jueves, abril 18, 2024
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De Charlie Hebdo al Cauca colombiano: la táctica de hacer política con la muerte

Nos urge hoy más que nunca la unidad en torno a la paz y la lucha por el cese bilateral, el dolor y la muerte no puede ser pretexto para atizar la guerra, sino todo lo contrario.

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Sebastián Alfredo Forero

En Colombia ha sido recurrente, y en especial en el actual proceso de paz hacer política con la muerte, aupar los odios, exacerbar el fanatismo guerrerista y conducir a las gentes del común a la polarización política para inclinar el favoritismo hacia los sectores más retardatarios y reaccionarios de nuestra sociedad. Eso fue lo que reflejó lo sucedido en el Cauca, el ejercicio más grotesco de manipulación gestada por las esferas más degradadas del poder político.

La cuestión es mirar con ojo clínico los efectos políticos de lo que aconteció en el Cauca, y examinar quienes quedan mejor parados después de este hecho, y porque no decirlo, quien termina mandando a quien. Es que lo que pasó en el Cauca salió a la perfección, salió tan bien como lo sucedido en París finalizando el año pasado, con la matanza del 12 periodistas de un reconocido medio llamado Charlie Hebdo. Los terroristas despiadados atacan a mansalva, sin recato alguno y acaban con la vida de 12 personas en condición de debilidad, hechos que cualquier persona en el planeta con un mínimo sentido de humanidad reprocharía y condenaría sin dudarlo tan solo un segundo.

Ahora contrastemos lo que he mencionado, con lo sucedido en el Cauca colombiano. Una guerrilla terrorista embiste sin medir cálculo alguno contra un grupo de militares que en medio de su sueño profundo no tuvieron otra opción que ver a sus compañeros caer en medio de la zozobra, por las balas, la metralla y las granadas que estallaban a su alrededor. ¿Quien dudaría en indignarse ante tremendos acontecimientos? ¿Quien podría ser indiferente ante hechos tan escabrosos y cargados de la más cruda sevicia?

Pues bien, días después de lo ocurrido en París, la matriz de opinión homogénea se repetía sin mayores matices por cada una de las cadenas dominantes de comunicación, se realizaron vastas movilizaciones en las que como porta estandarte se encontraban Francois Hollande, Sarkozy, genocidas como Netanyahu, entre otros. ¿Consecuencias? Agudización de las acciones islamofóbicas no solo en Francia sino en otras partes del viejo continente, la exacerbación de las ideas nacionalistas de corte fascista, el pretexto perfecto para la implementación de políticas xenófobas, y por supuesto la reproducción de la falsa contradicción oriente-occidente representada en el monstruo llamado ISIS.

Hoy, la prensa ha jugado con las mismas cartas, el mismo libreto, coordinado al dedal sin perder detalle, sin que se escape la mínima posibilidad de dudar de que lo que dicen es la verdad y nada más que la verdad. Lo dicho por las fuentes militares ha sido sacralizado de tal manera, que nadie se atreve a cuestionarlos, a criticarlos. No obstante, es un deber quitarle el oprobioso velo de certidumbre inequívoca a estos acontecimientos.

El Frente Amplio por la Paz, espacio donde convergen diversos procesos políticos y sociales de la izquierda que han venido desarrollando una veeduría al cese unilateral al fuego declarado hace varios meses por las FARC-EP, decidió llevar al lugar de los hechos una comisión de verificación con el fin de contrastar información y recoger la opinión de los habitantes de la vereda La Esperanza, en el Cauca. De este ejercicio, salió a la luz otra versión de los hechos que desvirtúa totalmente la versión oficial. Según la información recogida por el Frente Amplio, se habrían presentado combates durante seis horas, lo cual es contrario a la tesis de la sanguinaria ‘emboscada sorpresa’ realizada por la guerrilla. También, según los testimonios, los militares habrían llegado a la zona casi un mes antes, habían salido por presión de la comunidad, y vuelto el 11 de abril; muy distinto a lo dicho por la gran prensa que presentaba a un ejército que desconocía el terreno. Estos y otros aspectos se pueden consultar en la nota de Contagio Radio del jueves 16 de abril.

Pero haciendo caso omiso al esfuerzo realizado el Frente Amplio, se plantea una disyuntiva que nos puede ayudar en este proceso de escarbar un poco en este terreno de la duda tan inhóspito que aterra a todos y todas por igual. Por un lado podría decirse que los militares fueron derrotados en combate, en el proceso propio de la guerra, como un hecho común de la confrontación armada en la cual a veces se gana y a veces se pierde, que es lo más evidente. Pero por otro lado, y es lo más dramático del asunto, pareciera que la misma comandancia creó las condiciones para que las cosas se dieran tal como sucedieron.

Es decir, que el responsable de la tropa y sus superiores eran conscientes de su debilidad en dicha posición en el teatro de operaciones, y a pesar de ello no contribuyeron a equilibrar tal desventaja, de manera que no pudieran responder con las herramientas necesarias a una confrontación con la insurgencia. Al parecer se pasaron por alto los protocolos necesarios en términos militares para que los soldados pudiesen establecerse allí; muchas de estas pesquisas se plantean en el documento elaborado por un reservista el ejército publicado en la página web del Partido Comunista Colombiano.

Saliendo del ámbito militar, es importante poner la lupa en quien está detrás de esto, y que más de uno lo sospecha. ¿Quien capitalizó políticamente estos hechos y quien quedó reducido a la vergüenza pública nacional? Es claro que el principal ganador de todo esto es la ultra derecha, en cabeza de Álvaro Uribe Vélez, y es claro que el principal perdedor es Juan Manuel Santos. Con esta situación, el uribismo le dio a entender a la sociedad de que Santos es un incompetente para los asuntos de la guerra, una persona torpe que cometió la gran idiotez de suspender los bombardeos, siendo estos los que dan ventaja al ejército sobre la subversión.

La tesis uribista es clara, con los bombardeos en vigor nuevamente, en una ofensiva militar sin precedentes como respuesta a lo acontecido, se generará la ruptura del cese unilateral de la insurgencia, lo que será la excusa perfecta para señalar a la guerrilla de mayores hechos de guerra que puedan derivar en una ruptura de la mesa por parte del Gobierno, o la adherencia de Santos a las propuestas elaboradas por el Centro Democrático que suponen la concentración de la insurgencia en una ubicación específica, planteamiento que las FARC jamás aceptarían.

Pero lo peor del caso no es eso, lo peor de esta situación es que se están acumulando desconfianzas al proceso de paz, un descontento que sea tan difícil de dimensionar que pueda derivar en la implosión del proceso por cuenta del desafecto social a la mesa; producto del saboteo canalizado a través de las Fuerzas Armadas y de la canalla mediática que le hace eco a todas sus declaraciones. Uribe reaccionó, reaccionó a la ofensiva, con la intención de reducir lo expresado el 9 de abril en las calles de Colombia, con el fin de dejar a la izquierda sola en este camino de la paz, dejando entrever que Santos es un simple incauto, presa del va y ven de la guerra con un déficit de autoridad inconmensurable.

Es el momento de que la izquierda asuma un rol protagónico en esta batalla por la paz, es necesario contagiar, contagiar a las gentes llenas de incertidumbre de que el camino de la guerra no es el destino declarado de nuestra patria. Hay que convencer, uno por uno, casa por casa, que no falte ni una persona alrededor que no se cuestione a si mismo sobre el devenir de su país. Nos urge hoy más que nunca la unidad en torno a la paz y la lucha por el cese bilateral, el dolor y la muerte no puede ser pretexto para atizar la guerra, sino todo lo contrario. Tanto sufrimiento y sangre invocan el deber inexorable de llamar a la unidad para vencer las tesis militaristas y reaccionarias que adornan la prensa dominante y que edulcoran los discursos más polarizantes, vendiendo la paz de los sepulcros como única solución a la horrible noche, practicando como táctica la política con la muerte ajena.

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