jueves, abril 18, 2024
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¡De la unidad, ni hablar!

De las enseñanzas que me dejan estas experiencias de unidad, el Frente, el Polo y ahora la UP, es que todo se lo lleva al traste el afán de protagonismo.

Foto: Agencia Prensa Rural 10 años via photopin cc
Foto: Agencia Prensa Rural 10 años via photopin cc

Pavel Santodomingo A.
Sociólogo – Miembro del Comité Ejecutivo de la UP.

Crecí con cuatro colores como imágenes permanentes de lucha: el amarillo, el negro, el verde y el rojo, ya que con estos colores, combinados, se iza la bandera de Barranca y de casi todos los movimientos de izquierda que conozco. Podríamos jugar en el presente a recrear estos cuatro colores juntos, como el símbolo de la bandera más grande de la izquierda en Colombia.

Siempre he creído en la unidad. Cuando me vine a estudiar a Bogotá, me vinculé al Frente Social y Político, escenario de convergencia de los que aún en ese momento se declaraban marxistas y donde se intentó “politizar lo social y socializar lo político”. Conocí a las más variadas tendencias de la izquierda, algunas ya referenciadas desde la Universidad. Confluían en este espacio casi todos los “istas” que subsistieron a la debacle del muro y el genocidio político por parte del Estado, una diversidad muy bien trabajada que terminó conviviendo en un apartamentico en la 7 con 32. Hice por supuesto a mis 17 años parte del “Frente Joven”, con quienes realizamos una escuela de formación y a la que asistían los sábados todas las facciones a echar línea.

Allí afiancé mi convicción por la unidad de la izquierda, posteriormente vino el Polo y su ruptura, del cual lamento profundamente que la juventud de ese tiempo no hayamos sido capaces de parar ese nueva espiral de odios a los que hoy estamos asistiendo. Hoy renace la UP a la que considero como un referente para volver a reencontrar los caminos de unidad, ya no como único escenario al que todos deben ingresar, más bien como parte del nuevo reconocimiento de todas las fuerzas y de esta forma consolidar coordinaciones en la calle, el parlamento y la escuela.

Hoy existen tres espacios organizativos más o menos identificables: Lo que queda del Polo con unos liderazgos novedosos como los representantes Iván Cepeda, Alirio Uribe y Alberto Castilla y con un MOIR bastante intransigente en la idea de la unidad. Por otro lado, está un buen sector del Partido Verde, en donde está el petrismo-progresismo intentando consolidarse en una especie de centro-izquierda; y por otro lado, la UP y Marcha Patriótica, desde donde hablo, pero me queda difícil responder a la pregunta de por qué no somos una sola organización.

De las enseñanzas que me dejan estas experiencias de unidad, el Frente, el Polo y ahora la UP, es que todo se lo lleva al traste el afán de protagonismo. Las diferencias se han podido tramitar en cuanto no medie el figurismo, ese que se expresa en el excesivo parlamentarismo y del cual hoy nos ha ganado una ventaja enorme, ya que todos inmóviles esperamos a que opinen unos cuantos para hacernos las opiniones correctas. Habrá que reivindicar como principio de un nuevo momento para la izquierda la posición terca y desacertada de quienes preferimos ser incorrectos que solapadamente cautelosos.

Otra de las dificultades son justamente los colores, prima en casi todos los casos la identidad que la razón, y no está mal que la identidad reafirme determinadas convicciones, lo que está mal es que las anule para favorecer determinadas posturas. Podremos estar de acuerdo con una posición pero no damos el brazo a torcer por solo mantener la unidad de cuerpo en determinadas banderas.

Finalmente la falta de democracia en estos ejercicios cercena la confianza, siempre están por encima reuniones “bilaterales” o la decisión de los subgrupos al interior de los partidos o tendencias. En otros casos, solo la decisión del cacique político. Mal.

Me parece que eso no ha cambiado en ninguna de las organizaciones afines a la izquierda. De hecho son tendencias de un quehacer que se ha venido profundizando, dificultades que hacen daño. Claro, son más eficientes en el entendido de que solo hay que “esperar y ejecutar”, pero en el mediano plazo agrietan la idea de colectividad.

A estas alturas que si pro chinos o pro soviéticos, si solo el rojo o con el negro, es cada vez más un anacronismo en el cual vivimos, habrá que asumir este legado como una herencia que tuvo sentido si hoy podemos unirnos.

Preferimos echar al traste la hermosa campaña de Carlos Gaviria en el 2006, consolidándonos como la segunda fuerza del país, que dar muestras concretas de que juntos podemos ser opción de gobierno alternativo.

La izquierda está ad portas de realizar una ola fuerte de renovación generacional, y tendremos que perfilar unos liderazgos que sorteen estas diferencias en perspectiva de la nueva unidad y que se asuman en procesos organizativos. De no existir, entonces en construirlos, que aunque pequeños y un tanto complicados, son colectivos y no terminemos haciendo mella en la pragmática fórmula de la individualidad que hace opinión pública. Lo último es un camino efectivo, pero que tiene el riesgo de terminar creando monstruos políticos como “Luchos” hay por ahí.

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