jueves, marzo 28, 2024
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Así han vivido la guerra las mujeres

“La muerte de quien uno ama no se le deseo a nadie”: Tulia Vargas

Tulia Vargas de Poveda.
Tulia Vargas de Poveda.

Departamento Nacional de Mujeres

Tulia Vargas nació en la localidad del Sumapaz con la fraternidad que la caracteriza, tranquilamente hace remembranza de los desastres que ha dejado la guerra. Cuenta que ella tuvo la fortuna de ser educada por su abuela materna, quien solita crió a sus ocho hijos, participaba en la lucha revolucionaria, pero además le gustaba cultivarse con las novelas de Vargas Vila. La abuela le contaba, cuánto le gustaba leer y Tulia, aprendió esa narrativa que la formó para enfrentar la dura vida que en estos 60 años de violencia le ha tocado vivir.

Primero ingresó a la Juventud Comunista; en esa época eran unos grupos muy grandes e iban muchas compañeras, que llegaban de Bogotá a dar conferencias y los formaban, no solo en la política sino en el canto, la poesía, el baile; en la escuela donde estudiaban eran solo seis muchachas que organizaban las fiestas y los bazares, a las demás niñas los padres no las dejaban salir, no les permitían que fueran a reuniones, inclusive las madres eran las más “machitas”. Tulia cuenta que ella organizaba la llegada del cura, a pesar que no era practicante de la religión, pero ese sacerdote era un buen consejero y les decía que tenían que estudiar y a ella le parecía bonita la comparación cómo eran las mujeres cuando se quedaban analfabetas: quedarían dominadas por los hermanos y los esposos. Siendo mujer no fue un obstáculo para organizarse, más cuando en esa época era difícil que a las mujeres las dejaran participar en la política.

Huir para salvar la vida

Por ser militante de una organización de izquierda tuvo que salir con la abuelita, ella se disfrazó para que no la reconocieran y no la fueran a matar, ella tenía que caminar viendo a su abuelita que sufría por dejar a sus seis hijos, que se quedaron para defender la tierra y los intereses de la región, pues la angustia era grande de que en cualquier momento llegara el ejército a bombardear la región. “Mi mamita había salido primero con sus otros chinitos, porque la abuela pensó que por ser una persona muy querida por la gente no le iban a hacer nada, pero por ser una mujer organizada le tocó salir huyendo, ella no me dijo, salieron en horas de la noche. Recuerda que los hombres que la denunciaron de ser una mujer guerrillera, la colocaron en peligro, anduvieron por una región llamada Andabos, pasamos por Pasca hasta llegar a Fusa, donde nos esperaban unos familiares, después de ocho días de haber estado caminando, en una pobreza muy grande, porque no alcanzamos a sacar nada, luego otros familiares nos facilitaron la ida a Bogotá para llegar a Chipaque.

La región se pacificó, hombres y mujeres eran camaradas

“La región se pacificó y todos éramos como hermanos, todos nos conocíamos y todos estudiaban las cosas del país, muchos de los hijos de los habitantes de la región salieron al exterior, se educaron, en medicina, arquitectura, matemáticas, física, bueno, eran camaradas, el hambre no se conocía”.

Cundo fue adolescente la llevaron al internado de Facatativá, y allá, los muchachos empezaban a enamorarla, sobre todo “Julito”, quien después fue su compañero. En la escuela de la Javeriana terminó el curso de enfermería, se encontró nuevamente con Julio, y se fueron a vivir, criaron a sus hijos e hijas hasta ser profesionales, sin que ninguno de la pareja dejara la organización y asegura, que por eso lo asesinaron. El 17 febrero le hicieron un atentado, cundo se desplazaba por la avenida Primero de Mayo. “Lo asesinaron porque era un hombre bueno y generoso con la familia, y recto con sus principios revolucionarios, nunca se desmoralizó estaba convencido que la paz había que conseguirla y ello significaba compromiso y sacrificio. Los sicarios se equivocaron al pensar que íbamos a dejar la lucha.”

“La muerte de quien uno ama no se le deseo a nadie”. Todos pensaban que ella también estaba herida, no recuerda con precisión cómo se bajó del carro, solo tiene en la mente que un señor le ofreció un pañuelo para que se limpiara la sangre del rostro. A cinco metros la policía disparaba pero al carro de ellos. Recuerda también, que uno de los asesinos de su compañero era joven, en medio de esa confusión y caos, llamó a la mamá, no recuerda haber llamado a sus hijos, luego pensó, que era mejor que no sufrieran, así como ella estaba sufriendo en ese instante. “Les dije que habíamos tenido un accidente”, la policía se quería llevar el carro para los patios, en medio de esa tragedia en que acababan de asesinar a su esposo, Tulia se enfrentó con los policías para no dejar llevar el carro, tuvo la solidaridad de mucha gente, lo que hizo desistir a la policía. “Mírenla, está viva aún” esta amenaza contundente la obligó a irse para Moscú, recuerda que fue Joaquín Vieira, quien le dio 200 dólares. De allí partió para Londres, invitada por una ONG europea, compartió con las viudas de Chechenia, experiencia que le sirvió para pensar que la guerra no tiene fronteras, eso la hizo decidir regresar nuevamente a su patria, hasta alcanzar la paz.

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