viernes, marzo 29, 2024
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¡Detener ya la matanza de palestinos!

Lo que se ha puesto en marcha es un plan de exterminio contra la población árabe-palestina, sin que las Naciones Unidas hagan nada por contener la barbarie sionista

Alberto Acevedo

La brutal y descomunal máquina de guerra que Israel ha puesto en marcha contra el pueblo palestino no es una simple retaliación por la muerte de tres jóvenes judíos, cuyos móviles aún no están suficientemente esclarecidos; por el contrario, el incidente se tomó como pretexto para elevar la escalada criminal de exterminio contra un pueblo al que se le niega su existencia como estado, y al que se quiere expulsar de su territorio para afianzar un proyecto sionista y racista.

En una semana larga desde que se inició la ofensiva militar contra los territorios de Cisjordania y la Franja de Gaza, las tropas israelíes han causado la muerte de casi 200 personas, incluyendo niños, mujeres y ancianos. Al menos las dos terceras partes de las víctimas, entre quienes se cuentan más de mil heridos, pertenecen a la población civil, indicaron fuentes de prensa.

Al finalizar la semana, después de que el gobierno de Tel Aviv ordenó el llamamiento a filas de unos 40 mil reservistas, comenzaron los ataques contra objetivos civiles desde buques de guerra de la Armada sionista, a lo que se sumaron las primeras operaciones de tropas terrestres y los bombardeos de al menos 400 objetivos en territorios palestinos.

Lo que se ha puesto en marcha con mayor fiereza es un plan de exterminio contra un pueblo, un proyecto de limpieza étnica, una política que se remonta a épocas anteriores a la creación del estado de Israel en mayo de 1948.

Plan de exterminio

Antes de que las Naciones Unidas, en ese año, reconocieran la existencia de Israel como estado, milicias sionistas adelantaron el Plan Delet, que consistía en la elaboración de ‘listas negras’ de palestinos para asesinarlos. En esa época fueron desalojadas al menos 500 aldeas palestinas. Entonces se produjo el desplazamiento de 850 mil personas. Hoy los desplazados son 4,5 millones de palestinos, casi la mitad de la población originaria de esa región.

El exterminio del pueblo palestino ha sido el objetivo de los círculos sionistas más atrasados y recalcitrantes, casi siempre empotrados en el gobierno desde el nacimiento de Israel como nación. Bajo el lema de “un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo”, han alentado la idea de “transferir” a la población árabe de Palestina a otros países árabes para ellos apropiarse de sus tierras. Pero como la región ya estaba poblada, con una sociedad constituida, han optado por una campaña sistemática de despojo y desplazamiento. De hecho, la construcción de asentamientos judíos en territorios ocupados hace parte de esa política nefasta.

Para consolidar ese objetivo, los israelíes a lo largo de medio siglo han acudido a diversas formas de segregación, de castigos colectivos, de genocidio, de prácticas racistas, en la idea de despoblar a Palestina. Impusieron muros del Apartheid, una política de estrangulamiento social con el control de alimentos, medicinas, de agua potable, del derecho a la libre locomoción de las personas y las masacres, casi todas en la Franja de Gaza.

Pretexto

La matanza de estos días obedece pues a un proyecto histórico de exterminio del pueblo palestino. La muerte de los tres muchachos judíos, cuyos cadáveres fueron descubiertos el pasado 30 de junio, y que se pueden atribuir a un hecho de delincuencia común, y politizado a conveniencia del gobierno de Israel, fueron el pretexto para desatar la ofensiva genocida.

Por cierto, los tres muchachos muertos eran colonos judíos y residían en asentamientos ilegales en la ciudad palestina de Al-Jalil, que los israelíes en forma provocadora denominan Hebrón. Como se sabe, el gobierno de Israel acusó al grupo islamista Hamás de ser responsable del crimen. Pero Hamás, que se ha atribuido todo tipo de operaciones, no tendría razón para negar esta vez su participación en los hechos.

Todos estos crímenes, sumados a las agresiones israelíes contra naciones vecinas y la desestabilización política del Medio Oriente, no serían posibles sin el apoyo decidido de Estados Unidos, sin la complicidad de las potencias occidentales y de la OTAN, entre quienes se mueven poderosos intereses económicos y de estímulo a la industria militar sionista. No serían posibles, en fin, sin el silencio cómplice de la ONU, cuyas agencias son manipuladas por el Departamento de Estado de los Estados Unidos.

Soledad

En este sentido, resulta una paradoja que una de las dificultades que afronta la causa palestina sea la soledad en su lucha por materializar el derecho a la construcción de un estado soberano, a vivir en paz bajo sus propias normas de convivencia, a darse el gobierno que desee, en forma soberana, sin la injerencia de potencias extranjeras, a la reunificación de la patria y el regreso de los exiliados.

La causa palestina, desde luego, sigue despertando simpatías en muchos sectores, no con la contundencia necesaria para frenar la mano de los criminales. La Liga Árabe inició deliberaciones el lunes de la presente semana, y pidió una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para tratar el asunto. El presidente palestino, Mahmud Abbas, pidió la intervención de los Cascos Azules de la ONU.

En Colombia, comenzaron a conocerse pronunciamientos de solidaridad con la causa palestina, por parte de Marcha Patriótica, el Polo Democrático, los integrantes de la mesa de conversaciones de las FARC en La Habana, y de otras organizaciones sociales.

El alineamiento de Santos

El gesto de fraternidad de estas organizaciones, que se expresó además en un mitin realizado por activistas sociales frente a la embajada de Israel en Bogotá exigiendo poner fin al genocidio, contrasta con la actitud servil del gobierno del presidente Santos, que en un comunicado del 10 de julio pasado, divulgado por la Cancillería, condenó “los actos de violencia y terrorismo contra el territorio israelí”.

De esta manera, el gobierno Santos se alinea con Israel y Estados Unidos en contra de la causa palestina. En la lógica de la Casa de Nariño, las víctimas se convierten en victimarios y el apoyo se brinda a un régimen racista que durante seis décadas ha agredido al pueblo palestino.

En noviembre de 2012, en desarrollo de una asamblea general de las Naciones Unidas, el gobierno Santos se abstuvo, durante la votación, de hacer un reconocimiento al gobierno de Palestina para que tuviera asiento dentro del organismo multilateral como miembro observador. En esa ocasión, sólo ocho países votaron en contra de la resolución que le confería ese derecho, y 138 gobiernos votaron a favor, entre los que no estuvo Colombia.

En la línea de quienes respaldan la causa palestina, es de resaltar la actitud del Partido Comunista de Israel que la semana pasada produjo una enérgica declaración condenando “el genocidio sionista y la ocupación israelita”. Los comunistas de Israel en su comunicado expresan “su fuerte condena a la guerra terrorista cruel y asesina que el gobierno de Israel ha estado librando contra el pueblo de Gaza y contra el pueblo árabe-palestino en general” y pide a organizaciones políticas y sociales de todo el mundo brindar solidaridad inmediata con el pueblo palestino y exigir el cese inmediato de la agresión contra la Franja de Gaza.

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