martes, abril 23, 2024
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Corrupción por las alturas: Contubernio siniestro

Redacción política

La corrupción en las Fuerzas Militares no es aleatoria, ni producto de unas “manzanas podridas”, o del “ataque” frontal a la institución en una suerte de guerra política contra ella. El asunto es más de fondo. La corruptela oficial últimamente referenciada en los titulares de la prensa campea y tiene efectos significativos en la sociedad colombiana. Las prácticas indebidas son connaturales al Ministerio de Defensa, dicen analistas militares.

Presidente Juan Manuel Santos y su ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón ante las tropas en Tolemaida. Foto Presidencia.
Presidente Juan Manuel Santos y su ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón ante las tropas en Tolemaida. Foto Presidencia.

El Ministerio de Defensa tiene tres viceministerios: el de Asuntos Políticos e Internacionales, el viceministerio para la Estrategia y la Planeación, y el viceministerio para el Grupo Social y Empresarial del Sector Defensa, éste último convertido por la ley 489 de 1998 en el grupo empresarial de mayor importancia económica para el país. El GSED como es conocido tiene a su cargo la administración y la rentabilidad de empresas como Indumil, el Fondo Rotatorio de las Fuerzas Militares, la Sociedad Hotelera del Tequendama, la Universidad Militar, el Hospital Militar, Satena, entre otras.

Quinientos mil hombres, entre las tres fuerzas militares y el cuerpo de policías, hacen parte de la nómina oficial del Ministerio. Una cifra nada despreciable para los tentáculos contratistas que ven esa institución como un mercado persa para proveerlos de todo tipo de recursos, desde los pertrechos para la guerra, pasando por helicópteros, gasolina, fusiles, botas, cascos, hasta papelería, comida o repuestos. Todo en grandes cantidades.

“Le doy un ejemplo: el soldado tiene que tener en su equipaje, mientras patrulla, su ración de comida: enlatados y comidas ligeras, multiplique esa ración por 50 mil hombres durante 30 días del mes, puede ser un contrato apetecible para cualquiera empresario. Pero nada se contrata mientras no tenga el visto bueno de los políticos o los militares voceros de los políticos”, le dijo a VOZ un analista de seguridad y defensa.

La frase “la guerra es un buen negocio” se aplica en el Ministerio de Defensa. Seis puntos del Producto Interno Bruto se dedican a las compras del Ministerio. Se dice que de esos seis puntos casi 4.5 se esfuman en las dádivas, comisiones y favores pagados a intermediarios y a altos mandos militares, quienes deben aprobar las compras.

En el Ministerio se recuerda el episodio ocurrido en 2003, el cual costó la salida del general Mora Rangel, quien ocupaba la jefatura de las Fuerzas Militares, y la ministra era Martha Lucia Ramírez. Para ese momento se especulaba sobre los enfrentamientos internos entre la civil y el militar, muchos medios contaron episodios que marcaban sus diferencias en torno a la organización administrativa del Ministerio para ganar la guerra contra la subversión.

Pero en el fondo la disputa se centraba en los contratos de suministros de raciones de campaña que, según las fuentes, “era un negocio que se había adjudicado a dedo por la ministra Ramírez favoreciendo a un familiar cercano y el general Mora lo había objetado”.

El Ministerio de Defensa es un “negociazo”, dicen los consultados, “y donde come el enfermo como el alentado”. La cúpula no es ajena a esa realidad. La corrupción militar está íntimamente ligada al accionar político de cada gobierno lo que estaría zanjando aún más la brecha entre los soldados regulares y suboficiales que no ven con buenos ojos las prácticas criminales que involucran a sus oficiales con mafias.

“La paz en Colombia lesionaría los intereses de quienes se lucran de la guerra”, le comentaron a VOZ observadores. En la práctica se afectaría al contubernio de los contratistas enquistados en el Ministerio y los militares cómplices. Por esa razón están contra el proceso de paz.

Desde La Habana, la insurgencia de las FARC alertó sobre la necesidad de detener los comportamientos corruptos: “Los grandes negociados están en las alturas, en la adquisición de maquinaria bélica y tecnología militar de punta, en los millones de dólares de la maldita ayuda militar estadounidense y en los 27 billones de pesos que el presupuesto nacional del 2014 destina para la guerra, en los jugosos e insondables fondos secretos que alimentan la guerra sucia que hoy enluta a Colombia y en los grandes sobornos de las transnacionales a quienes han regido los destinos del país”. Y rematan: “Imaginémonos qué no habrán hecho personajes como Uribe”.

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