martes, abril 23, 2024
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Anzoátegui (Tolima), en el laberinto y sin general

Nelson Lombana Silva

El municipio de Anzoátegui (Tolima) se encuentra a solo 72 kilómetros de la ciudad de Ibagué, por carretera pavimentada, sobre una imponente estribación de la cordillera Central. Tiene una población cercana a los 17 mil habitantes. Fue fundado por heroicos antioqueños que, en busca de una posibilidad de vivir, en el siglo pasado, remontaron la inmensa altura y construyeron allí la población denominada La Palma inicialmente y después Anzoátegui, en reconocimiento al internacionalismo del general venezolano José Antonio Anzoátegui, quien peleó con fiereza en Colombia contra la agresividad imperial de España.

Parque Los Fundadores. El gran corazón de Anzoátegui. Foto Nelosi
Parque Los Fundadores. El gran corazón de Anzoátegui. Foto Nelosi

Municipio duramente golpeado por la violencia de los 50 y los 60, el gran invento de la burguesía liberal-conservadora durante el asesinato del caudillo popular Jorge Eliécer Gaitán Ayala. Era un pueblo liberal. “No se conseguía un conservador para un remedio”, señalaba el ex concejal de la comarca Mardoqueo Hernández.

Pero la politiquería impuesta por Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez de que era necesario “conservatizar” el país a sangre y fuego, cambió la historia y hoy por hoy predomina el conservatismo. Fue la época aciaga en la cual la burguesía liberal-conservadora impuso sobre montañas de crímenes horripilantes los colores azul y rojo, dividiendo la población sumergida en los más duros problemas sociales, políticos y económicos.

Fue una criminal táctica para dividir al pueblo, evitar que las ideas gaitanistas se desarrollaran en la conciencia del pueblo y la unidad por la base popular se cristalizara para la defensa de sus intereses de clase. La astuta burguesía aplicó la sentencia de Nicolás Maquiavelo: “divide y reinarás”.

El famoso escritor tolimense William Ospina señaló enfáticamente que esa violencia no fue entre liberales y conservadores, propiamente. Más bien fue entre liberales pobres contra conservadores pobres. Cierto. Jamás se conoce en algún anaquel de la historia que un hijo de la oligarquía liberal se hubiera enfrentado a un hijo de la oligarquía conservadora. Nada de eso. Todo lo contrario: siempre permanecieron unidos defendiendo a capa y espada sus intereses de clase.

Solo un par de ejemplos: Se unieron para que la CIA asesinara a Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948. Un día después, el “gran” liberal Darío Echandía departía una apetitosa copa de champaña en la Casa de Nariño con el presidente Mariano Ospina Pérez, entre bromas y grandes carcajadas. Más tarde, en España se unieron conspirativamente una vez contra el pueblo y montaron el nefasto Frente Nacional.

Alguien dijo que si se levantara una cruz por cada persona asesinada en la violencia en este municipio, habría que declararlo camposanto. Esa tétrica afirmación nos puede dar una idea aproximada de lo crudo del conflicto de pueblo humilde y analfabeto contra pueblo humilde y analfabeto, mientras los oligarcas de ambos colores departían amenamente en el exterior.

Daniel Eduardo Arévalo Romero, uno de los dirigentes liberales de la aciaga época, ya en su ocaso, consciente de la realidad en la que los habían metido los jefes nacionales, señaló: “Ayer la pelea era entre liberales y conservadores, hoy se impone es la lucha de clases: ricos contra pobres”. Remata su afirmación, así: “¡Hay que hacer la revolución socialista en Colombia!”[1. Violencia bipartidista: Invento de la burguesía. Lombana Silva, Nelson. Página 43.]

A punta de cruda violencia gerenciada desde la Casa de Nariño, el liberalismo en Anzoátegui fue perdiendo protagonismo. El 5 de octubre de 1947 ganaron los liberales el debate electoral por la diferencia de un solo voto y el gobernador, más complaciente con los conservadores, optó por nombrar alcalde militar, lo cual disparó dramáticamente la violencia en la comarca[2. Ibíd. Página 32.].

Los testimonios abundan: “Estaba jugando dado en la casa de Emiliano Becerra, en la inspección de Palomar -dice Juan Osorio–, a eso de las tres o cuatro de la tarde, cuando entró al establecimiento un policía de apellido Lozano y amenazante dijo a todos los presentes: ‘El cachiporro que yo consiga aquí después de las seis, no respondo por él’. A las seis en punto volvió y me chuzaba la barriga con el cañón del fusil, mientras repetía con sevicia: ‘¿Es que usted no escuchó lo que dije?’. Temeroso, le contesté: ‘Aquí no hay personas de esas, aquí no hay cachiporros’. No me creyó. Tuve que acudir a Carlos López para que certificara”[3. Ibíd. Página 22.].

Un liberal anzoateguiense, narra su propia odisea, así: “Durante toda esa noche, la citada comisión estuvo en otros predios de la región y toda la noche lo pasaron haciendo disparos y profiriendo amenazas a las casas y cometiendo toda clase de atropellos. Por esos momentos hubo asesinatos, incendios, lesionados en esa región, todo a conciencia y paciencia de las autoridades legítimamente constituidas. Por las razones anotadas y ante la inminencia del atentado me vi obligado a tener que salir por entre los montes, con toda mi familia, en situación angustiosa, hasta llegar a Ibagué, en donde me tuve que exiliarme sin trabajo, y careciendo hasta de lo más indispensable”[4. Ibíd. Página 23.].

El liberal Abdón Salinas Veloza cuenta: “A mi padre lo iban a aporrear porque no les entregaba una escopeta de fisto y un revólver. Leonel López, hijo de Carlos López, conservador, que conocía a mi padre, lo convenció para que entregara dichas armas, las cuales estaban guardadas más abajo de la casa. En esa ocasión se llevaron plata, cosas de los trabajadores, gallinas y las dos armas. Esa fecha ni por el putas se me olvidará”.

No es un secreto y, por el contrario, es vox populi que Laureano Gómez destacó armas y entrenamiento militar a los denominados “pájaros”, mientras que López hizo lo mismo con los “chusmeros”.

La realidad actual

Como bien lo afirmara Daniel Eduardo Arévalo Romero, hoy se impone con más claridad la lucha de clases: ricos contra pobres. Es una realidad concreta del capitalismo, que se ha ido polarizando cada día más en Colombia, por dos razones fundamentales:

1. El régimen capitalista es cada vez más violento, agresivo e incapaz de resolver las necesidades del pueblo. Se pudre en el estiércol de la corrupción, la mentira, la infamia y la promesa vana.

2. El pueblo colombiano cada vez se organiza con más claridad política, conciencia de clase y espíritu unitario. Poco a poco va rompiendo las cadenas de la opresión como el analfabetismo político, el terrorismo de Estado y la alienación de los medios de comunicación, las religiones y el pénsum académico. La lucha revolucionaria se cuantifica y se cualifica. Hoy, por ejemplo, nadie pelea por el trabajo rojo o azul. Es un avance significativo.

Anzoátegui no tiene ricos. De pronto algún pequeño sector se imagina eso, pero no pasa de ser una simple e ingenua imaginación. Todos los anzoateguienses hacemos parte del proletariado, todos absolutamente, todos. Sin embargo, la inmensa mayoría repite y defiende maquinalmente la ideología y los intereses de la burguesía. Defiende sus cadenas con ímpetu desenfrenado.

Se apropia de lastres propios del régimen capitalista como el individualismo, el egoísmo y la corrupción. La división es la constante y eso aprovecha el enemigo de clase, o sea, los ricos de verdad para golpear violentamente, explotar y engañar constantemente.

Su clase dirigente no es la mejor por varias razones: No tiene formación política y de clase; predomina en ella el analfabetismo político y la ambición personal. Es decir: no sabe de dónde viene, qué hace y para dónde va. En esas condiciones concretas, ¿qué puede orientar una clase dirigente en esas condiciones? Es como un ciego guiando a otro ciego.

Esa realidad objetiva la utiliza la oligarquía para gobernar y continuar en el poder. La precaria administración actual al parecer la manipula a las anchas el ex alcalde Mario Alberto Salazar Gallego, quien por un lado coloca a su hijo como personero municipal, Jorge Luis Salazar Herrera y a su vez, según concejal de la localidad, cuyo nombre pide ser omitido, es el principal proveedor del municipio, utilizando las “maniobras que da la democracia de papel” y la marrullería ofrece para pasar los controles de la Contraloría, Procuraduría y demás entes del Estado.

Según el concejal municipal, el gasto por inversión social de 2012 estuvo por la suma de 11 mil millones de pesos. Sin embargo, el líder no halla las obras que justifiquen esa suma. Una retroexcavadora oruga que la anterior administración había adquirido en comodato la devolvió este alcalde al departamento. Dice que cuenta con 11 asesores. En reunión de presidentes de juntas de acción comunal realizada el 4 de mayo en el auditorio municipal un concejal le dijo que los empleados le tienen más miedo a su esposa Stella Cruz Bonilla y a su hijo Carlos García Cruz que al mismo mandatario.

Además, destaca con preocupación que los anzoateguienses vienen siendo desplazados de los cargos para ser reemplazados por personas de otras partes del departamento, especialmente de San Antonio, al parecer por orden expresa del representante a la Cámara Carlos Edward Osorio. Diez niños de la vereda La Camelia tienen que recorrer empinada cuesta diariamente para ir a estudiar el preescolar y la primaria, pasando por allí el recorrido de los estudiantes del colegio Carlos Blanco Nassar. El mandatario, o quien gobierna la comarca, se ha opuesto reiteradamente. ¡Qué injusticia!

Lo curioso y lamentable es que no hay oposición en esta municipalidad, y si existe está totalmente anarquizada y desorientada. Tampoco tiene formación política y conciencia de clase. Es una masa amorfa, etérea, politiquera.

Así las cosas, el alcalde Alfredo Antonio García Reyes, al parecer, se encuentra en deuda con su comunidad en grado superlativo. Su eslogan de campaña, “Por el cambio y el progreso de Anzoátegui”, está en veremos…

Hay muchos comentarios negativos contra el principal centro educativo, el Carlos Blanco Nassar. Los estudiantes, al decir de la comunidad, son víctimas de la drogadicción y el bajo rendimiento académico. Hay mucho inconformismo, al parecer, por la forma como se viene dirigiendo la institución educativa. El cura párroco le sacó el año pasado suma jugosa de dinero a la feligresía con el cuento de que iba a “modernizar” el cementerio y la verdad es que hasta el momento sigue igual de abandonado, al parecer ha sido convertido en minita de oro, todo bajo la indiferencia y sumisión de la comunidad.

Si Anzoátegui (Tolima) no despierta y asume una posición crítica y autocrítica, como dice Gabriel García Márquez, estará condenado a otros cien años de soledad. Solo la unidad y la acción de los campesinos, como la expresada en el reciente paro cafetero, pueden salvar la comarca de un cataclismo de tristeza absoluta e injusticia social. ¡La juventud anzoateguiense tiene la palabra!

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