miércoles, abril 24, 2024
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Conductores a la deriva

A miles de conductores del sistema de transporte público de pasajeros aún no les llega lo humano de la Bogotá…

Juan Carlos Hurtado Fonseca
@aurelianolatino

Todos los días Andrea* debe levantarse a las cuatro de la mañana para ir a trabajar. Vive en Soacha y tiene que desplazarse hasta el barrio La Victoria en el sur de Bogotá para iniciar labores. Su primer turno, frente al volante de un bus azul, inicia a las siete de la mañana, hace la ruta y termina en el mismo lugar a las once y media o doce del mediodía, después de haber ido a Bosa. Retoma a las cuatro de la tarde y va hasta las ocho y media o nueve de la noche, en la misma ruta aunque con más trancones.

El tiempo entre turno y turno lo pasa “dando vueltas por ahí porque ni para el almuerzo a veces”, hablando con otros conductores en la misma situación. Andrea no solo es víctima de los abusos que con permisividad de las autoridades competentes hacen sus patronos, los operadores privados, sino también de usuarios agresivos que en muchas oportunidades la culpan de la ineficiencia del sistema.

“A uno le dicen muchas groserías. El sistema tuvo que haber educado primero a la gente para el cambio, para saber que hay rutas que no salen. Si ellos tienen afán y la ruta no sale sino cada hora, lo tratan mal a uno, nos dicen groserías, dicen que no queremos trabajar, pero no entienden que no estamos autorizados a salir”, comenta Andrea, una mujer de 33 años con una familia compuesta por su esposo, quien también trabaja, y tres hijos, a quienes poco tiempo puede dedicarles.

Las agresiones verbales de los pasajeros también se dan cuando hay trancones porque exigen que el bus tome otra ruta, lo que está prohibido o se hace con autorización vía radioteléfono. “Una vez me quedé varada y me trataban mal porque no les devolvía la plata. ¿Y yo de dónde? No llegaba rápido otra ruta para que los llevara. Cuando uno se vara pueden pasar cinco horas para que llegue la grúa”.

Comenta que hay varias mujeres en la misma situación y con un salario básico de 740 mil pesos más 318 mil de bono operativo. De este último les hacen descuentos: “Allá descuentan por todo si usted va rápido, si usted va despacio, mejor dicho por todo… Eso también es estresante”. Antes de laborar en el Sistema Integrado de Transporte Público, SITP, lo hacía para una distribuidora conduciendo un camión. Fueron varios años en los que adquirió experiencia en el manejo de vehículos grandes.

Pero no solo a los abusos del sistema se debe enfrentar. Andrea tiene un hijo de 15 años con cáncer y es ella quien debe acompañarlo y pelear por las arbitrariedades del sistema de salud, a exigir la atención requerida que niega la EPS. Ha tenido que entutelar. Esta disputa ha afectado sus turnos de trabajo.

Sin vida familiar

De la misma manera, Wilson Hoyos todos los días sale de su casa en el sur de Bogotá a las dos y media de la mañana, para poder llegar al Portal de la 80 a revisar el vehículo, planillarse y salir a su primer turno a las cuatro. Algunas veces debe tomar taxi. Labora en ocasiones hasta las ocho de la mañana, momento en el que debe guardar el bus, aunque sea hora pico: “Estamos en contra de que a esa hora se guarden buses, estamos en contra de los ruteros en tránsito o los buses que pasan vacíos y dicen ‘En tránsito’. Nos ponemos en los zapatos de los usuarios y sabemos que tienen razón en enojarse. Todo eso depende de Transmilenio”.

Retoma sus labores a las tres o cuatro de la tarde para terminar a las ocho o nueve de la noche. “Estoy llegando a casa a las diez, aunque algunas veces a las siete. Estoy seis o siete horas durmiendo un rato dentro de un bus, echando chisme con los amigos, perdiendo el tiempo mientras llega el otro turno”, explica Wilson Hoyos quien trabaja para el grupo Express y es el presidente de la Unión General de Trabajadores del Transporte en Colombia, Ugetrans.

Ese trabajo lo hace por 774 mil pesos más una bonificación de alrededor de 300 mil: “Nos la quitan después con las multas por excesos de velocidad, pisar cebras, pasar semáforos en rojo, dañar el carro, faltar un día al trabajo o incapacidades médicas. Ese dinero que nos quitan va al Fondo de Multas de Transmilenio”.

Medidas desesperadas

Este tipo de abusos ha sido soportado por miles de conductores de vehículos del servicio público de la capital del país, sin que las autoridades competentes hayan hecho lo suficiente para poner en cintura a los operadores privados: los patronos.

Por eso y luego de meses de buscar salidas, el pasado 29 de julio alrededor de mil trabajadores hicieron un plantón y plan reglamento, es decir que sólo anduvieron a velocidades que no superaron los 40 kilómetros por hora.

Los problemas que más los aquejan son los extensos horarios de trabajo por el modelo de tablas partidas, las multas que les descuentan de la nómina, el incumplimiento a las restricciones laborales por enfermedades profesionales, los bajos salarios, la desigualdad salarial entre una y otra operadora, y la inseguridad que también los afecta.

Las denominadas tablas partidas se han convertido en el problema principal. Los conductores entran a las tres y 30 de la madrugada para iniciar a trabajar a las cuatro e ir hasta las ocho de la mañana, hora en la que inexplicablemente Transmilenio hace guardar varios articulados. Retoman a las tres o cuatro de la tarde para salir a las nueve de la noche o después, dependiendo de los contratiempos que casi a diario se presentan por los problemas de movilidad en la ciudad.

La desnivelación salarial se presenta porque en unas empresas operadoras los conductores apenas ganan 700 mil y en otras millón cuatrocientos mil. También depende del tipo de bus que maneje: “Quienes menos devengan son los conductores de los buses azules y son los que más riesgo tienen”, comenta el presidente de Ugentrans, quien dice que han hecho varios intentos para que les solucionen el problema.

Con las secretarías de Movilidad y Gobierno se hicieron reuniones pero estas le pasaron la responsabilidad al Ministerio de Trabajo quien tampoco se ha pronunciado. “Ellos se botan la pelota de un lado al otro, Transmilenio a las empresas, las empresas a Transmilenio, Secretaría de Movilidad al Ministerio, entonces así es complicado. Hablar con la Secretaría de Gobierno es en vano, no ha servido para nada. Dice que va a instalar las mesas pero quién sabe cuándo será, están dilatando mientras estos meses que les quedan de gobierno”.

Pero no solo por ser conductor Wilson Hoyos ha sido agredido, también por haberse sindicalizado. Dice que le han hecho la vida imposible: “En mayo me sacaron aunque me reintegraron porque interpuse una tutela. También me cambian horarios para aburrirme, me demandaron el fuero sindical pero en primera instancia les gané. No hallan cómo sacarme”.

Estos hombres y mujeres han advertido que se están cansando de la tomadera de pelo de Transmilenio y las entidades gubernamentales del ámbito distrital y nacional. Por esto, están organizándose para hacer un bloqueo en todo el sistema y así garantizar que sus problemas sean solucionados.

* Nombre cambiado a petición de la entrevistada.

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