jueves, abril 18, 2024

Cartas

Las penas para las FARC

Como simpatizante del PCC y suscriptor de VOZ, quiero saludarlo y manifestarle que me encontré después de muchos años (desde los tiempos de la Universidad) con mi amigo Jorge Enrique Botero en la Filbo en el stand de Teoría y Praxis, donde, por cierto, adquirí cuatro maravillosas obras (entre ellas su último libro). Le pregunté sobre el proceso de paz y una de las cosas que me dijo fue que un punto difícil en la negociación es el de las penas; yo sin dudarlo le expresé que en mi entender ese no es un problema real, que en materia de penas se trata de desminar, reparar a las víctimas, comprometerse con la paz y expresar la verdad. Nada de cárcel.

Le dije también que a la mayoría abrumadora de la gente lo que le interesa es precisamente lo que acabo de decir y no la cárcel, que ya sabemos no sirve sino para muy poco y eso para los delincuentes comunes; sólo unos pocos con sentido de venganza desean cárcel para los miembros de las FARC-EP; además, la comunidad internacional está por encima del puro legalismo. Un abrazo cordial, Juan Guillermo Durán Mantilla. (vía Internet).

Foto: Reparar a las víctimas es construir la paz... ##VidaMarzo8 #BrigadaDigital via photopin (license)
Foto: Reparar a las víctimas es construir la paz… ##VidaMarzo8 #BrigadaDigital via photopin (license)

Militares desmoralizados

En las últimas semanas, especialmente después de la muerte en combate de varios militares en el Cauca, se ha hablado en los medios privados de manipulación, “comunicación”, sobre lo que la élite ultraderechista colombiana, de corte fascista, llama “la desmoralización de las Fuerzas Militares”. Y es comprensible que las Fuerzas Militares, los denominados “héroes de la patria” (¿de cuál), estén desmoralizadas, porque para un militar patriota debe ser una deshonra que miembros de la institución, dentro de las políticas del Estado de las minorías, hayan asesinado a civiles indefensos y luego los hayan presentado como “guerrilleros muertos en combate”.

Igualmente debe ser desmoralizante para un militar que la institución haya participado, junto a narcoterroristas paramilitares, en el asesinato de centenares de líderes políticos de izquierda, de defensores de derechos humanos, de sindicalistas, de mujeres líderes y de campesinos. También debe ser desmoralizante para los militares verdaderamente patriotas que “sus” Fuerzas Militares hayan llegado, desde la época narcoparauribista, a los niveles de corrupción que ya todos conocemos.

En fin, deben estar desmoralizadas las Fuerzas Militares cuando ven que las convirtieron en una fuerza criminal que masacra a los colombianos y están al servicio de una potencia extranjera, los Estados Unidos, defendiendo intereses foráneos. Por eso es urgente que haya una doctrina militar, que le devuelva a las Fuerzas Militares el papel digno que le encomendaron los patriotas que le dieron la libertad a nuestra patria en el siglo XIX. Claudio Rico (vía Internet).

¿Cómo se llama este país?

“Es indiscutible que los funcionarios del DAS actuaron a nombre de la institución, cuyos directivos, a no dudarlo, siguieron las directrices ilegales que les trazó la Presidencia de la República”. Tiene que tener uno la paciencia del santo Job y la resistencia de un burro para no perder el sentido de la realidad y continuar apacentando la esperanza como un acto de fe. Semejante terremoto en la “joya de la corona” y aquí no pasa nada.

El ex ministro de Gobierno, Sabas Pretelt, y el de Seguridad Social, Palacio, condenados por soborno para comprar la reelección del presidente Uribe; el presidente de La Corte Constitucional, Jorge Pretelt, denunciado por corrupción; el hacker Andrés Sepúlveda, condenado por interceptaciones ilegales; y ahora, como si fuera poco, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia asegura que las directrices ilegales para las chuzadas venían de la Presidencia de la República.

El fin justifica los miedos. Miedo a perder el poder. Por eso le siguieron el consejo al empresario de Medellín para reformar el “articulito” de la Constitución que prohibía la reelección presidencial, que nos dejó esta olla podrida, pestilente y nauseabunda. ¿Cómo se llama este país? Tiberio Gutiérrez (vía Internet).

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