viernes, abril 19, 2024
InicioEdición impresaConflicto en Irak: Alzamiento contra títeres e intervención gringa

Conflicto en Irak: Alzamiento contra títeres e intervención gringa

Más allá del avance militar de una facción sunnita, que casi llega a las puertas de Bagdad, en Irak hay un alzamiento popular en rechazo al gobierno corrupto de Al-Maliki y a la presencia militar norteamericana, que aún persiste

Alberto Acevedo

Irak se debate en estos momentos en una lucha que puede conducir a una mayor destrucción de la infraestructura del país, a incentivar odios religiosos entre las diferentes facciones en que se divide la sociedad y a imponer un elevado costo para el pueblo en materia de derechos humanos.

De hecho, reportes noticiosos recientes, provenientes de esa región del planeta, hablan de más de mil muertos en el último mes, centenares de heridos, miles de prisioneros del régimen, y cerca de un millón de ciudadanos desplazados, bien sea por el avance de las fuerzas yihadistas o por los bombardeos de las tropas del gobierno contra la población civil, especialmente en el norte del país, aplicando el guion sirio.

El avance del grupo denominado ‘Estado Islámico de Irak y el Levante’ (EIIL) desata una gran polémica en los medios occidentales. Las grandes agencias lo presentan como un grupo fundamentalista, desprendimiento de Al-Qaeda, en tanto que fuentes cercanas al Departamento de Estado de los Estados Unidos lo muestran como una amenaza a los intereses y a la seguridad de los Estados Unidos en la región, seguramente para justificar una nueva incursión militar norteamericana.

El EIIL tiene sus orígenes como fuerza mercenaria financiada con dinero saudí, y bajo una estrategia política y militar diseñada por los Estados Unidos e Israel. Observadores de los asuntos del Cercano Oriente consideran que el grupo es pequeño en cuanto al número de integrantes, pero con mucho dinero y un arsenal de armas modernas.

Objetivos frustrados

Como en el caso de Al-Qaeda, de Osama bin Laden y de otras expresiones mercenarias, sus líderes fueron criaturas de la CIA norteamericana, para combatir, en principio, a las fuerzas soviéticas en Afganistán, para desviar el sentido de las “revoluciones árabes” después, o confundir y aplastar los movimientos nacionalistas de estos países. Más tarde, esos grupos en su mayoría terminaron “mordiendo la mano del amo” que les daba de comer y adquirieron un tinte rebelde y antiimperialista.

En este sentido, Estados Unidos y sus aliados fueron víctimas de su propio invento; el monstruo por ellos creado se les fue en contra. Ahora, buena parte del éxito militar del grupo fundamentalista se debe a su alianza con antiguas huestes del ejército de Sadam Hussein, de líderes del partido Baaz y a una base social suní, desplazados del poder por el actual régimen del presidente Nuri al Maliki.

La hondura de la crisis y los peligros de un desmembramiento de la estructura social de Irak, no radican tanto en el avance de las fuerzas yihadistas, como en el rotundo fracaso de la invasión norteamericana de 2003 para derrocar a Sadam Hussein.

No sólo se demostró que fue una mentira la existencia de un arsenal de armas químicas en manos del antiguo aliado de los Estados Unidos y Gran Bretaña, sino que con la ocupación norteamericana se fueron al traste los objetivos anunciados de democracia plena, de unidad nacional y de cese de los enfrentamientos entre facciones religiosas. Por el contrario, hoy, 11 años después de la invasión, ni siquiera hay un proyecto de país que una los intereses de kurdos, chiítas y sunníes.

Gobierno títere y plan norteamericano

Bajo un gobierno títere, aliado incondicional de los Estados Unidos, Irak no ha fortalecido su economía, la infraestructura nacional no se repuso de la destrucción causada por los bombardeos norteamericanos y quienes realmente han ganado en una década larga han sido las grandes empresas transnacionales y el complejo militar industrial de Estados Unidos, que se apropiaron de los ricos yacimientos de gas y petróleo o se benefician de jugosos contratos para construir refinerías, puentes y vías de acceso, destruidas durante la ocupación.

El presidente Obama, flamante Premio Nobel de Paz, no ha logrado desprenderse de una política exterior desastrosa, determinada en última instancia por los intereses de los poderosos gremios económicos y de la industria militar, que terminó convirtiendo a Irak en un ‘costal de anzuelos’, hervidero de luchas intestinas, religiosas y políticas, que Sadam Hussein, mal que bien, mantenía bajo control.

En ese nuevo coctel explosivo, aparecen factores como que el retiro de tropas norteamericanas, a partir de 2010, no se refleja en una estabilidad del régimen de Al Maliki. Irán tiene interés en combatir las fuerzas del EIIL, pero sin que ello conlleve una operación militar de los Estados Unidos. Arabia Saudita, por su parte demanda hacer “concesiones” a la rebelión sunnita, en procura de una solución al conflicto. Se agrega a esto el creciente protagonismo de los kurdos, en el norte del país, que tienen sus propias formaciones paramilitares, tomaron el control de Kirkuk, importante emporio petrolero, y están interesados en la formación de un Gran Kurdistán que abarque territorios que van desde Siria hasta Turquía.

Alzamiento popular

Israel, por su parte, se muestra interesada en fomentar el caos y la anarquía, para evitar el protagonismo de fuerzas nacionalistas e independentistas y apoderarse, junto con Estados Unidos, de los inmensos recursos naturales de la región. En este sentido no hay que olvidar que el plan de Estados Unidos es hacer el mayor daño posible para conseguir ese apoderamiento de yacimientos de petróleo, gas y otros minerales.

Solidaridad

Las fuerzas que se enfrentan al gobierno de Maliki en Irak comparten al mismo tiempo un sentimiento antiimperialista y rechazan la presencia norteamericana en su país.

Independientemente del carácter mercenario de organizaciones como EIIL, hay coincidencias entre sectores chiitas y suníes, interesados en edificar un gobierno de unidad nacional, alejar los focos de corrupción alentados por las empresas transnacionales y proyectar la solución de agudos problemas nacionales, que tienen que ver con empleo, seguridad social, desarrollo y respeto por la soberanía nacional.

Para la afamada escritora iraquí Báhira Abdultalif, lo que se vive en su país es un verdadero alzamiento popular, y de ninguna manera una guerra civil entre chiítas y sunníes. En Mosul, por ejemplo, desde hacía mucho tiempo venían presentándose manifestaciones pacíficas contra el gobierno. Por tanto, dice, no hay que satanizar lo que pasa en su país y llama a la comunidad internacional a estar pendiente de los acontecimientos, y rodear de solidaridad a su pueblo.

Artículo anterior
Artículo siguiente
RELATED ARTICLES

Most Popular

Recent Comments