viernes, abril 19, 2024
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Columna libre: La hora de las víctimas

El inicio de las discusiones del quinto punto de la “Agenda por una paz estable y duradera” es la gran oportunidad de las víctimas del actual conflicto social y armado para que expongan sus criterios acerca de la verdad, la justicia y la reparación que esperan recibir

Victimas

Rodrigo López Oviedo

El inicio de las discusiones del quinto punto de la “Agenda por una paz estable y duradera” es la gran oportunidad de las víctimas del actual conflicto social y armado para que expongan sus criterios acerca de la verdad, la justicia y la reparación que esperan recibir, además de las garantías de no repetición con que deben estar acompañadas.

Estas víctimas son de diferente cariz. Las hay por haber hecho parte de las acciones armadas en que se han visto enfrentadas las fuerzas en pugna. Las hay por haber estado en escenarios supuestamente protegidos de la guerra, como las escuelas, las iglesias o incluso sus propias viviendas, pero que terminaban copados por sus protagonistas, especialmente por el Ejército y la Policía Nacional, en flagrante violación a normas de derechos humanos y del derecho internacional humanitario.

Pero también hay víctimas por el desplazamiento humillante que generan terratenientes y narcos que buscan ampliar su poder político y sus propiedades rurales; víctimas por los bombardeos realizados en zonas campesinas vecinas a escenarios de guerra contra fuerzas insurgentes que, por lo demás, no disponen de defensas antiaéreas, lo cual hace inadmisibles tales procedimientos. Víctimas también de la incorregible miseria que por décadas ha golpeado a los habitantes del campo y que los obliga a salir en busca de mejores condiciones de vida para ellos y sus familias.

Víctimas por pensar distinto al Estado. Víctimas por querer competir por el acceso a escenarios de poder que parecen destinados exclusivamente para las oligarquías. Víctimas de crímenes de Estado a los que se les llama eufemísticamente “falsos positivos”. En fin, víctimas de hechos repudiables que no dejan más camino que el de irse a las armas o abandonar los bártulos y huir a la ciudad.

La anterior es, por supuesto, una enumeración exigua del universo de víctimas de un conflicto que debe cerrar su último capítulo, el que le marcó un carácter guerrillero, con una serie de transformaciones sociales que hagan innecesario volver al uso de las armas para conseguir y apuntalar una vida digna y en paz, en la que cada ciudadano cuente con todas las posibilidades necesarias de satisfacer sus derechos y necesidades.

Las primeras que deben ser atendidas, con o sin acuerdo, son precisamente las víctimas directas, que deben comenzar por ser socorridas con las facilidades necesarias para superar toda dificultad que les impida reclamar verdad, justicia y reparación. Este es el primer paso que debe darse si se quiere esperar que ofrezcan sus buenos oficios para lograr la reconciliación que nos abra el camino para una marcha tranquila hacia la nueva Colombia que tanto queremos y necesitamos.

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