La población afgana rechaza la presencia de los militares extranjeros que en vez de propiciar un clima de calma, estabilidad y paz, han hecho del país un verdadero infierno.
La era del presidente Hamid Karzai concluirá el próximo sábado al término de la segunda ronda electoral de la cual emergerá el siguiente jefe afgano de Estado, aunque la beligerancia insurrecta amenaza el ejercicio comicial.
Karzai ha sido el único primer magistrado elegido por voto en la historia del país asiático y también estrenará la entrega del cargo a otro, tras una consulta democrática.
Aunque en 2001, la invasora y luego ocupante Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) lo colocó en el poder, luego de defenestrar al gobierno del Talibán, después se realizaron otros dos eventos electorales que ganó el saliente jefe de Estado y Gobierno, de ahí que no pueda aspirar a un tercer mandato, según lo estipulado por la Carta Magna nacional.
El sustituto de Karzai encontrará un panorama muy similar al de su antecesor sin que hasta ahora se vislumbre una solución al conflicto bélico existente.
Los integrantes del movimiento social, político y militar del Talibán nunca han renunciado a sus principios y mantienen en jaque al Gobierno y los ocupantes foráneos.
Sin embargo, se estima que al retirarse la ISAF, encabezada por la OTAN y Estados Unidos, tal vez el sucesor de Karzai encuentre una fórmula de pacificación.
La insurgencia afgana asegura que al desaparecer el ocupante, cambiarán las reglas de juego para llegar un acuerdo de cese de la beligerancia.
Por el momento, se oponen a las presidenciales al estimarlas un ejercicio preparado por Estados Unidos y se han propuesto boicotearlas mediante ataques y atentados.
En la óptica de los irregulares afganos no cabe que los candidatos Abdulah Abdulah, el favorito, o Ashraf Ghani sean solución favorable a los intereses populares, en tanto que en esas dos figuras ven continuidad de Karzai.
Ambos aspirantes aseveraron que firmarán el pacto de seguridad y defensa con Estados Unidos mediante el cual unos ocho mil soldados estadounidenses permanecerán en territorio nacional.
De otro lado, la población afgana rechaza la presencia de los militares extranjeros que en vez de propiciar un clima de calma, estabilidad y paz, han hecho del país un verdadero infierno.
