viernes, abril 19, 2024
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Con la lámpara de Diógenes: Edith Santos, presente

El espejismo que pudo causar la derrota del uribismo debe ser considerado como una ficción que no logra responder a la satisfacción de las necesidades básicas de los compatriotas ni garantizar el ejercicio de la oposición, organización gremial, política y sindical.

Edith Santos, sindicalista asesinada
Edith Santos, sindicalista asesinada

Rubén Darío Arroyo Osorio

Dos impactos de bala propinados por sicarios que se movilizaban en motocicletas segaron la vida de Edith Santos, guarda de seguridad de la inspección de San Isidro, Acacías (Meta). La occisa se desempeñaba como Fiscal Nacional del Sindicato Profesional de la Seguridad (Sinproseg).

El asesinato de una mujer dedicada en cuerpo y alma a los asuntos de la protección y la seguridad de sus congéneres y a la organización comunitaria de los mismos puede tratarse como un caso más de los efectos de la delincuencia común y mencionar el hecho como una nueva cifra en la ampulosa estadística de la criminalidad colombiana, o mirarlo con la óptica crítica como un hecho perverso de la permisividad de la política pública en materia de garantías al trabajo y la organización sindical de los trabajadores del país. No en vano se ha establecido en estudios internacionales que el 60% de los sindicalistas asesinados en el mundo ocurre en Colombia y desde 1984 ya son más de 2.800 los sindicalistas eliminados físicamente en nuestro país (Véase informe PNUD).

El espejismo que pudo causar la derrota del uribismo en el primer gobierno de Juan Manuel Santos y lo que va corrido del segundo debe ser considerado como tal, una ficción, una ilusión, una entelequia que no logra responder a la satisfacción de las necesidades básicas de los compatriotas y menos aun garantizar el ejercicio de la oposición, organización gremial, política y sindical, aunque en su afán desesperado por alcanzar acuerdos con la insurgencia lo lleven a perorar sobre el llamado “posconflicto”, soñando con una entrega de armas y la sumisión de la guerrilla, asunto que no se ha establecido así en los diálogos de La Habana, mientras el grueso de la población padece de hambre, insalubridad, oportunidades laborales en condiciones dignas, educación de calidad financiada por el Estado y, peor aun, no se vislumbra una esperanza tangible de mejorar tal situación.

El éxodo de compatriotas en un oprobioso desplazamiento interno continua su itinerario; los defensores de derechos humanos siguen siendo perseguidos y asesinados, al igual que los defensores de tierras, los dirigentes comunales, estudiantiles y los sindicalistas en particular son perseguidos y asesinados con sevicia y cálculos selectivos. Miles de compatriotas: niños, jóvenes, ancianos, mujeres, seguirán clamando garantías de una vida digna, libertad de opinión, de asociación y sobre todo derecho a la seguridad, la integridad y la vida. Tu lucha continúa: compañera Edith Santos, estamos contigo, presente, presente, presente.

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