miércoles, abril 17, 2024
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China, un aliado estratégico

Sin un pasado colonialista, como el de Estados Unidos, China se disputa el mercado latinoamericano. En el continente ha invertido 50 mil millones de dólares y ofrece una suma similar para obras de desarrollo e infraestructura para los próximos años. Apoyo decidido al proceso de paz en Colombia

Los cancilleres de China y Colombia suscriben protocolos de cooperación. Al fondo el primer ministro chino y el presidente Santos.
Los cancilleres de China y Colombia suscriben protocolos de cooperación. Al fondo el primer ministro chino y el presidente Santos.

Alberto Acevedo

China está lejos de convertirse todavía en un auténtico rival de peso para Estados Unidos, que mantiene una posición hegemónica tanto en el escenario militar como en sectores estratégicos, especialmente en tecnologías de punta, comunicaciones, control de internet y el manejo de la opinión pública.

Y pese a que esta desventaja es considerable, al mismo tiempo China presenta avances prodigiosos en materia de crecimiento económico y se proyecta hacia una posición de liderazgo absoluto en el mundo. Nunca antes un país creció tanto y en tan poco tiempo como el llamado gigante asiático, o como prefieren algunos, ‘el imperio del medio’, por el sitio de privilegio que ocupa entre Estados Unidos y Rusia.

China se va consolidando como la única potencia capaz de establecer, a mediano plazo, una verdadera ‘rivalidad estratégica’ con Washington, como lo reconoció recientemente el propio presidente Obama, al admitir que el país asiático podría disputarle la hegemonía planetaria a Estados Unidos hacia la segunda mitad del presente siglo.

En efecto, en sus planes de desarrollo, China, en una estrategia para la que no tiene ningún afán, contempla la meta de alcanzar la paridad estratégica en todos los aspectos: político, económico, militar, con los Estados Unidos, hacia el año 2027.

Este ritmo de crecimiento y de liderazgo se apoya en una variedad de factores, entre ellos que desde hace cinco años supo aprovechar las fisuras y debilidades de la denominada crisis financiera mundial para jugar un papel más enérgico en la política internacional.

Chantaje frustrado

Recientemente, Beijing dio un paso audaz al crear el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII), con el que va a enfrentar ni más ni menos que las políticas financieras del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional en ese continente. Estados Unidos, que lidera las orientaciones de los dos principales organismos de crédito, presionó a varios gobiernos para que no ingresaran al BAII, objetivo que no pudo alcanzar.

El nuevo organismo crediticio enfrenta además las políticas del Banco Asiático de Desarrollo, creado en 1966 con fuerte influencia de Japón. El BAII, en sus inicios, ya cuenta con 57 países asociados, incluidos varios latinoamericanos que integran la Alianza Pacífico, criatura de Washington. Esto es una humillación para Estados Unidos y su política hegemónica.

Es en esta perspectiva que China ha venido conquistando los mercados latinoamericanos. Con una particularidad: que el gigante asiático contribuye al crecimiento de América de manera dinámica en lo corrido del presente siglo. Con un plus adicional: que no registra un pasado colonialista en lo que a las tierras americanas se refiere.

Consenso contra consenso

China ofrece no solo comercio e inversiones, centrados en los recursos primarios, sino una forma de pensar diferente frente al subdesarrollo. Hace menos de un año, el presidente chino efectuó una visita al continente, tendiendo la mano a los países de signo progresista, como Venezuela, Nicaragua y Cuba. En la visita, la semana pasada, del primer ministro Li Keqiang, se fortalecieron lazos, no solo con otros países de signo progresista, como Brasil, sino con los que integran la Alianza del Pacífico, es decir, metiéndose en el ‘patio trasero’ de los Estados Unidos.

Estos pasos se comprenden en una estrategia económica y política que en el mismo país asiático algunos denominan el ‘Consenso de Beijing’, en contraposición al ‘Consenso de Washington’, claramente hegemónico e injerencista. En esa perspectiva, en los dos últimos años China ha hecho inversiones en América Latina cercanas a los 60 mil millones de dólares y préstamos cercanos a los 50 mil millones.

En el caso colombiano, el premier Li Keqiang puso a disposición nuestra un mercado potencial de 1.400 millones de consumidores, interesados en adquirir productos alimenticios, lácteos, café, la explotación de energías limpias como la hidroeléctrica, la solar, la economía verde y obras de infraestructura.

El presidente Juan Manuel Santos, por su parte, que no firmó ningún acuerdo comercial con China en esta visita, mostró interés por el desarrollo de la Orinoquia y por una mega carretera que desembotelle el tráfico comercial de Buenaventura. En el caso de la Orinoquia, es la zona que el Plan Nacional de Desarrollo contempla para la minería de fractura hidráulica; y en el caso de Buenaventura, la modernización del puerto que los TLC exigen para sacar nuestros productos. De ese talante es el patriotismo del gobernante colombiano.

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