiera sido posible la revolución socialista, Trotski “preveía” o esperaba que una victoria militar de los nazis sobre la URSS pudiera costarle la cabeza a la burocracia del Kremlin mediante una revolución. Previsión que nunca se cumplió tras las primeras derrotas militares soviéticas frente a la Wehrmacht, el pueblo en armas y el ejército rojo lucharon en el frente y en la retaguardia apoyando a su gobierno.

Esta “previsión” de liquidación de la burocracia mediante la invasión militar y la “revolución” bien podía pasar ante los ojos de Stalin como la confirmación de la convergencia objetiva entre los dirigentes nazis y la oposición trotskista, y que ambas tenían el mismo interés del derrumbe interno de la URSS.

Losurdo va más lejos al afirmar que ni tan siquiera la invasión de la URSS habría acabado con los intentos de la oposición de conquistar el poder. Ya en abril de 1939 Trotski se había pronunciado a favor de la “liberación de Ucrania”. La reflexión que se impone dado el contexto, es que la Alemania nazi acababa de llevar a cabo el descuartizamiento de Checoslovaquia y se incrementaban las voces que indicaban a la URSS, especialmente Ucrania, como objetivo, además Ucrania siempre fue un objetivo económico del imperialismo alemán como cantera de materias primas, energéticas y productos agropecuarios.

Incluso Kerenski, nada sospechoso de simpatizar con Stalin y la URSS, desde el exilio denuncia esta posición de Trotski como favorable a los planes de Hitler.

Combate contra la política de paz y seguridad colectiva frente a las potencias fascistas

La política internacionalista del gobierno soviético y la Internacional Comunista era también objeto de debate y oposición. El 24 de septiembre de 1938, cuando los nazis avanzaban sobre Checoslovaquia, un periódico trotskista de Nueva York (Socialist Appeal) declaraba que Checoslovaquia era un “aborto nacional de la infame conferencia de Versalles” y que la democracia de Checoslovaquia era una “excusa para la explotación capitalista”. Con estas consignas se mantenía por toda Europa y América una posición contra la defensa de las naciones pequeñas frente a las potencias imperialistas y especialmente contra la política de seguridad colectiva de la URSS.

Mientras Austria, Abisinia, España, China y Checoslovaquia eran invadidas por Alemania, Italia y Japón, la IV Internacional clamaba que la propaganda de seguridad colectiva era “una incitación a la guerra” (sic). Trotski, en este contexto de agresión fascista, afirmaba que la defensa del Estado nacional era una “tarea reaccionaria” (sic), que la “labor del proletariado no es defender el Estado nacional, sino destruirlo”.

Esta propaganda culminaba con la lucha e ignorancia de las resoluciones del VII Congreso de la Internacional Comunista, de la naturaleza de clase del Estado soviético, del frente único de la clase obrera, la desgarradora pugna contra los frentes populares en los países capitalistas, los frentes antiimperialistas en los países coloniales, y el frente internacional de lucha por la paz.

Trotskistas como C.L. James clamaban que el frente único propuesto por Stalin es la “unidad para llevar a los obreros a la guerra imperialista”, y Trotski, tan desafortunado en sus previsiones, predecía en abril de 1937 que la victoria sobre Alemania y Japón puede traer “la destrucción del fascismo en Alemania y el establecimiento del fascismo en Francia”, ya que para vencer a Hitler se debe “poseer una máquina militar enorme” [20. La gran conspiración contra Rusia, Michael Sayers y Albert E. Khan, pág. 287 y 288. Ed. Templando el Acero 2013.], etc.

Equivocarse de bando en la lucha de clases

Losurdo indica que por su parte la IV Internacional, creada en septiembre de 1938, no paraba de reconocer la necesidad de derrocar a la burocracia soviética “mediante la sublevación de los trabajadores” (abril 1939), vaticinaba el “derrumbe de la burocracia estalinista” en pocos meses (septiembre 1939) y que Stalin y su oligarquía representaban el “peligro principal para la URSS” (abril 1940). Con este etiquetaje hacia el gobierno de la URSS no es descabellado pensar que la oposición trotskista, aunque no estuviera al servicio directo del enemigo, sí que estaba dispuesta a acompañarlo en sus acciones y objetivos.

No sorprende que, tras el comienzo de la Operación Barbarroja, Goebbels se jactara de la utilización de tres radios clandestinas en Rusia como instrumento de agresión (la trotskista, la separatista y la nacionalista rusa). Según Losurdo, cualquier gobierno habría encontrado en organizaciones de esta orientación una amenaza para su seguridad, y más categóricamente concluye que Trotski deseaba la guerra, porque en ella veía la única posibilidad de derrocar a Stalin.

Gramsci, en la carta al PCUS citada, recordaba que una de las enseñanzas de Lenin era el estudio de los juicios de nuestros enemigos de clase, señalando la expectación y esperanza que abrigaban la burguesía y los Estados capitalistas para que el conflicto interno del PCUS acarreara el fin de la dictadura del proletariado, consiguiendo lo que ni las invasiones, ni las insurrecciones de los guardias blancos pudieron. Es evidente que ni Trotski ni los grupos oposicionistas dentro del partido bolchevique sacaron enseñanza alguna de esa advertencia de Lenin.

Como si fuera una maldición, preso de su rígido y dogmático esquema antileninista y antibolchevique cultivado desde 1903 en su pugna con Lenin, Trotski hasta el final fue incapaz de entender en la práctica, por mucho que hablara de “Estado obrero deformado”, la naturaleza de clase del Estado soviético para colocarse en contra en vez de acompañar a las acciones de los enemigos de clase, confundiéndose de bando entre los mismos enemigos de la URSS. También le tocó vivir su lucha contra la “burocracia estalinista” sin conseguir aportar la dirección de una experiencia revolucionaria victoriosa digna de tal nombre.

Por el contrario, Lenin primero y Stalin a continuación entendieron el carácter de clase de la dictadura del proletariado en la URSS frente al imperialismo, dirigieron la victoria de Octubre, la victoria de la construcción socialista y la victoria sobre el fascismo, la ampliación mundial del proceso revolucionario, y ello, muy a pesar de las previsiones nada científicas de Trotski.

Kaos en la Red

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