jueves, abril 18, 2024
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Con la lámpara de Diógenes: Brutalidad policial

Rubén Darío Arroyo Osorio

Es casi un pleonasmo decir hoy entre nosotros -brutalidad policial-. Asumo el riego de usar la expresión porque hay que enfatizar de manera frontal todos los excesos y vejámenes que han recaído contra los campesinos y trabajadores del pueblo colombiano que alzan su voz contra la entrega del territorio nacional por parte del gobierno de Santos a costa de la integridad, la vida y honra de los ciudadanos que debe proteger por mandato constitucional.

Foto: eltiempo.com via photopin cc
Foto: eltiempo.com via photopin cc

Quienes pretenden seguir ocultando los motivos que generaron el Paro Nacional Agrario y Popular, no pueden o no quieren, reconocer y menos aun, denunciar, la brutalidad con que actuó y sigue actuando la fuerza pública armada: Esmad, Policía, Ejército o cualquira de los tantos grupos de infiltrados que tiene la represión del Estado para desvirtuar el carácter civil y pacífico que tiene esta justa movilización.

En los primeros días del paro, el Presidente de la República decía que era un paro pobre de pobres, sin fuerza ni legitimidad, luego tuvo que ir a dialogar y negociar con los voceros del movimiento porque los Ministros que había enviando a diferentes puntos del país alzado, nunca resolvieron nada. Después, obligado por la fuerza de la realidad, reconoció que el paro tenía fundadas razones porque los gobiernos anteriores- de los cuales él había participado, sin decirlo- no habían desarrollado una política agraria de cara al campesinado. Pedía que la protesta fuera pacífica y al mismo tiempo ordenaba y azuzaba a sus “perros de presa” uniformados que reprimieran a quienes rompieran la institucionalidad del país.

La Fuerza Pública irrumpió en las casas de los campesinos, golpeó ancianos, mujeres, niños, retuvo a cientos de colombianos, impidió el acceso del personal de la “misión médica Internacional” a las zonas donde habían cientos de heridos. En uno de estos episodios aberrantes más de 10 agentes golpearon a un joven en la cabeza y le daban patadas en todo el cuerpo.

Monseñor Luís Augusto Castro, Arzobispo de Tunja, denunció estos hechos, los videos que circularon por las redes sociales lo ratificaron. A pesar del saboteo del gobierno a estas informaciones auténticamente independientes del Estado. El General Rodolfo Palomino dijo que, “tomó nota de las denuncias por excesos de algunos uniformados y ordenó investigación, pero seguían firmes y dignos en su labor”, es decir, reprimiendo al pueblo. ¡Vaya que audacia! ¿O qué falacia? Señor Presidente: “la violencia reaccionaria provoca violencia revolucionaria”. Si los campesinos se arman y enfrentan esta brutalidad policial, usted, será responsable de las consecuencias.

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