martes, abril 23, 2024
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Cartagena, ciudad de contrastes

Abandono humano callejero alarma a cartageneros

Escena de abandono en un parque en Cartagena.
Escena de abandono en un parque en Cartagena.

Libardo Muñoz

Es aterrador e intimidatorio al mismo tiempo el evidente aumento de la cantidad de personas que vagan por las calles de Cartagena, sin hogar, con hambre, andrajosas, dedicadas a implorar caridad y sin saber dónde pasar cada noche de sus vidas que a nadie parecen importar, pero que, por las proporciones que toma la situación, son un dedo acusador que ya es casi imposible de esquivar.

Una funcionaria del Distrito de Cartagena, Rocío Castillo, se atrevió a romper el silencio de la propia Alcaldía desde su oficina de la Secretaría de Participación y declaró que hoy unas 700 personas son “habitantes de calle” en Cartagena, rótulo acuñado por los mismos medios que suavizaron la prostitución de la mujer con el nombre de “trabajadoras sexuales”. Como se ve, el cinismo del sistema neoliberal tiene recursos idiomáticos para llamar a su propia podredumbre.

En una ciudad que, como Cartagena, aún no tiene un millón de habitantes, la cantidad que se da como “oficial” en la degradación y la desprotección humana sería motivo de una acción seria contra ese mal, pero el clan minoritario de corruptos de la aristocracia local enquistado en el poder solo se moviliza ante la jugosa contratación de obras inútiles como el Túnel de Crespo, el Transcaribe ordenado por el innombrable para crear un relumbrón reeleccionista cuando dijo: “empiecen por donde sea pero empiecen” y arrancaron por el final, y los edificios de apartamentos que solo pueden comprar los capos del narcotráfico y algunos de sus agentes locales.

No hay programas sociales en Cartagena para mitigar la pobreza de los más débiles.

Pueden ser más de mil los “habitantes de calle” en Cartagena que ya desbordan parques, zona colonial, playas y murallas antiguas, están diseminados por barrios que se creían inmunes al problema de tener en sus andenes y antejardines a personas que duermen envueltas en trapos sucios, cartones o periódicos, confundidas con la basura y creando focos de excrecencias malolientes.

En su mayoría son hombres los integrantes de los grupos que deambulan como verdaderos desahuciados del sistema en la capital de Bolívar, pero también hay mujeres y no pocas, en actitudes de locura. Los paraderos de un Transcaribe fracasado, especies de jaulas de acrílico y aluminio, fueron tomados por grupos de indigentes a quienes de vez en cuando les aplican un manguerazo del cuerpo de bomberos cuando se aproxima una “cumbre” de jefes de Estado. Después regresan a sus parcelas.

No hay en Cartagena una idea política seria para remediar la vagancia humana, el abandono de los grandes grupos de desempleados, la frustración profesional y en general de una sociedad que es víctima de la concentración del dinero, de la desaparición de la salud pública y de la educación para el uso correcto de los recursos naturales.

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