viernes, marzo 29, 2024
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Cumbre Mundial para la Paz: Una reflexión de lo que somos

Bienvenidos los artistas, literatos y pensadores de otros países, que con su presencia nos ratifican que la cultura nos une desde las entrañas. Y a veces, esas entrañas son las del género humano que, sin fronteras ni nacionalidades, lanza un enfático “¡Sí a la vida. No a la muerte!”.

Artistas en el lanzamiento de Constituyentes por la Paz. Foto Ernesto Che Mercado.
Artistas en el lanzamiento de Constituyentes por la Paz. Foto Ernesto Che Mercado.

Luz Marina López Espinosa

La Cumbre Mundial de Arte y Cultura para la Paz, convocada por el Instituto Distrital para las Artes (Idartes), que se realizará en Bogotá entre el 6 y el 12 de abril en curso, tiene dos méritos fundamentales: uno, el de ser la más profunda reflexión que se haya hecho sobre la afectación que el conflicto ha causado en el ser nacional -ese del barrio, de la calle, de la vereda y la maloca- y otro, que se haga desde la hondura del yo, valga decir, no desde conceptos académicos y teorizaciones, ni desde los intereses del poder concernido, sino desde lo que somos. Desde la cultura como forma de ser, sentir y expresarnos.

Y por esta vía, la Cumbre toca a las artes, una de las formas como la sociedad reacciona y se expresa frente a los dramas que la acucian. En este caso, la guerra, que en Colombia las ha permeado y de qué forma, generando una rica producción teatral, pictórica, poética y literaria, dándole además voz a las paredes de las ciudades y a las piedras de los caminos, discurso a los títeres y llenando las marchas, los mítines y las huelgas de mimos, saltimbanquis, performances y comparsas.

Expresiones esas que son la forma como el pueblo, sin demagogias, reacciona creativamente y da su testimonio sobre los males que el conflicto le trae, al tiempo que lanza su proclama-mandato-demanda porque se impongan la paz y justicia. Nada, pero nada parecido esto, desde luego, con esa burda explotación comercial que, falsificando la historia, simulando arte y desconociendo la cultura, hacen las programadoras comerciales de televisión a partir de la sensibilidad que los hechos del conflicto generan en la sociedad.

No es entonces esta Cumbre otro ejercicio académico de los muchísimos que a propósito de las negociaciones de paz de La Habana entre el gobierno y la insurgencia de las FARC se han hecho en estos dos años. Tampoco responde al deseo protagónico de algún sector social que reclama su presencia en la mesa de La Habana, so pena de decretar que las negociaciones son excluyentes y por lo tanto condenadas al fracaso. No.

La Cumbre Mundial de Arte y Cultura para la Paz recoge el aporte desde la tradición, la sensibilidad, las artes, el sufrimiento y la historia toda, es decir: desde los arraigados valores ancestrales que definen lo que somos, para desde ese crisol expresar el querer del pueblo colombiano sobre el punto. Haciendo ejercicio de soberanía popular, y desechando las mediaciones que abusivamente toman su voz para desde la mezquindad de sus intereses, estar a favor o en contra de la paz.

Me refiero a la gran prensa, los gremios del capital, los partidos políticos de Establecimiento y algunas embajadas extranjeras. Que son egoístas y tampoco consultan el interés nacional cuando están en favor de la paz, porque también en este caso lo hacen como estrategia, conquista que favorezca la pervivencia pacífica y profundización de un modelo de dominación rentable para sus negocios. O sea: se trata de una paz que no altere el estado de cosas reinante. Sin justicia social y sobre el presupuesto de la democracia mínima, aquella que se realiza y agota con la realización de elecciones.

Para todo lo demás, ahí está el ejército. Por eso, esa paz de quienes la quieren no en nombre del pueblo -otra vez, sin demagogias- sino de sus negocios y expoliaciones, parte del presupuesto innegociable de no cambiar la doctrina militar –seguridad nacional, enemigo interno- y menos disminuir el hipertrofiado tamaño del ejército.

Bienvenida esta Cumbre por la Paz. Y bienvenidos los artistas, literatos y pensadores de otros países, que con su presencia nos dicen y ratifican que la cultura es aquello que nos une desde las entrañas. Y a veces, como en este caso, esas entrañas son las del género humano que, sin fronteras ni nacionalidades, lanza un enfático “¡Sí a la vida. No a la muerte!”.

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